La legitimidad del trabajo pastoral en el norte de Morazán

De CEBES Perquín

El Padre Esteban Velásquez coincidió con el Padre Rogelio en los últimos años de la guerra, desde el año de la ofensiva final en 1989 hasta un año después de la firma de los Acuerdos de Paz, en 1993. En los primeros meses del 2021, el Padre Esteban escribió una serie de relatos que ayudan a entender aquellos momentos de incertidumbre para la continuidad del trabajo pastoral en la zona norte de Morazán.

Cita: Padre Esteban Velásquez. Memoria escrita en diciembre de 2020.
“Me viene a la mente lo que me contaron de cuando Monseñor Urioste, heredero espiritual de Monseñor Romero, al que muchos hubieran deseado como su sucesor, fue a visitar a Morazán y, al llegar a ti, Rogelio, se arrodilló para darte las gracias, emocionado por lo que habías hecho Por el pueblo salvadoreño era totalmente justo ese reconocimiento.

En esa zona de guerra, habitaban alrededor de 25,000 campesinos sin ninguna atención pastoral oficial. Habían varias parroquias totalmente abandonadas y sin ningún trabajo de párroco alguno en los siguientes pueblos: Joateca, Jocoaitique, Arambala; una parte de Meanguera, Perquín con su gran anexo en la montaña de los caseríos que forman parte del llamado bolsón de Nahuaterique; San Fernando y Torola. De hecho, aquella población cristiana hasta la médula no hubiera tenido sacramentos ni atención pastoral eclesial durante los 12 años de Guerra sin nuestra presencia.

Nosotros considerábamos que, si un ejército tenía Capellanes Militares para la atención espiritual de sus soldados, también tenía derecho el otro ejército a tener sus Capellanes; tanto los soldados del ejército gubernamental como los guerrilleros eran en su mayoría cristianos y tampoco ellos (los guerrilleros), lo mismo que la población civil hubieran tenido en toda la guerra ninguna otra atención espiritual si nosotros no hubiéramos estado allí”.