Un difícil comienzo: 1980 - 1981
1980: Sucede algo novedoso; definitivamente, los cristianos no solo asumen un compromiso político sino que se insertan en una lucha guerrillera.
A inicio de los 80, el sacerdote Rogelio Ponseele llegó a Morazán. A partir del trabajo pastoral realizado en la colonia Zacamil en San Salvador, los cristianos toman conciencia y se organizan. A través de ellos, la parroquia tuvo una relación muy directa con las organizaciones populares. Se recrudece la persecución a los miembros de las CEBES y ya se habían asesinado a varios sacerdotes.
Algunos compatriotas del Padre Rogelio que formaban parte de su equipo decidieron regresar a su país. El Padre Rogelio, sin embargo, toma la decisión de irse a la montaña, a partir de una masacre de campesinos de Morazán que conoció cuando fue a celebrar la misa de cuerpo presente en el atrio de la iglesia El Rosario. Llegando a Morazán, su propósito avalado por los mandos del ERP, era acompañar pastoralmente a este pueblo en lucha y a las comunidades de la zona.
La situación no era fácil, había acoso militar permanente a la zona, lo cual les obligaba a todos y todas, a guindear una y otra vez. El sacerdote estaba consciente, que en estas circunstancias no se pudo hacer más que acompañar, se esforzaba por compartir la vida de los guerrilleros: a veces hacía la limpieza del campamento, estuvo moliendo el maíz, ayudaba a hacer pozos antiáeros, iba a dejar comida a la línea de fuego, y acompañaba en las guindas.
De los catequistas que posteriormente se integraron al trabajo pastoral, el compañero Aparicio, recuerda aquellos primeros encuentros con el Padre Rogelio.
Sí me llamaba mucho la atención de que un sacerdote internacional, con la energía de su juventud, se interesaba en participar con la comunidad en diferentes actividades.
Nuestro Padre Dios creó todo para todos, se trataba de dejar un esquema tradicional, así comenzó un trabajo sistemático, con algunas reuniones más, el equipo fue creciendo hasta que se denominaron, los doce apóstoles.
Éramos personas que estábamos conscientes que había un Dios que nos acompañaba y que por eso andábamos con la biblia y la gente empezó a creer en nosotros; lo interesante es que la biblia también nos daba la posibilidad de poder enmarcar el momento que estábamos viviendo, recuerdo que muchas veces nosotros decíamos; aquí no vivimos la voluntad de Dios sino de los poderosos”.
Los años 80 y 81 no fueron fáciles. Entre otras cosas sucedió la masacre de El Mozote, pero esto hizo pensar que la presencia cristiana en el frente de guerra era más que necesaria y fuera solo, en medio y a pesar de todo, para alentar la esperanza.