¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios

De CEBES Perquín

Fecha: Domingo 09 de octubre de 2022

Ciclo Litúrgico: Ciclo C – 28° Domingo del Tiempo Ordinario

Evangelio según San Lucas: 17, 11-19

Una vez, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros».

Al verlos, les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes».

Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias.

Este era un samaritano.

Jesús, tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?».

Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado».

Homilía

Jesús, caminando hacia Jerusalén, en la frontera entre Galilea y Samaria, se encuentra con un grupo de leprosos. Tal como manda la ley se quedan a distancia y de lejos le gritan : ten compasión de nosotros.

Piden a Jesús lo que no le da la sociedad, cierta consideración hacia ellos. Tratándose de una enfermedad muy contagiosa, la sociedad había establecido en torno a ellos una normativa muy rígida: deben excluirse de su comunidad y aún de su grupo familiar; al encontrar en el camino algunas personas sanas deben mantener, frente a ellas, una considerable distancia; en caso de considerarse curado de la enfermedad deben pasar a revisión con los sacerdotes, recibir de ellos una constancia del hecho de su curación y un permiso para volver a su comunidad y su familia. Viendo a estos hermanos, a Jesús le mueven las entrañas, y sin más les manda a presentarse ante los sacerdotes. En el camino los diez quedaron limpios. Aquí pudiera haberse concluido el evangelio.

Pero a Lucas, el evangelista le interesa destacar la reacción de uno de ellos. Ve que está curado. Y de inmediato vuelve donde Jesús. En el camino de regreso, a gritos alaba a Dios. Y encontrándose de nuevo con Jesús se arrodilla frente a él y le da las gracias. Jesús aprecia el gesto de aquel y lamenta la actitud desagradecida de los demás. Pregunta: ¿No han quedado limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están?Además destaca que el que volvió no era precisamente un hijo apreciado del pueblo de Dios, sino un extranjero, un samaritano, a quien los judíos llaman pagano.

Me parece que el evangelio da pie para una reflexión sobre lo deseable que es mantener en la vida una actitud agradecida.

Se suele decir que esa virtud, saber agradecer lo recibido, se ha, en nuestras relaciones humanas, un tanto debilitado. Todo parece que algunas situaciones, que quisiera mencionar a continuación nos indican esto.

1. En nuestra civilización mercantilista, cada vez hay menos lugar para lo gratuito. Todo se intercambia, se presta, se debe o se exige. Lo gratuito se queda bajo la sospecha, pues, así se piensa, nadie hace nada sin remuneración o recompensa. Y entonces, si no existe la gratuidad, no hay por qué agradecer. Aún con Dios podemos establecer un especie de contrato: Yo te ofrezco oraciones y sacrificios y tú me aseguras tu protección; yo cumplo lo estipulado y tú me recompensas. Lo que podrá suceder, entonces, es el resultado de un contrato. Ciertamente una práctica totalmente equivocada, que quita aún ante Dios todo espacio para la alabanza y la acción de gracias.

2. Parece que los seres humanos sabemos muy bien cuál es la responsabilidad del otro, de los padres, de la comunidad, de quienes trabajan en la pastoral, del gobierno, de la alcaldía, del funcionario, del profesional, y de cualquier organización social; Si en algo nos benefician, únicamente, están cumpliendo con su deber, con su responsabilidad. De nuevo no hay nada que agradecer. Lo equivocado de esto podemos entender perfectamente bien. Por ejemplo, sí es responsabilidad de los padres darles a sus hijos e hijas una buena educación. Pero ¿cómo no vamos a agradecerles a nuestros padres si se han esforzado por cumplir con esta sagrada tarea.

3. Nosotros, y con alguna razón, tal vez, hemos adquirido una mirada despectiva hacia la alabanza. Nos parece que, a veces, se vale de la alabanza para huir del compromiso. Sabemos que lo uno no excluye lo otro. Pero, dar una excesiva importancia a la alabanza, lleva a que sustituya al compromiso, que debe ser siempre prioritario. La cuestión es tal vez buscar un sano equilibrio entre ambos.

4. Cuando evaluamos una actividad realizada, llama la atención que el espacio donde colocamos los aspectos negativos más rápido se llena que el espacio donde colocamos las cosas positivas. Tal vez, y no se explica por qué, nuestra mirada se enfoca más fácilmente en lo negativo que en lo positivo. Y esto igualmente quita espacios para la alabanza y la acción de gracias.

Es bueno frente a esa tendencia a enfocarse primero en lo negativo, colocarnos en esta vida con una actitud positiva. Hay muchas cosas para asombrarse, dice Pagola,” el sol de cada mañana, el misterio de nuestro cuerpo, el despertar de cada día, la amistad que nos brindan las personas, la alegría del encuentro, el gozo y el placer, el descanso reparador, la música, el deporte, la naturaleza, la fe, el hogar etc. Debemos estar atentos para acoger lo bueno, lo hermoso, lo positivo de la vida

En este mismo sentido nos orienta una linda parábola de Tony de Mello, titulado pedir un espíritu contentadizo. “El Señor estaba tan harto de las continuas peticiones de su devoto que un día se apareció ante él y le dijo : ”He decidido concederte las tres cosas que desees pedirme. Después no volveré a concederte nada más”.

Lleno de gozo, el devoto hizo su primera petición sin pensárselo dos veces. Pidió que muriera su mujer para poder casarse con una mejor. Y su petición fue inmediatamente atendida.

Pero cuando sus amigos y parientes se reunieron para el funeral y comenzaron a recordar las buenas cualidades de su difunta esposa. El devoto cayó en la cuenta que había sido un tanto precipitado. Ahora reconocía que había absolutamente ciego a las virtudes de su mujer. ¿Acaso era fácil encontrar otra mujer tan buena como ella? De manera que pidió al Señor que le volviera a la vida. Con lo cual solo se quedaba una petición que hacer. Y estaba decidido a no cometer un nuevo error, porque esta vez no tendría posibilidad de enmendarlo. Y se puso a pedir consejo a los demás. Algunos amigos le aconsejaron que pidiese la inmortalidad. ¿Pero de qué le sirve la inmortalidad-le dijeron otros-si no tenía salud? ¿ y de que servía la salud si no tenía dinero, si no tenía amigos. Pasaban los años y no podía determinar qué era lo que debía pedir : ¿vida, salud, riquezas , poder, amor? Al fin suplicó al Señor:”por favor aconséjame lo que debía pedir?”

El Señor se rió al ver los apuros del pobre hombre y le dijo: “PIDE SER CAPAZ DE CONTENTARTE CON TODO LO QUE LA VIDA TE OFREZCA, SEA LO QUE SEA”.

Padre Rogelio Ponseele

Referencia