Dios hará justicia a sus elegidos que claman ante él

De CEBES Perquín

Fecha: Domingo 16 de octubre de 2022

Ciclo Litúrgico: Ciclo C – 29° Domingo del Tiempo Ordinario

Evangelio según San Lucas: 18, 1-8

En aquel tiempo, Jesús decía a sus discípulos una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer. «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.

En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a mi adversario”.

Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo: «Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme”».

Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».

Homilía

De inmediato, al oír la parábola de la viuda y el juez injusto, uno se recuerda la frase célebre de M. Romero: “la justicia es como una serpiente, pica al que anda descalzo.”

La administración de justicia en Israel comienza en los mismos orígenes de la historia del pueblo. A los ancianos designados por Moisés les tocaba hacer justicia a las víctimas frente a los violadores de la ley. En tiempos de Jesús había jueces locales. Estos jueces decidían en casos de menor importancia, en pequeños conflictos regionales. Sucedía a menudo que los ricos los compraban y no había auténtica justicia en sus decisiones,

En la parábola, la viuda acude a un juez local.

Por supuesto la viuda es una mujer pobre y desamparada, no hay nadie por ella. Acude al juez para que le haga justicia. Durante un tiempo el juez no reacciona, no teme a Dios, ni le importan sus semejantes. La viuda no se resigna, persiste en su demanda y una y otra vez vuelve a pedirle justicia. Al tiempo el juez reflexiona y decide actuar no por compasión, ni por justicia. Sencillamente para evitarse molestias y para que las cosas no vayan a más.

Según Lucas el evangelista, Jesús cuenta esa parábola para convencernos de que nuestra oración siempre debe ser perseverante. Y se pregunta, si el juez malo hace justicia a la viuda, Dios no hará justicia a sus elegidos, que le gritan día y noche? Esta pregunta es un llamado a la confianza. Hemos de confiar, hemos de invocar a Dios de manera incesante y sin desanimarnos; hemos de gritarle que haga justicia a los que nadie defiende. A esta reflexión introduce Pagola dos preguntas que no dejen de ser importantes. ¿Es nuestra oración un grito a Dios pidiendo justicia para los pobres o la hemos sustituido por otra, llena de nuestro propio yo? ¿Resuena en nuestra liturgia el clamor de los que sufren o nuestro deseo de un bienestar cada vez mejor para nosotros mismos?

No puede haber oración sin acción, ni acción sin oración. Oración y acción van juntas, se alimentan de un mismo espíritu y deben estar orientadas por las mismas actitudes. En este sentido, igual como la oración, la acción debe ser constante, paciente, e insistente. En este relato la estrategia de la viuda para ablandar al juez injusto es la de la tenacidad: insiste, viaja una y otra vez, presiona con la palabra, grita y así vence la resistencia del juez.

Hay, desde el comienzo de este mundo un sufrimiento ante el cual nuestra oración y nuestra acción han quedado cortas. ¿Por qué, interroga José Antonio Pagola, mueren millones de niños sin conocer la alegría? ¿Por qué quedan desatendidos los gritos de los inocentes muertos injustamente? ¿ Por qué no acude nadie en defensa de tantas mujeres humilladas? ¿Por qué hay en el mundo tanta estupidez, brutalidad e indignidad? En estas interrogantes hay una acusación oculta a Dios que suele mantenerse en el silencio. Solo nos quedan las palabras de Jesús “No temas, solo ten fe.” Ante tanto sufrimiento y maldad, como expresado en las interrogantes de Pagola, la sagrada escritura legitima la actitud rebelde y propone la confianza como una necesidad.

Oigamos el salmo 13, dice: ¿Hasta cuándo Señor, seguirás olvidándome? ¿Hasta cuándo me ocultarás su rostro? ¿Hasta cuándo sentiré angustia en mi alma. Y tristeza en mi corazón, día tras día? ¿Hasta cuándo mi enemigo triunfará a costa mía? ¿Señor Dios mío , mírame y respóndeme. Ilumina mis ojos para que no me duerma con los muertos, y no diga mi enemigo que acabó conmigo, no mis adversarios se alegren al verme vacilar.

(Y de repente, como pidiendo disculpas a Dios, cambia su oración en un acto de confianza) En cuanto a mí, confío en tu bondad; conoceré la alegría de tu salvación y cantaré al Señor que me ha tratado bien. Ante tanto sufrimiento y maldad es legítima (aún ante Dios) la rebeldía. Pero es necesario, en un segundo momento, que la confianza se imponga. Ella nos ayuda para seguir caminando animados y llenos de esperanza, pese a todo.

Tratando la parábola de un juez corrupto que no quiso hacer justicia a la viuda, nos ocurrió citar la frase célebre de M. Romero: “la justicia es como una culebra solo pica a quien anda descalzo” M. Romero se volvió un feroz defensor del pueblo pobre ,maltratado por el sistema judicial.” En su defensa, se apoyó a menudo en palabras de Amós y de otros profetas, con las que denunciaron los atropellos cometidos contra los infelices.

Hoy estamos presenciando un fenómeno diferente pero igualmente preocupante. Nuestro actual presidente, después de haber conseguido el poder ejecutivo, y un poco más tarde el poder legislativo, maniobró de tal manera que ahora también tiene bajo su mando exclusivo el poder judicial. Destituyó a los que estaban y puso personas afines a él. Además destituyó a un gran número de jueces. Creo que esto no es buena noticia. Estemos vigilantes.

Padre Rogelio Ponseele

Referencia