''Eso fue terrible porque murieron muchos compas. Nosotros en la guerra tuvimos una convivencia bien linda, nos queríamos como hermanos con los compañeros. Yo les cuento a mis hijos, que dormíamos todos juntos y había mucho respeto, ni por molestar le tocaban a uno, algo bien precioso, que ahora no hay eso, era una vida bien bonita y nos queríamos. Estábamos dispuestos hasta a dar la vida por los compañeros. Y en la ofensiva murieron tantos que fue tremendo, muy duro para todos.''
''Después de la Ofensiva, además hubo un gran cambio, porque como fueron pocos los compas viejos que quedaron, vinieron jóvenes de Honduras y ya no fue lo mismo, ya no se tenía esa convivencia de amor y solidaridad como con los compas viejos. Eso sí, había sido un gran triunfo porque se demostró la capacidad que tenía la guerrilla, y por eso se consiguió que se sentasen a negociar. Pero cuando terminó la Ofensiva todavía no sabíamos si era posible llegar a eso, y la guerra seguía. Yo continuaba como radista, estuve un tiempo de radista con Marianita, pero salí de nuevo embarazada, y le dije a mi compañero de vida que ya no quería estar más en la guerra. Ya había vuelto la gente de El Refugio, también mi mamá con mi hija y me fui con ellas a tener a mi segunda hija. A mi esposo le explotó cerca una bomba en El Cacahuatique y le sacó fuera de combate, y como secuela le quedó un fuerte dolor de cabeza. Entonces cuando yo estaba todavía embarazada a él le mandaron a San Salvador para tratarse. Poco después ya se firmaron los Acuerdos de Paz y nos desmovilizamos, y nos vinimos a vivir aquí, a Tierra Colorada y yo salí embarazada de mi tercer hijo. A nosotros no nos dieron nada, solo algunas cositas, pero ni tierras, aunque nos dieron 15.000 colones y con eso compramos esta casita, donde vivimos ahora.''[[Archivo:Emi.png|miniaturadeimagen|''Emilia con su nieto''|223x223px]]''Tuvimos siete hijos, pero mi esposo murió hace diez años de un infarto, siempre le molestaba ese dolor de cabeza. En esos tiempos estaban gobernando los de Arena y además en ese tiempo no había medios. Después de su muerte me quedé yo sola con mis hijos, todos pequeños. Cuando nos desmovilizamos mi esposo trabajaba haciendo leña y con la milpa. Como yo seguí estudiando cuando volví a Colomoncagua a tener a mi hija, pues acabé trabajando con niños. Así que cuando terminó la guerra comencé a trabajar con PADECOM PADECOMS dando clases a niños y después trabajé con el gobierno en Alfabetización de Adultos, pagaban poco, pero era un buen trabajo y me gustaba. Ahora ya no es posible, porque lo hacen los alumnos de la Universidad como trabajo social y ya no necesitan profesores. Ahora son mis hijos los que trabajan, uno de mis hijos es motorista de la ambulancia, y el otro trabaja en La Tejera en una ferretería, y el más pequeño también trabaja en otra ferretería.''
'''''“La guerra nos ayudó a las mujeres a avanzar en derechos”'''''