Bibliografia Rosalia de Castro
A través del follaje perenne
que oír deja rumores
extraños,
y entre un mar de
ondulante verdura,
amorosa mansión de los
pájaros,
desde mis ventanas veo
el templo que quise tanto.
El templo que tanto quise,
pues no sé decir ya si le
quiero,
que en el rudo vaivén que
sin tregua
se agitan mis pensamientos,
dudo si el rencor adusto
vive unido al amor en mi
pecho
¡Otra vez!, tras la lucha que rinde
y la incertidumbre amarga
del viajero que errante no sabe
dónde dormirá mañana,
en sus lares primitivos
halla un breve descanso mi alma.
Algo tiene este blando reposo
de sombrío y de halagüeño,
cual lo tiene, en la noche callada,
de un ser amado el recuerdo,
que de negras traiciones y dichas
inmensas, nos habla a un
tiempo.Ya no lloro..., y no obstante,
agobiado y afligido mi espíritu,
apenas de su cárcel estrecha y
sombría osa dejar las tinieblas
para bañarse en las ondas
de luz que el espacio llenan.
Cual si en suelo extranjero me
hallase, tímida y hosca, contemplo
desde lejos los bosques y alturas
y los floridos senderos donde en
cada rincón me aguardaba
la esperanza sonriendo.
Oigo el toque sonoro que entonces a mi
lecho a llamarme venía con sus ecos que
el alba anunciaban, mientras, cual
dulce caricia, un rayo de sol dorado
alumbraba mi estancia tranquila.
Puro el aire, la luz sonrosada, ¡qué
despertar tan dichoso! Yo veía entre
nubes de incienso, visiones con alas de
oro que llevaban la venda celeste
de la fe sobre sus ojos... Ese sol es el
mismo, mas ellas no acuden a mi
conjuro; y a través del espacio y las
nubes, y del agua en los limbos confusos,
y del aire en la azul transparencia,
¡ay!, ya en vano las llamo y las busco.
Blanca y desierta la vía entre los
frondosos setos y los bosques y arroyos
que bordan sus orillas, con grato
misterio atraerme parece y brindarme
a que siga su línea sin término.
Bajemos, pues, que el camino
antiguo nos saldrá al paso,
aunque triste, escabroso y desierto,
y cual nosotros cambiado,
lleno aún de las blancas fantasmas
que en otro tiempo adoramos
Tras de inútil fatiga, que mis fuerzas agota,
caigo en la senda amiga, donde una fuente
brota siempre serena y pura,
y con mirada incierta, busco por la llanura
no sé qué sombra vana o que esperanza
muerta, no sé qué flor tardía de virginal
frescura que no crece en la vía arenosa y
desierta. De la oscura Trabanca tras la
espesa arboleda, gallardamente arranca al
pie de la vereda La Torre y sus contornos
cubiertos de follaje, prestando a la mirada
descanso en su ramaje cuando de la ancha
vega por vivo sol bañada que las pupilas
ciega, atraviesa el espacio, gozosa y
deslumbrada. Como un eco perdido, como un
amigo acento que sueña cariñoso, el familiar
chirrido del carro perezoso corre en alas del
viento y llega hasta mi oído cual en aquellos
días hermosos y brillantes en que las ansias
mías eran quejas amantes, eran dorados
sueños y santas alegrías. Ruge la Presa
lejos..., y, de las aves nido, Fondón cerca
descansa; la cándida abubilla bebe en el
agua mansa donde un tiempo he creído de la
esperanza hermosa beber el néctar sano, y
hoy bebiera anhelosa las aguas del olvido,
que es de la muerte hermano; donde de los
vencejos que vuelan en la altura, la sombra
se refleja.
¡Cuán hermosa es tu vega, oh Padrón,
oh Iria Flavia! Mas el calor, la vida
juvenil y la savia que extraje de tu
seno, como el sediento niño el dulce
jugo extrae del pecho blanco y lleno,
de mi existencia oscura en el
torrente amargo pasaron, cual
barrida por la inconstancia ciega,
una visión de armiño, una ilusión
querida, un suspiro de amor. De tus
suaves rumores la acorde
consonancia, ya para el alma yerta
tornóse bronca y dura a impulsos del
dolor; secáronse tus flores de virginal
fragancia; perdió su azul tu cielo, el
campo su frescura, el alba su candor.
La nieve de los años, de la tristeza el
hielo constante, al alma niegan toda
ilusión amada, todo dulce consuelo.
Sólo los desengaños preñados de
temores, y de la duda el frío, avivan
los dolores que siente el pecho mío, y
ahondando mi herida, me desti rran
del cielo, donde las fuentes brotan
eternas de la vida.
¡Oh tierra, antes y ahora, siempre
fecunda y bella!
Viendo cuán triste brilla nuestra
fatal estrella,
del Sar cabe la orilla
al acabarme, siento la sed devoradora
y jamás apagada que ahoga el
sentimiento,
y el hambre de justicia, que abate y
que anonada
cuando nuestros clamores los
arrebata el viento
de tempestad airada.
Ya en vano el tibio rayo de la
naciente aurora tras del Miranda
altivo, valles y cumbres dora con su
resplandor vivo; en vano llega mayo
de sol y aromas lleno, con su frente de
niño de rosas coronada, y con su luz
serena: en mi pecho ve juntos el odio y
el cariño, mezcla de gloria y pena,
mi sien por la corona del mártir
agobiada y para siempre frío y
agotado mi seno.
¡Cuán hermosa es tu vega, oh Padrón,
oh Iria Flavia! Mas el calor, la vida
juvenil y la savia que extraje de tu
seno, como el sediento niño el dulce
jugo extrae del pecho blanco y lleno,
de mi existencia oscura en el
torrente amargo pasaron, cual
barrida por la inconstancia ciega,
una visión de armiño, una ilusión
querida, un suspiro de amor. De tus
suaves rumores la acorde
consonancia, ya para el alma yerta
tornóse bronca y dura a impulsos del
dolor; secáronse tus flores de virginal
fragancia; perdió su azul tu cielo, el
campo su frescura, el alba su candor.
La nieve de los años, de la tristeza el
hielo constante, al alma niegan toda
ilusión amada, todo dulce consuelo.
Sólo los desengaños preñados de
temores, y de la duda el frío, avivan
los dolores que siente el pecho mío, y
ahondando mi herida, me destierran
del cielo, donde las fuentes brotan
eternas de la vida.
¡Ya que de la esperanza, para la
vida mía,
triste y descolorido ha llegado el
ocaso,
a mi morada oscura,
desmantelada y fría,
tornemos paso a paso,
porque con su alegría no aumente
mi amargura
la blanca luz del día.
Contenta el negro nido busca el
ave agorera;
bien reposa la fiera en el antro
escondido,
en su sepulcro el muerto, el triste
en el olvido
y mi alma en su desierto.