Anónimo

Cambios

De CEBES Perquín
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''La gente empezó a marcharse y de los Quebrachos quedamos solo nosotros, los guerrilleros empezaron a poner emboscadas, se oían balaceras...Nosotros decidimos quedarnos porque mi abuela ya era mayor, tenía 84 años. La hijastra se fue y nunca más'' ''supimos de ella. Empezamos a sentir miedo, y un día llegó un primo nuestro y decidió hacer un tatú cerca de la casa, para que nos refugiásemos dentro si venían los soldados. Pero eso también era un problema porque si llegaban los soldados y nos veían en el hoyo nos iban a matar por vincularnos con la guerrilla. Un día llegaron los soldados y nos sacaron de la casa, nos formaron y esos hombres nos arrebataron a mi hermana y a mí y nos encerraron en la casa, pero mi abuela se fue detrás y le zampó un garrotazo al soldado, que lo que pretendía era violarnos. Recuerdo eso como si hubiese sido ayer. El soldado, que estaba endrogado, se salió. El resto de los soldados estaban en casa de un señor que se llamaba Crecencio Marquez, que ya lo habían matado. Mi papá se fue a hablar con los soldados y reclamó al jefe y a ese soldado lo sancionaron, le tuvieron todo el día al sol.''
''Nosotros continuamos allí y la salud de mi abuela, desde que pasó aquello, se resintió, se deprimió mucho y ella murió poco después. Recuerdo que murió muy tempranito, y no pudimos hacer vela ni nada, solo vinieron algunos que ya estaban organizados. Cuando murió la abuela nos fuimos al Cantón de la Joya. Eso era ya en el año 80. Nosotros estábamos muy cerca del Mozote cuando la masacre, pero gracias a dios a nosotros no nos encontraron, éramos mucha gente y estábamos cerca de los compas, vivíamos en el monte y dormíamos en casa de un señor que se llamaba Ventura Echevarría. Después de la masacre los compas nos sacaron y nos llevaron por el Totolico Tortolico para Honduras. El problema fue que llegando a la frontera, como yo ya tenía doce años, a mí no me querían dejar pasar los compas, porque ya me tenía que incorporar, pero mi mamá empezó a llorar y se puso muy triste y hablaron a saber con quién y me pasé.''
''Cuando llegamos al refugio dormíamos todavía en carpas de lona y convivíamos allí todas las familias. Había muchos niños con diarrea, con gripe, había muchas enfermedades, la comida era escasa, pero allí la pasábamos. Al principio dormíamos en el suelo, pero después armamos unas tablas para dormir mi hermana, mi mamá y yo. Mi papá estaba con nosotras, pero el hombre estaba ya bien viejito. Antes de ir a Colomoncagua, yo creo que desde los 7 años era rezadora, me sacaban en las floreadas de Mayo a rezar el rosario y lo rezaba completo, era como media líder en la Comunidad, siendo tan niña. Ya en el Campamento de Honduras hacía todas las actividades que hacían los adultos, aunque tuviese 12 años, ya casi entrando a los 13 años. Hacía tortillas, atendía a la gente en salud, y ya me dijeron que ya tenía que venirme.''
''Yo estaba contenta porque mi papá me animaba y me decía que estaba bien que viniese a defender la patria, pero él creía que la guerra iba a durar quince días. Nunca le volví a ver. Murió sin que pudiésemos despedirnos. A él le gustaba fumar puros y durante mucho tiempo, casi un año, anduve en la mochila unos puros, que regalarle algún día. Él murió en El Refugio, y como yo no sabía de su muerte seguí cargando con los puros, a pesar del mal'' ''olor que dejaron en mi mochila. Ya cuando me enteré de su muerte, meses después de su fallecimiento, porque las noticias llegaban por los correos, que tenían que hacer largos trayectos, tiré con tristeza aquéllos puros que por tanto tiempo me acompañaron.''
''Después de la guerra fui a despedirme de mi papá a Honduras, al lugar donde estaba enterrado. Yo lo quería mucho y siempre me ha costado reconocer que era “bolo.”'' ''Al principio, cuando llegamos a Morazán, estuvimos en un lugar que se llamaba Guaruma, cerca de San Fernando. Me habían dicho que mi función iba a ser dedicarme a “inyectar a los compas. ”Yo estaba tranquila.''
''Nos vinimos en Enero del 83, éramos un montón de cipotillas, pero cuando llegamos al campamento de Guaruma y vi a los hombres armados me asusté, los relacioné con los soldados. Yo era una ignorante y no imaginaba que los compas iban armados y empecé a llorar porque pensaba que me iban a matar. Y yo creía que eran los mismos que nos habían agarrado a mi hermana y a mí, y por mucho que me decían que me tranquilizase, que eran compas, yo no me calmaba. Yo los veía igual que a los otros.''
