Ámense los unos a los otros como yo los he amado

De CEBES Perquín

Fecha: 19-05-2019.

Ciclo Litúrgico:  Ciclo C - Domingo 5º de Pascua.

Temas: Amor desinteresado, Carácter servicial.

Evangelio según  san Juan (13, 31-35)

Cuando Judas salió del cenáculo, Jesús dijo: "Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará.

Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado; y por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos''.

Resumen:

Hemos tenido una reflexión en torno al nuevo mandamiento que nos ha dejado Jesús, con el nuevo testamento: ámense los unos a los otros como yo los he amado.
El amor es lo mas fundamental, es lo mas decisivo, el amor que debemos  practicar con radicalidad en la pareja, en la familia, en la comunidad y junto a nuestro pueblo.

Homilía:

Queridos hermanos y hermanas: Jesús habla de su glorificación: será glorificado y Dios se glorificará en él. A la vez Jesús se está despidiendo, pues, dice” pocos días todavía estaré con ustedes” y deja como testamento a los discípulos, el nuevo mandamiento: ámense los unos a los otros como yo los he amado”” lo novedoso está en la segunda parte. De que tenían que amarse mutuamente, esto ya sabían los judíos, lo novedoso era lo que sigue, como yo les he amado…

En tiempos de Jesús habían diversos términos para referirse al amor. Se utilizaba la palabra “filia” para referirse al amor entre personas cercanas, entre amigos y parientes.

Se utilizaba la palabra “eros” para referirse al amor apasionado entre hombre y mujer cuando se hacen novios y después pareja.

Los  discípulos y los cristianos en general, de aquel entonces, se apartan de  esta terminología e introducen al lenguaje común, la palabra ágape, que debemos entender como un amor incondicional ,así como el amor de Jesús, que nosotros como seguidores debemos practicar también.

Tiene tres características.

En primer lugar es un amor desinteresado. El interés está en hacer feliz al otro. Buscar el bien del otro. Así los cristianos se recordarán de Jesús: aquel que pasó por la tierra, por este mundo, haciendo el bien, practicando el amor desinteresado.

En segundo lugar: muy evidente, en la práctica de Jesús, el carácter servicial del amor entendido como ágape: se trata de servir, no de servirse. Decía Jesús: ”Yo no he venido a ser servido sino a servir.”

En tercer lugar se trata de un amor que no excluye a nadie más bien incluye a todos, sin excepción. Jesús hace sitio en su corazón, en su vida, a aquellos que no tienen sitio en la sociedad y que no experimentan amor alguno de nadie.

Hasta aquí las características del amor incondicional de Jesús: un amor desinteresado, un amor servicial y un amor incluyente. Es este amor que debemos practicar.

Un espacio oportuno para practicar el amor es la iglesia. La iglesia, y en esto se ha insistido bastante, debe ser como una familia. Es un concepto muy bueno, porque estimula la fraternidad, el amor entre todos y todas.

Poco a poco se ha venido haciendo mal uso de este concepto ,resaltando la responsabilidad de unos y de otros y haciendo una separación entre, por un lado, el papa, los obispos ,los sacerdotes, y por otro lado, los hijos e hijas fieles. A los primeros les toca mandar y a los segundos les toca obedecer. e pierde un tanto, la fraternidad y la igualdad que debe existir entre todos sus miembros. Y así es como se va enfatizando en una iglesia jerárquica, donde unos mandan y otros obedecen. Es necesario ir recuperando la verdadera imagen de la iglesia en la que prevalece, antes que nada ,el amor entre unos y otros.

Dicho sea de paso, durante el  momento del intercambio del saludo de la paz, veo que ustedes manifiestan el aprecio que tienen unos a otros. Porque hacen ese saludo no por rutina, no  porque es parte de la misa sino porque sienten, de verdad, aprecio a los demás con quienes domingo a domingo se reúnen para celebrar la misa.

Debemos practicar también el amor (ágape) más allá de la iglesia. Podríamos pensar  que tenemos una ventaja, de cara a  la salvación, frente a los no creyentes. Pero no es tan así. La salvación no pasa por el templo, por el culto, por la fe que profesamos, pues, lo único que nos salva es el amor al prójimo Esto es lo más fundamental. Esto es lo más decisivo. Jesús nos lo explica en aquella parábola del juicio final(Mateo 25).A unos los llama benditos, no porque tienen fe, no porque van al templo, no porque participan en el culto, no porque pertenecen a la iglesia…no por eso los llama benditos. Los llama benditos, porque sintieron compasión y se solidarizaron con  los hambrientos, los sedientos, los extranjeros etcétera y a otros los llama malditos, no, porque no han tenido fe o porque no participaron en el culto; no, porque no profesaron tal o tal fe sino sencillamente porque no sintieron compasión para con sus hermanos necesitados y no fueron capaces de solidarizarse con ellos. Este evangelio ,esta parábola, nos está diciendo una gran verdad: la salvación está en el amor al otro, al hermano, pues, seremos juzgados al final por el amor que hayamos tenido o no ,a nuestros hermanos y hermanas . Esto es lo fundamental.

Una parábola que encontré  casualmente, dice, que un rabino, según el decir de la gente,. cada mañana, ascendió al cielo. Alguien que no creía eso decía, que todo no era más que una burla. Una mañana antes de madrugar  se puso a espiar  y entonces vio al rabino saliendo de su habitación y metiéndose al bosque. El hombre lo siguió y vio al rabino recogiendo leña, y cómo echaba la carga sobre la espalda para llevarla a Débora una anciana enferma que vivía sola. Se acercó a la habitación de la anciana y miró por la ventana. El rabino estaba arrodillado en la tierra, encendiendo el fuego de la estufa.

Cuando la gente preguntó al hombre que había descubierto con respecto a la cotidiana ascensión al cielo del rabino, respondió: es cierto y hasta podemos decir que cada mañana sube aún más allá del cielo. Ciertamente una parábola sencilla pero con un gran mensaje sobre lo decisivo del amor

Y por último: es el amor que da sentido y profundidad a nuestra vida. Solo hay que leer el capítulo 13 de la primera carta de San Pablo a los corintios:

“Si hablara todas las lenguas de los hombres pero me  falta el amor, sería como bronce que resuena o campana que retiñe”

Ese capítulo deberíamos  memorizar y sobre todo practicar. Es lo decisivo, practicar, a ejemplo de Jesús el amor, entendido como ágape, como amor incondicional.