Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno

De CEBES Perquín
Revisión del 17:33 29 mar 2022 de David (discusión | contribuciones)
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Fecha: Domingo 20 de septiembre de 2020.

Ciclo Litúrgico: Ciclo A - 25° Domingo del Tiempo Ordinario

Evangelio Según San Mateo (20. 1-16)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

«El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña.

Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo y les dijo:

“Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido».

Ellos fueron.

Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.

Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?”.

Le respondieron: “Nadie nos ha contratado”.

Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña».

Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: “Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros”.

Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Al recibirlo se pusieron a protestar contra el amo: “Estos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno”.

Él replicó a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?”.

Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos».

Resumen

Este domingo, nos tocó reflexionar la parábola de los trabajadores que fueron contratados a diferentes horas, pero al final del día recibieron todo el mismo salario.

Nos sirvió de punto de partida para señalar algunos aspectos, que todo buen empresario debería de tomar en cuenta.

Representando el propietario a Dios, nos enseña que el Dios de Jesús es un Dios bueno para todos.

Finalmente nos deja claro que Jesús y el Dios que Jesús nos revela aman a todos, pero preferencialmente están de lado de las víctimas, de los excluidos, de los últimos.

Homilía

El Dios de Jesús es un Dios bueno para todos.

    La parábola nos sugiere profundizar en tres asuntos importantes.

    1. Quedándonos en el plano humano, ¿cómo debe ser una empresa ideal?

    2. Trasladandonos al plano religioso, ¿cómo debemos ver al Dios de Jesús?

    3. ¿Cómo entender la moraleja de la parábola?: “los últimos serán los primeros”.

En cuanto a lo primero… Evidentemente Jesús, con esta parábola, no tiene como interés prioritario darnos una clase de doctrina social. No obstante, de manera casual, o de manera indirecta, Jesús sugiere algunos aspectos que deben ser considerados indispensables para una empresa ideal.

En primer lugar. Todo parece que el padre de familia, o el propietario, o el empresario no está pensando en favorecerse solo él. La posible ganancia debe ser compartida entre él, el mayordomo (su colaborador más cercano) y sus empleados. Incluso parece haber una preocupación particular, por darle trabajo al mayor número de gente. Sale a la plaza a contratar trabajadores en la madrugada, a las nueve de la mañana, a mediodía, a las tres y las cinco de la tarde. A todas luces, se trata de un empresario con sentido social.

En segundo lugar. El sueldo lo define, no solo desde el mérito del trabajador (cuantas horas ha trabajado, cómo ha trabajado), sino también desde su necesidad. A cada uno le da un denario. Con él denario, el trabajador podría cubrir las necesidades de su familia, durante todo un día.

Y en tercer lugar. La parábola suele abogar, porque haya una buena relación entre todos los protagonistas de la empresa. No debe haber entre ellos ninguna clase de jactancia o de envidia .Deben estar unidos para juntos sacar adelante los propósitos de la empresa.

Me simpatiza cuando se titula la parábola como “la parábola del patrono, que quería trabajo y pan para todos”.

En cuanto a lo segundo, trasladándonos al plano religioso.

Entonces, el propietario representaría a Dios, un Dios bueno para todos, no importando los méritos (más horas, más sacrificio) que podrían tener, la recompensa es igual. Ante la protesta de los de la primera hora, el propietario que representa a Dios, responde, ¿“y van a tener envidia porque yo soy bueno?”. La palabra apunta hacia un Dios Padre, bueno para con todos sus hijos e hijas.

En el judaísmo, en tiempos de Jesús, se produjo una corriente orientada hacia una progresiva exaltación de Dios.

Se colocaba a Dios muy por encima de todo lo humano, con quien no se podía establecer, para nada, una relación cercana o familiar.

Al referirse a Dios se hablaba del Señor, el Señor del cielo, Rey del cielo, Señor de los Espíritus, Principio de los días, Gran Gloria, Dios Altísimo, todos títulos excelsos, sublimes. Entonces estaba de modo también  rezar los salmos que invocan a Dios como el que trata a los pecadores de forma que “los derriba y borra su descendencia de la tierra.”

En este contexto Jesús se refiere a Dios como Padre o Abba (Papá). Podemos decir que cambió el nombre a Dios. En el nuevo testamento, la palabra Padre, aplicada a Dios, aparece más de cuarenta veces en Mateo, más de cien veces en Juan, y más de sesenta veces en Pablo.

Este mensaje de Jesús, tan opuesto a lo que planteaba el judaísmo, tuvo que producir sorpresa en mucha gente, entusiasmo en otros, y rechazo y hasta escándalo en las personas más observantes y de mentalidad más conservadora.

El misterio último de la existencia no es una fuerza impersonal sino un misterio personal de bondad: Dios Padre.

Esto tiene consecuencias prácticas para nuestra vida cristiana.

1. No es correcto para el cristiano considerar a Dios, únicamente como Ser supremo, primera causa, Primer motor. Ordenador del mundo, ser necesario, todos nombres de origen filosófico. Para los creyentes Dios es, ante todo, entrañas de misericordia, clemente y compasivo que actúa movido por el amor de su corazón paternal.

2. No somos huérfanos, no somos unos pobres náufragos. Arrojados en el mar de la vida, sin rumbo, ni meta. Tenemos un padre que cuida y que se preocupa por nosotros, al que podemos invocar con confianza diciéndole Padre Nuestro.

3. La idea de Padre es colectiva. Dios no es solo Padre mío sino nuestro, de todos, y de toda la humanidad. Y por consiguiente todos y todas somos hermanos y hermanas y así debemos tratarnos.

Y en cuanto a lo tercero: “los últimos son los primeros”.

“Los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos”, no debe interpretarse como una frase literaria, sin mayor contenido. Todo lo contrario, representa una crítica radical a la sociedad judía y una clara indicación desde donde y con quienes Jesús pretendía comenzar a instaurar el reino de Dios.

Según José Antonio Pagola……

Jesús conoció una sociedad dividida por barreras de separación y atravesada por complejas discriminaciones:

*Hay judíos que pueden entrar en el templo y paganos excluidos del culto;

*Personas puras con las que se puede tratar y personas impuras, a las que hay que evitar;

*Prójimos a los que se debe amar y no-prójimos a los que se puede abandonar;

*Hombres piadosos, observantes de la ley y gentes malditas que ni conocen, ni cumplen lo prescrito;

*Personas sanas bendecidas por Dios y enfermos malditos que no tienen acceso al templo;

*Personas justas y hombres y mujeres pecadores;

Todo lo que es división, discriminación, exclusión no va con Jesús.

“Jesús se acerca precisamente a los más discriminados. Se sienta a comer con publicanos. Se deja besar los pies por una pecadora. Toca con su mano a los leprosos. Busca salvar lo que está perdido. La gente lo llama amigo de los pecadores.

Y con insistencia provocativa va repitiendo que los últimos serán los primeros.

Habrá que evaluar la sociedad en la cual vivimos nosotros (as), y como seguidores de Jesús, colocarnos, de lado de las víctimas, de los excluidos, de los últimos…

Padre Rogelio Ponseele