''Desde Guaruma nos trasladaron a un hospital clandestino que estaba en un lugar que le llamaban “Calavera”, que pertenece a Cacaopera. En el trayecto los compas iban pegando a un soldado que habían agarrado, y yo pensaba: “Dios miomío, eso mismo me van a hacer estos hombres a mí, ¿Y yo qué hago en medio de estos hombres?” Y no paraba de llorar. A mitad de camino decidieron que íbamos a descansar, nos dijeron que teníamos que hacer posta con uno de los compas para ir aprendiendo.''
''Mi miedo era que cómo iba a estar yo sola con un hombre, y no paraba de llorar. Me tocó hacer posta con uno de los compas y se puso a enamorarme y yo salí corriendo asustada y me lancé a los brazos de una amiga, que venía conmigo desde el refugio, ella era mayor, y yo le decía a Juanita: “¿Qué me van a hacer estos compas?, ¡yo no quiero que me digan nada!” Ella me decía que me tranquilizase, que no me iban a hacer nada.''
''El problema es que llegamos a un lugar que era un abismo, eran ya como las seis de la tarde. Y Escuchábamos a los soldados que decían “Ahí van, síganlos.” Nos comimos un cuaderno entero, donde teníamos información de la gente que nos colaboraba. Yo le dije antes al compa: “no nos vamos a dejar agarrar y nos vamos a comer este cuaderno” y nos lo comimos. El chiste es que yo le dije también al compa: “Si esos soldados vienen hacia acá no tenemos a donde correr, así que me matás a mi primero y después te matás vos, no te vayas a quedar vivo porque te van a fregar.” El compa colocó el arma junto a mi cabeza, pero yo estaba tranquila porque lo que tenía claro es que no quería que me agarraran.''
''Mientras le insistía a Amilcar que él tampoco se podía quedar vivo porque le iban a sacar información. Temía que me matase, pero luego no se atreviese a matarse él...Lo increíble es que los soldados pasaron y no nos vieron y en la noche empezamos a bajar y llegamos al Volcancillo. Eran como las dos de la mañana, y llegamos a una casa donde conocía a la gente, pero al llegar nos dijeron que los soldados estaban cerca, y tuvimos que continuarhasta continuar hasta hallar a los compas en un lugar que le llaman Arenales.''
''Al llegar allí vimos que estaban un grupo de compas, pero teníamos que identificarnos. Yo intenté convencer a Amilcar Amílcar para que les hablase, pero él me dijo que mejor era que lo hiciese yo, porque al ser mujer les iba a dar más confianza. Nos parapetamos en un palo y preguntamos que quienes eran. Como estábamos bien entrenados le pedí al compa que tirase el fusil y así lo hizo, ya nos acercamos y nos identificamos. Habíamos pasado toda una noche caminando por esos montes, solos los dos. Yo creo que ya nos habían dado por muerto a los tres.''
''Nosotros creíamos que Pulguita estaba muerto, hasta que a los 8 días apareció. Había estado camuflado, como uno más de la población, en Guachipilin de Joateca. Recuerdo que Pulguita era un hombre muy servicial. Yo estuve con paludismo mucho tiempo y había un lugar que llamaban “El Tancredo, donde enviaban a los compas que ya estaban “para estirar el hule,” para que nos dieran un poco más de alimentación. Yo estuve allí unos días, pero no me recuperé, y me acuerdo que Pulguita, subiendo el cerro de Las Pilas, cargaba con mi fusil y mi mochila, con todo. Yo tenía unas fiebres tremendas, y a pesar de que me daban cloroquina no me bajaba. Hasta que Marisol Galindo tomó la decisión de mandarme de nuevo al refugio para que me curase allí. Cuando llegamos al refugio todo el mundo nos cuidaba porque éramos “las compitas,” que veníamos de la guerra, llegó también mi prima. Pero en el Refugio había un hombre, que era el esposo de una mujer que llamaban “La Cubana,” y recuerdo que yo llevaba una pistola, y él era el que se encargaba de las armas. Yo estaba feliz de ver de nuevo a mi familia, pero el esposo de “La Cubana”, que se llamaba Santiago, empezó a acosarme y a decirme que si me acompañaba con él no tenía que volver a la guerra, que me podía quedar allá. Y yo ya no aguantaba más y un día le dije:“¡Si yo no me he acostado con ningún compa allá, que son de los verdaderos y voy a venir aquí a acostarme con semejante puerco!”''
