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, 20:07 14 mar 2022
'''Fecha:''' Domingo 01 de agosto de 2021.
'''Ciclo Litúrgico:''' Ciclo B – 18° Domingo del Tiempo Ordinario
'''<big>Evangelio Según San Juan (6, 24-35)</big>'''
En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?».
Jesús les contestó: «En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios».
Ellos le preguntaron: «Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?».
Respondió Jesús: «La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado».
Le replicaron: «Y qué signo haces tú, ¿para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer”».
Jesús les replicó: «En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo»
Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan».
Jesús les contestó: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás».
== Homilía ==
Jesús debe haber sido una figura muy atractiva. Lo buscan incansablemente hasta encontrarlo. Pueda ser porque Jesús trataba muy bien a la gente, o porque sus mensajes tenían mucho que ver con las inquietudes y las aspiraciones de la gente o porque supo cómo aliviar el dolor que les afectaba.
Esta vez, la motivación de la gente es otra, lo buscan porque ayer Jesús había distribuido el pan a todos y todas que se habían congregado en torno a él, y pudieron comer hasta saciarse. Querían verlo, otra vez, repartiendo el pan. Según el evangelista, Jesús con toda franqueza les dice: “Ustedes me buscan porque han comido pan hasta saciarse”.
Jesús dice una verdad, pero sin reproche, ni desprecio. También para Jesús el pan material era muy importante. El mismo les enseñó como tenían que pedirle a Dios el pan de cada día.
En muchos países como también en nuestro país el conseguir el pan para que todos y todas puedan vivir dignamente, requiere una lucha tremenda, pues supone un cambio estructural. Planteando M. Romero, la necesidad de un cambio estructural llama la atención su lenguaje delicadísimo con que aborda el tema: dice ”el diálogo que se iniciaría en ese clima de justicia y confianza, de cara al bien común del pueblo, tendería a esa sana cooperación entre gobierno e iglesia para la creación de un orden social justo, eliminando progresivamente las estructuras injustas y promoviendo “los hombres nuevos” que el país necesita para manejar y vivir en las nuevas estructuras de la justicia, de la paz y el amor”.
Un enfoque y un lenguaje que actualmente mucho nos hace falta.
En esta breve conversación entre Jesús y la gente sale igualmente el tema del maná, otra especie de pan que Dios le dio a su pueblo caminando en el desierto.
La historia la conocemos y la comprendemos muy bien.
El pueblo de Israel, después de haber salido de la esclavitud de Egipto y después de haber atravesado el mar rojo, sigue caminando por el desierto, en búsqueda de la tierra prometida. Les toca un camino difícil y muy agotador. A veces ni hay para comer. Murmuran y manifiestan su malestar a Aarón y Moisés. Les decían: “Ojalá Yavé nos hubiera hecho morir en Egipto. Allí nos sentábamos junto a las ollas de carne y comíamos pan en abundancia. Ustedes en cambio nos han traído a este desierto en que todo ese gentío morirá de hambre”.
Ante la súplica de Moisés y para ayudar al pueblo hace llover pan de cielo, el maná. El pueblo se alimentó con este pan y siguió su camino hacia la tierra prometida.
El maná fue necesario, importante igual como el pan material lo es para nosotros, pero no resuelven todo. Los y las que comían el maná y nosotros, nosotras que comemos el pan material volvemos a tener hambre.
Lo conversado hasta ahora solo fue introducción. Jesús continúa la conversación, refiriéndose a él mismo como el pan que ha bajado del cielo y que da vida al mundo. Y este pan si resuelve.
Dice Jesús literalmente: “Yo soy el pan de vida, el que viene a mí nunca tendrá hambre y él que cree en mí nunca tendrá sed”.
Sin duda alguna la gente quedaba sin entender. Lo dicho sobre el pan material y el maná, si lo entendían. La afirmación última tan tajante estaba fuera de su alcance entenderlo.
Nosotros, nosotras tratamos de entenderlo de la siguiente manera.
Creer en Jesús al fin y al cabo no es, sino, seguir su ejemplo.
Ahora vivir como Jesús vivió es vivir a plenitud. Nos da la vida hoy y siempre.
Queda la interrogante: ¿cómo se debe entender lo de vivir como Jesús vivió? Una y otra vez, lo hemos tratado de entender de la siguiente manera.
Vivir como Jesús vivió.
- Es vivir, día a día, con esta misma pasión por la verdad y la justicia;
- Es vivir como él, con ese mismo amor predilecto por los más pobres entre nosotros;
- Es perseverando, como él hasta el final de su vida, en hacer el bien aún en medio de tantas situaciones adversas;
- Es, a ejemplo de él, dar la vida o dar de nuestra vida y a fin de que otros muchos tengan vida y vida abundante;
- Es vivir con esta misma profunda confianza en Dios, que no nos defraudará ni en vida, ni en la muerte. Esa confianza no faltaba nunca en la vida de Jesús.
Me acuerdo que durante los días del conflicto, en el entierro de un compañero decía estas mismas palabras con el afán de reivindicar su vida y su muerte.
El maná que alimentó al pueblo de Israel fue importante.
El pan material que nos alimenta y nos da fuerza, es importante.
El pan que es Jesús es indispensable. Al seguir su ejemplo tendremos vida, ahora y siempre.
'''Padre Rogelio Ponseele'''