La situación no era fácil, había acoso militar permanente a la zona, lo cual les obligaba a todos y todas, a guindear una y otra vez. El sacerdote estaba consciente, que en estas circunstancias no se pudo hacer más que acompañar, se esforzaba por compartir la vida de los guerrilleros: a veces hacía la limpieza del campamento, estuvo moliendo el maíz, ayudaba a hacer pozos antiáeros, iba a dejar comida a la línea de fuego, y acompañaba en las guindas.
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<div class="mp-frame-header" style="background-color: #979A9A797D7F; color:#fff;">Cita: P. Rogelio Ponseele. Entrevista realizada en la casa de CEBES Perquín 2018.<br /></div>
<div class="mp-frame-body"><div style="color:#000; font-weight:; text-align:;">''“Aprovechaba algunos momentos más tranquilos para visitar al- gunas comunidades. Celebraba la misa y organizaba una especie de convivencia con juegos recreativos y baile, momentos que la población y los compas, que pudieron asistir, valoraban como un respiro en medio de la guerra”.''</div>
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Los años 80 y 81 no fueron fáciles. Entre otras cosas sucedió la masacre de El Mozote, pero esto hizo pensar que la presencia cristiana en el frente de guerra era más que necesaria y fuera solo, en medio y a pesar de todo, para alentar la esperanza.
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</span> <span style="color:#1F618D; font-weight: bold;">[[La_legitimidad_del_trabajo_pastoral_en_el_norte_de_Morazán|<span class="plainlinks" style="color:#1F618D;"><font class="boton-grey" style="font-weight: bold; font-size:100%;">Capítulo Anterior</font></span>]]</span>
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