''Decidí volver y me fui de nuevo a recuperar a El Tancredo. Más tarde me acompañé con un compa que era jefe y pedimos permiso para que me pudiese quedar embarazada. Como era jefe se podía pedir permiso. Dos meses antes de la Ofensiva me sacaron y me mandaron a la población, allá por Corinto. Fue muy difícil, yo no tenía papeles, no tenía nada, y estaba en una casa donde toda la gente era contraria menos el hermano de mi esposo. Y recuerdo que pasaban los soldados, y yo no tenía arma, allí no podía ni defenderme. Una vez estaba bañándome, con la gran panzota, en un pozo y apareció el montón de soldados y me dice una sobrina:'' ''“échese jabón en la cara que vienen los soldados.”, no pasó nada, pero a veces me tenía que esconder cuando llegaban los soldados, y yo pensaba que en una de esas pasadas se les podía ocurrir ir a catear a la casa. Eso era mucho más difícil que en la guerra, porque allí yo tenía mi arma y estaba con los compas, pero aquí no tenía nada, ni a nadie y además con la panzota, que no podía hacer nada. Ya cuando llegó el niño fue terrible, porque nadie sabía asistir un parto. Lo tuve yo sola y recuerdo que mis dolores de parto comenzaron por la noche y siguieron hasta el día siguiente por la tarde, y el niño no había nacido. Llamaron a una partera que me puso una inyección, y por suerte funcionó y el niño salió. Nació bien, pero yo no tenía nada ni para taparlo, la familia era muy pobre y no tenían nada tampoco, ni un pañal. Por lo menos podía comer de mi leche. Me daban camisas viejas para que lo vistiese como podía. Luego me dijeron que mi compañero había pasado por allí y dejó dinero para que me atendiesen y también al niño, y pidió que me cuidasen porque él no sabía si iba a volver de La Ofensiva. Yo veía que el hermano escuchaba todos los días “Radio Venceremos,” decía que era para estar informado sobre la Ofensiva, pero luego me di cuenta que estaba pendiente por si mi compañero caía y tenía que hacerse cargo de nosotros. Pero él volvió bien y lo vimos después de dos meses y para verlo vine con Toño, mi hijo, tuvimos que hacer una gran caminada. Llegamos donde estaban los compas que se alegraron mucho de ver al bebé, estábamos en Jocoaitique. Toño dormía en una champita de huerta, todo el mundo estaba bien contento de conocer al hijo de Ramón, que así se llamaba mi compañero. Mi hijo a pesar de todo estaba hermoso y sano.''
''Después me fui a la Comunidad Segundo Montes porque ya habían vuelto los refugiados y allí estaba mi mamá. Y allí se crio mi niño, que creo que tenía obesidad y le llamaban de apodo “botija” y yo me enojaba. Yo empecé a trabajar en salud, pero para desmovilizarme tuve que volver a Corinto y allí me desmovilicé, después de la firma de los acuerdos de paz.''
''Estuvimos allí dos meses y allí liberé mi estrés de la muerte de mi prima, que fue horrible. Los compas se tomaron Corinto y nosotros que formábamos lo que llamaban las fuerzas de Servicio estábamos en un lugar que llamaban EL Ruso. Entonces los compas se replegaron en donde estábamos nosotros y comenzaron a llegar los aviones y todos nos concentramos en un lugar que se llama La Quebrada del Limón. Las compas empezaron a hacer fuego para las tortillas, allí estaba la comandancia y muchísima gente, pero nos detectaron. De repente se vino un avión que llamábamos “El Chambroso”, era un avión lento. Nos dijeron que corriésemos a la quebrada porque iban a llegar aviones hacia el campamento y todo el mundo empezó a correr y allí estaba mi prima. Y yo le dije que nos fuésemos, que iban a llegar los helicópteros que iban a bombardear y ella me contestó “¡Qué miedo le tenés a la muerte!, no pasa nada,” y se quedó allí con otra compañera. Lo triste es que ese bombardeo empezó a las 9 de la mañana y eran las 5 de la tarde y seguían cayendo bombas, sobre las 2 de la tarde allí no se veía nada. Recuerdo que me habían dado unos zapatos bonitos, por primera vez desde el inicio de la guerra, y de tanto correr se me rompieron. Los soldados desembarcaron arriba y debajo de la quebrada, y con eso nos encerraban, Conseguimos salir, pero ya todo el mundo iba disperso y dicen que un compa escuchó un grito de una mujer que decía “¡Me mataron!” Creyeron que había caído yo porque nuestra voz era idéntica. Nosotros salimos al siguiente día y todos estábamos perdido, y por radio comunicaron que había dos muertos, creían que una era yo, pero se dieron cuenta que era mi prima.''
