Perdí mi trabajo, pero di gracias a Dios por ello. Porque el vino de la eterna juventud fue el culpable, había consumido todo mi tiempo, mi energía y mi genio, poco a poco comenzó a matarme. Enfermo y sin trabajo, regresé a la casa de mamá después de siete años de ausencia; ella me salió a recibir muy triste, y llorando me dijo: ¿Por que volviste? Para nosotros hace siete años moriste intoxicado en los laboratorios donde trabajabas y autorizamos que tu cuerpo fuera donado a la Universidad para efectos de estudios como lo habías pedido y tramitado previamente.
'''''Edgar Iván Hernández, cuentista salvadoreño. Cojutepeque, 1965'''''