Por qué tomas a mal que yo sea bueno

De CEBES Perquín
Revisión del 15:23 25 sep 2023 de David (discusión | contribuciones)
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Fecha: Domingo 25 de septiembre de 2023

Ciclo Litúrgico: 25º Domingo del tiempo ordinario - Ciclo A

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo  19, 30----20, 16

Jesús dijo a sus discípulos: Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros, porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña.

Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: “Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo”. Y ellos fueron.

Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: “¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?” Ellos les respondieron: “Nadie nos ha contratado”. Entonces les dijo: “Vayan también ustedes a mi viña”.

Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: “Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros”.

Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: “Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada”.

El propietario respondió a uno de ellos: “Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿O no tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?”

Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos.

Homilía

Este domingo nos toca reflexionar la parábola de los trabajadores que fueron contratados a diferentes horas, pero al final del día recibieron todos un mismo salario.

Aunque Jesús no pretende dar una clase de doctrina social, de manera indirecta hace algunas sugerencias respecto a cómo debería ser una buena empresa.

1. El empresario no debe pensar solo en favorecerse él. Las utilidades de la empresa deben ser repartidas entre él, el mayordomo (su colaborador más cercano) y sus empleados.

Incluso su preocupación debe ser, integrar a su empresa, el mayor número de trabajadores. El empresario de la parábola sale a la plaza a contratar trabajadores en la madrugada, a las nueve de la mañana, a mediodía, a las tres y a las cinco de la tarde. De verdad que desea integrar al mayor número posible de trabajadores.

A uno así, nosotros lo llamamos un empresario con sentido social.

2. Llama poderosamente la atención que el propietario no define el sueldo solo desde los méritos que podría tener el trabajador (cuantas horas ha trabajado, como ha trabajado) sino más bien desde sus necesidades.

A cada uno le da un denario. Con el denario el trabajador podría cubrir las necesidades de su familia, durante un día entero.

3. La parábola suele abogar, porque haya una buena relación entre todos los integrantes de la empresa.

No debe haber entre ellos ninguna jactancia, o envidia. Podemos decir también, no debe de haber ningún intento por explotar al obrero de parte del propietario, y ningún intento por robarle horas de trabajo al patrón, de parte del trabajador. Deben estar unidos para juntos sacar adelante los propósitos de la empresa.

Me simpatiza cuando se titula la parábola como ¨LA PARÁBOLA DEL PATRONO QUE QUERÍA TRABAJO Y PAN PARA TODOS¨.

Y ahora, trasladándonos al plano religioso.

El padre de familia, el propietario, o el empresario está ahí, en la parábola, para reflejar el rostro de Dios. Consecuente con esta imagen, Dios debe ser un Dios bueno con todos, no importa los méritos de cada uno podría tener, la recompensa es igual.

Ante la protesta de los trabajadores de la primera hora, el propietario que  representa a Dios responde:¨ ¿ y van a tener envidia porque yo soy bueno? La respuesta es la de un buen Padre, bueno para con todos sus hijos e hijas, sin excepción.

En el judaísmo en tiempos de Jesús, se produjo una progresiva corriente orientada hacia una progresiva exaltación de Dios.

Se colocaba a Dios muy por encima de todo lo humano, con quien no se podía establecer, para nada, una relación cercana o familiar.

Al referirse a Dios se hablaba: del Señor o el Señor del cielo, o rey del cielo, o Señor de los Espíritus, o Principio de los días, o Gran Gloria, Dios altísimo, todos títulos excelsos y sublimes. Entonces estaba de moda también rezar los salmos que invocan a Dios como aquel que trata a los pecadores de forma que ¨los derriba y borra su descendencia de la tierra¨.

En este contexto Jesús se refiere a Dios como Abba (Papá), Podemos decir que cambió el nombre a Dios. En el nuevo testamento, la palabra Padre, para referirse a Dios, aparece más de cuarenta veces en Mateo, más de cien veces en Juan, y más de sesenta veces en las cartas de Pablo.

Este mensaje de Jesús tan opuesto a lo que planteaba el judaísmo, tuvo que producir sorpresa en mucha gente, entusiasmo en otros y rechazo y hasta escándalo en las personas más observantes y de mentalidad más conservadora. El misterio último de la existencia no es una fuerza impersonal sino un misterio personal de bondad: Dios Padre.

Esto tiene algunas consecuencias:

1. Para el creyente, Dios, más que ser: un ser supremo, la primera causa, el primer motor, el ordenador del mundo, un ser necesario, todos conceptos de origen filosófico, Dios es entrañas de misericordia, clemente y compasivo que actúa movido por el amor de su corazón paternal.

2. No somos huérfanos, no somos unos pobres náufragos arrojados en el mar de la vida, sin rumbo, sin meta. Tenemos un Padre que nos cuida y se preocupa por nosotros, al que podemos invocar con confianza, diciéndole Padre Nuestro.

3. La idea del Padre es colectiva. Dios no es solo mi Dios, sino nuestro Dios, de todos y todas, de toda la humanidad. Y por consiguiente todos y todas somos hermanos y hermanas y así debemos tratarnos.

Llama la atención la moraleja de la parábola: ¨LOS ÚLTIMOS SERÁN LOS PRIMEROS Y LOS PRIMEROS SERÁN LOS ÚLTIMOS¨.

No debe interpretarse como una frase literaria, sin mayor contenido. Todo lo contrario, representa una crítica radical a la sociedad judía y una clara indicación desde donde y con quienes Jesús pretendía, comenzar e instaurar el reino de Dios.

Jesús conoció una sociedad dividida por barreras de separación y atravesada por complejas discriminaciones:

Según José Antonio Pagola, refiriéndose a esta división entre unos y otros..

   - Hay judíos que pueden entrar en el templo y paganos excluidos del culto.

   - Personas puras con las que se puede tratar, y personas impuras, a las que hay que evitar.

   - Prójimos a los que se debe amar y no prójimos a los que se puede abandonar.

   - Hombres piadosos, observantes de la ley y gentes malditas que ni conocen ni cumplen lo prescrito.

   - Personas sanas bendecidas por Dios y enfermos malditos que no tienen acceso al templo.

   - Personas justas y hombres y mujeres pecadores.

Todo lo que es división, discriminación y exclusión no va con Jesús.

Jesús se acerca precisamente a los más discriminados. Se sienta a comer con publicanos, se deja besar los pies por una pecadora, toca con sus manos a los leprosos, busca salvar lo que está perdido. La gente lo llama amigo de los pecadores.

Y con insistencia provocativa va repitiendo que los últimos serán los primeros.

Habrá que evaluar la sociedad en que vivimos nosotros, nosotras, y como cristianos, seguidores de Jesús, colocarnos de lado de las víctimas, de los excluidos, de los últimos.

Referencias

Liturgia del evangelio tomado de: https://www.eucaristiadiaria.cl/dia_cal.php?fecha=2023-09-24