''Yo ahora puedo contar eso, porque viví ese proceso de sanación, ella era como mi hermana. Cuando las vi, a ella y a la otra amiga las habían abierto y las habían minado y yo la quería abrazar, pero los compas me decían que no podía acercarme. Hubo un tiempo que tenía un odio terrible a los soldados, quería tener algo en las manos y hacer algo en contra de ellos. Hoy le doy gracias a dios que me liberé de eso porque eso no es bueno y sé que me enfermo yo y no la otra persona, pero era muy difícil...''
''“'''Fue terrible, el ejército había clavado estacas a las compas”'''''
''Otra vez, allá en Joateca, estábamos en un lugar que se llamaba Paturla y uno de los compas me dijo que me fuese con un grupo a Arenales, pero yo no fui. Era una escuadra de siete compas, de ellos solo quedaron dos vivos. Cuando los encontramos fue terrible, le habían ensartado estacas a las compas en su bulbavulva.''
''Era horrible, horrible...Entonces nos dimos cuenta que había una gente de la población que había escondido a un grupo de fuerzas especiales del ejército, que llamaban PRALES, y ellos eran los que habían matado a los compas. Teníamos una indignación tan grande que nos dieron la orden de sacar de allí a ese gente que había escondido a los de La PRAL. La orden era sacarlos o matarlos.''
''Yo llegué con los compas y los señores temblaban y decían que ellos no habían sido, tenía tanta pena y tanta rabia que les dije que si no se iban en media hora ellos iban a pagar por lo que había pasado con los compañeros. Yo en ese momento tenía una indignación terrible, sentía que tenía que hacer algo. Pero tengo tan presente, como si fuese la foto, hoy, ver a ese señor salir solo con su ropa y con un montón de niños. Le pedí a dios que me perdonase, porque de verás no lo hice porque yo fuese mala, lo hice porque en ese momento yo tenía mucha indignación y yo sentía que ellos habían colaborado para matar a mis compas. Era muy duro, porque yo ahora me pregunto: ¿Y si mis hijos hubiesen sido esos niños? Me pregunto que fue de esa gente, dónde vivió, donde comió, no sé que pasó con ellos. Y a veces pienso que si esa gente me vuelve a ver me odiará y tendrán razón. Yo'' ''le pido perdón a Dios porque no fue mi intención, yo tenía en eso momento una ira, un coraje que para mí era lo correcto eso que estaba haciendo.''
''Después de todo eso piensas que una guerra de doce años no tiene sentido. Si nosotros no hubiésemos tenido ese amor que teníamos entre los guerrilleros, de apoyo, de solidaridad... Allí si andabas con la camisa mojada el compa que tenía una camisa seca te la daba. Era tanta la solidaridad, tan increíble que eso fue lo que nos dio fuerza para vivir todo eso. Y ahora siento dolor cuando voy a ver a muchos compas mutilados de guerra que están en una situación terrible. Fui una vez, con una amiga, a un lugar que llaman Agua Blanca, y allí nos dieron las 12 del día y no había fuego porque no había nada que comer, y eran compas, y no puedo comprender que haya compas en esa situación tan terrible. A mí no me dieron casa, no me dieron tierras, nada de eso, pero me dieron la posibilidad de abrirme a un mundo diferente. Sabía que si yo tenía las agallas podría hacer otras cosas.''
''Mi objetivo era hacer una casa y con lo que yo ahorré allí pudimos hacerla, y me vine. Mi compañero trabajaba, pero ganaba muy poco.''
''Yo recuerdo que cuando volví mis hijos y mi esposo estaban siempre pegados a mí. Mi esposo es el hermano de Mario Chocho, y vino a buscar a su hermano desde Nicaragua y lo encontró, el chiste es que también me encontró a mí y aquí se quedó. Mi cuñado es un hombre muy bueno y con mucha historia, pero vive muy enojado y eso no es bueno....''
''Cuando volví de Estados Unidos me puse a trabajar en el Perkín Lenca. En ese tiempo estaba Marisol Galindo, que era una mujer muy exigente, pero muy buena y cuando ella dejó el Perkin Lenca yo busqué otro trabajo. Empecé a trabajar en una red de mercadeo y vendemos productos naturales. Lo increíble es que son fabricados por el gobierno de Estados Unidos para la recuperación de los excombatientes del Vietnam. Y ahora yo vendo productos gringos, algo que nunca hubiese creído, pero hemos comprobado que son buenos y ayudan a la salud de la gente. Pero aquí además contamos también con gente como Mabel, por ejemplo, con ese deseo de ayudar, que es increíble...Yo creo que eso son dones que tienen las personas que lucharon.''
<br /> == '''<small>Referencias</small>''' ==