Tú lo dices: Soy Rey
Fecha: Domingo 21 de noviembre de 2021.
Ciclo Litúrgico: Ciclo B – Solemnidad de Cristo Rey.
Evangelio Según San Marcos (18, 33-37)
En aquel tiempo, Pilato dijo a Jesús:
«¿Eres tú el rey de los judíos?».
Jesús le contestó:
«¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?».
Pilato replicó:
«¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?».
Jesús le contestó:
«Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí».
Pilato le dijo:
«Entonces, ¿tú eres rey?».
Jesús le contestó:
«Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz».
Homilía
Estamos concluyendo el año litúrgico con la fiesta de la solemnidad de Cristo Rey. Con el siguiente domingo empezamos ya el adviento y un nuevo año litúrgico.
El Papa Pio XI (1925) y el Papa Pablo VI (1969) dieron origen y continuidad a esta fiesta litúrgica de la solemnidad de Cristo Rey. Todo parece que la instauración de esta fiesta fue como una respuesta de la iglesia ante el avance de la secularización, aquel pensamiento que deja de ver lo religioso como algo relevante, ante el avance del ateísmo que anula la creencia en Dios y ante el avance del comunismo que ubica la prédica de la iglesia como una ideología a favor de un mundo injusto.
Con otras palabras, la iglesia se siente un tanto desplazada e instaura la fiesta de Cristo Rey del universo, para recuperar el espacio perdido. Pues si Cristo es rey del universo, el representante de Cristo (el papa) y su iglesia deben ser valorados como los transmisores del pensamiento dominante.
Es evidente que nuestra reflexión en este día no compartirá el interés de los Papas al instaurar la fiesta. Nuestra reflexión irá enfatizando en otros aspectos que están más de acuerdo con el pensamiento cristiano de hoy.
El evangelio de hoy se refiere a un diálogo privado entre Pilato, el prefecto, y como tal representante del imperio más poderoso de la tierra y Jesús, un reo maniatado que se presenta como el testigo de la verdad.
¿Eres tú el rey de los judíos?, pregunta Pilato. Se debe esa pregunta a que, hasta donde lo entiende Pilato, las autoridades de los judíos le acusan a Jesús de haberse presentado como su rey.
Jesús responde: “Mi reino no es de este mundo” Con esta respuesta Jesús se desliga de todo reinado y de todo rey mundanos.
Con otras palabras:
- No es un rey al estilo que Pilato puede imaginar;
- No ha venido a disputar el poder de Pilato, ni mucho menos el poder imperial de Tiberio;
- Su reino no tiene nada que ver con el imperio, entonces dominante, es de una naturaleza totalmente diferente.
Y cuando Pilato insiste y pregunta, “¿así que tú eres rey? Jesús responde afirmativamente: “soy rey”. Es en este mundo donde quiere ejercer su realeza, pero de una forma sorprendente. No viene a gobernar como Tiberio sino a ser testigo de la verdad y con ello viene a introducir a ese mundo el amor, la justicia y la vida que provienen de Dios.
Es bien sabido que esa respuesta de Jesús, “mi reino no es de este mundo”, ha sido manipulada una y otra vez, hasta hoy en día. Se han valido de estas palabras para rechazar toda palabra iluminadora de la iglesia acerca de la realidad socio- política.
Quién ha vivido este rechazo en carne propia, sin duda, ha sido Monseñor Romero. Tal vez, precisamente por esto supo definir con una claridad total, lo que es el reino del que habla Jesús, definiendo tanto su dimensión histórica como su dimensión trascendental. Es, a juicio de M. Romero, importante tener toda la claridad sobre la dimensión trascendental del reino sin descuidarse para nada de la dimensión histórica.
Me refiero a lo que dijo en su discurso pronunciado en Lovaina con motivo del Doctorado Honoris causa que, a él, fue conferido en la Universidad de Lovaina, el dos de febrero 1980.
Por su importancia y su claridad, cito un fragmento de ese discurso:
“En nombre de Jesús queremos y trabajamos naturalmente para una vida en plenitud que no se agota en la satisfacción de las necesidades materiales primarias y no se reduce al ámbito de lo socio–político. Sabemos muy bien que la plenitud de vida solo se alcanza en el reino definitivo del Padre y que esa plenitud se realiza históricamente en el honrado servicio a ese reino y en la entrega total al Padre. Pero vemos con igual claridad que en nombre de Jesús sería una pura ilusión, una ironía y en el fondo la más profunda blasfemia, olvidar e ignorar los niveles primarios de la vida que comienza con el pan, el techo y el trabajo.
Donde el pobre comienza a vivir, donde el pobre comienza a liberarse, donde los hombres son capaces de sentarse alrededor de una mesa común para compartir, ahí está el Dios de la Vida.” (ahí se hace presente el reino)
La Fiesta de Cristo Rey del Universo nos da siempre la oportunidad para aclarar la propia naturaleza del reino que constituye el proyecto principal de Jesús.
Sin embargo, relacionar a Jesús con el término rey no es lo mejor. El término tiene demasiado color político y confunde, poniendo a Jesús entre los poderosos del mundo y esto, como hemos entendido, no es su lugar.
Intuyo que podría ser mejor referirse a Jesús como nuestro Señor, y como reiteradamente hemos dicho, el único que debe mandar en nuestra vida, el único a quién debemos obedecer.
Y para concluir.
Los Papas con la instauración de la fiesta de Cristo Rey, pretendían recuperar un espacio perdido. Esto no debe ser el interés de nosotros. Los seguidores de Jesús no deben ser guardianes de la verdad sino testigos; no son propietarios de la verdad, sino testigos.
Su quehacer, así lo dice José Antonio Pagola, no es disputar, combatir y derrotar a los adversarios sino vivir, día a día la verdad del evangelio; no consiste tampoco en imponer su doctrina, controlar la fe de los demás, o pretender tener razón en todo; debe vivir convirtiéndose a Jesús.
La iglesia atraerá a la gente cuando vean que nuestro rostro se parece al de Jesús y que nuestra vida recuerda a la suya.
Padre Rogelio Ponseele
Referencia