Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros
Fecha: Domingo 15 de mayo de 2022
Ciclo Litúrgico: Ciclo C – 5° Domingo de Pascua
Evangelio según san Juan: 13, 31-35
Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de estar con vosotros.
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros».
Homilía
En el evangelio, Jesús hace referencia a su glorificación y la de su Padre. Con esto se refiere a su muerte que está por suceder. De ahí que sus palabras en este evangelio son palabras de despedida y como tal cobran una relevancia trascendental.
Jesús deja a sus discípulos y discípulas como testamento un mandamiento nuevo: “ámense unos a otros como yo les he amado”. Evidentemente lo novedoso está en la segunda parte (como yo les he amado).
La sociedad en la que van surgiendo las pequeñas comunidades cristianas utiliza, de preferencia dos términos, para referirse al amor. Uno es el término filial con el cual se refieren al cariño, la amistad, el afecto hacia parientes y amigos. Y el otro es el término eros con el cual se refieren al amor apasionado entre el hombre y la mujer.
Los primeros cristianos dejan en desuso a estos dos términos y hacen uso del término ágape, un término desconocido al cual van dando ahora un contenido nuevo y original. Se nota el esfuerzo de los primeros cristianos para que la gente no confundiera con cualquier otra cosa el amor inspirado en Jesús.
El amor que practica Jesús tiene unas características muy propias.
1. Es un amor universal; no excluye a nadie.
2. Es un amor dirigido, de manera prioritaria, a los débiles, los vulnerables y necesitados.
3. Es un amor a cambio de nada.
4. Es un amor que busca el bien integral de la persona amada, y la buena convivencia entre todos y todas.
5. Es un amor capaz de dar la vida o de dar de la vida.
Es ese amor con todas estas características que resulta el distintivo principal de los seguidores y seguidoras de Jesús.” La señal por la que conocerán que son discípulos míos será que se amen unos a otros.
Desde la perspectiva de este evangelio quisiera decir una palabra acerca de la familia, la iglesia y la sociedad en la cual vivimos.
En la familia cristiana debe prevalecer el amor, por supuesto. Muchas familias lo logran, no a la perfección, pero si en gran medida. Sin embargo, debemos estar siempre vigilantes. Con el tiempo que va transcurriendo el amor puede volverse frio, rutinario, indiferente. Al constatar esto debemos reaccionar de inmediato y ver cómo debemos darle un nuevo impulso al amor familiar.
En cuanto a la iglesia. Ella debe ser una comunidad de amigos.
De buena fe los cristianos y cristianas se han visto a sí mismos como una familia, lo cual estimula, sin duda, la fraternidad entre todos sus miembros. Sin embargo, ver a la iglesia como una familia también incluye un riesgo.
En una familia hay padres y también hay hijos e hijas sometidos a sus padres.
Aplicándolo a la iglesia: hay padres (Papa, obispos, sacerdotes) y también fieles, sometidos a los padres. Y así surge una iglesia jerárquica donde la amistad entre todos y todas desvanece y se destaca más bien la autoridad, la disciplina, y la subordinación.
En cambio, entre amigos se cultiva la igualdad, la reciprocidad y el apoyo mutuo.
En este sentido, mejor ver a la iglesia como una comunidad de amigos que como una familia.
Y la sociedad.
José Antonio Pagola hace el siguiente comentario y cita a Erick Fromm un psicoanalista alemán.
“Vivimos en una sociedad donde se ha venido imponiendo la cultura del intercambio. Las personas se intercambian objetos, servicios y prestaciones. Con frecuencia se intercambian, además, sentimientos, afectos y hasta amistad. Sin embargo, Erick Fromm llegó a decir que el amor es un fenómeno marginal en nuestra sociedad contemporánea. La gente capaz de amar es una excepción.”
Y como está, más en concreto, ¿la sociedad salvadoreña?
Yo soy uno de aquellos que pensaba en mis adentros, a no más ser elegido Bukele como presidente, este, tal vez, si logrará componer nuestro país. A estas alturas ya no lo veo, para nada. Creo que cada vez más nos vamos distanciando de una sociedad donde prevalezca el amor y se consolide una buena convivencia entre todos y todas.
Fundamentando mi opinión (evidentemente respetando toda opinión diferente) quisiera señalar tres cosas:
1. Centrando el poder en una sola persona no es saludable. Me da marea cada vez que oigo decir que van a aprobar una ley propuesta por el presidente con dispensa de trámites, es decir, sin discutirla. ¿No es mejor una ley consensuada entre varios, es decir, una ley enriquecida con el parecer de unos y de otros? Cada día es más evidente que estamos frente a un régimen autoritario.
2. Me preocupa que ni se menciona la necesidad de reformas estructurales. Un cambio real del país pasa por reformas estructurales, esto era al menos la idea de M. Romero, nuestro santo. Dicho sea de paso, a él tampoco se menciona en círculos gubernamentales.
M. Romero propuso al presidente de aquel entonces un diálogo y decía de la manera más respetuosa: ”El diálogo que se iniciaría en ese clima de justicia y confianza, de cara al bien común del pueblo, de ninguna manera buscaría privilegios, ni se basaría en competencias de carácter político, sino que tendería a esa sana cooperación entre Gobierno e Iglesia para la creación de un orden social justo, eliminando progresivamente las estructuras injustas y promoviendo los hombres nuevos que el país necesita para manejar y vivir en las nuevas estructuras de la justicia, de la paz y del amor.”
3. Es muy cuestionable, la manera de querer resolver el problema de la delincuencia mediante una violenta represión, dirigida, de igual manera, a culpables y no culpables.
No es ningún motivo de orgullo el hecho que, a nivel mundial, somos el segundo país con el mayor número de encarcelados.
El problema delincuencial es un problema social, lo cual no se resuelve con represión ¿Cuántas oportunidades se les ofrece a los y las jóvenes para que puedan conquistar un lugar digno dentro de la sociedad? ¿Qué acceso tienen los y las jóvenes al mercado local? Como cumplimos, la familia, la comunidad, la iglesia y la sociedad el deber que tenemos de acompañar, orientar y educar a los y las jóvenes, etc.…
Ojalá un día se toma en serio al problema delincuencial como un problema social.
El País, nuestro país no va bien, tomemos conciencia de esto y desde donde estamos hagamos lo que podamos.
A modo de conclusión.
En esta misa tenemos presente a las madres,
Realizamos la plegaria eucarística para que Dios colme de abundantes bendiciones a las madres que están con nosotros y dé vida plena a quienes ya partieron.
Al final tendremos un pequeño convivio.
Desgraciadamente la historia no ha cambiado mucho.
-Siempre hemos visto a las madres, llorando en medio de la pobreza, haciendo milagros en la cocina, para que no faltara a su esposo y a sus hijos e hijas lo mínimo para la subsistencia.
-Hemos visto a las madres llorando cuando sus hijos e hijas partieron para luchar o cuando cayeron en esta misma lucha.
-El 10 de mayo de nuevo vimos a las madres, ahora, frente a las cárceles, llorando, porque a sus hijos los han llevado presos.
Estas lágrimas son expresión de una inmensa tristeza y a la vez de coraje, y por ende de un profundo amor. Como dice la sagrada escritura, “solo el amor de Dios supera el amor una madre”. Ella es para todos nosotros y nosotras un ejemplo de cómo vivir, practicar el testamento que hoy nos dejó Jesús en el evangelio: ámense unos a otros, como yo les he amado.
Padre Rogelio Ponseele