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Fecha: Domingo 18 de mayo de 2022

Ciclo Litúrgico: Ciclo C – 4° Domingo de Pascua

Evangelio según san Juan: 10, 27-30

En aquel tiempo, dijo Jesús: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para

siempre, y nadie las arrebatará de mi mano.

Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre.

Yo y el Padre somos uno».

Homilía

El evangelio de hoy nos hace preguntarnos si somos o no cristianos de verdad. Creemos, con todo lo que esto implica, en Jesús.

La lectura nos dice que Jesús paseaba en el templo, en el pórtico de Salomón. Los judíos que estaban por ahí lo acosaban de manera arrogante. Jesús les responde con toda claridad y les dice: “ustedes no creen porque no son de mis ovejas. Mis ovejas me escuchan y me siguen.

Y nosotros, nosotras, ¿escuchamos a Jesús y seguimos sus pasos? Yo creo que sí, pues al menos lo intentamos aunque sea con más o menos deficiencias.

Escuchar a Jesús, lo cual quiere decir acoger su mensaje, no nos resulta fácil en una sociedad que invade nuestras conciencias con diversos mensajes, consignas, imágenes, comunicados y reclamos de todo género que no siempre, pero si muchas veces, difieren de la voz de Jesús. Además para trasladarnos todo esto y confundirnos ocupan una retórica muy estudiada.

Hemos de aprender, para no caer en la trampa, a poner en el centro de nuestra vida personal y comunitaria la palabra viva, concreta, inconfundible de Jesús, nuestro único Señor.

Pero no basta escuchar a Jesús también debemos seguir sus pasos. “Debemos, así lo dice José Antonio Pagola, creer lo que él creyó, dar la importancia a lo que él se la dio, defender la causa del ser humano como él la defendió, acercarnos a los indefensos y desvalidos como él se acercó, ser libres para hacer el bien como hizo él, confiar en el Padre como él confió y enfrentarnos a la vida y a la muerte con la esperanza con que él se enfrentó.”

Para discernir la voz de Jesús y seguir sus pasos, debemos tener una imagen auténtica de Jesús. La religión y la iglesia, de alguna manera, nos han hecho creer en un Jesús que, había venido a imponer una determinada moral, a fijar unas normas estrictas para el culto y a establecer y salvaguardar una doctrina.

Más de acuerdo con la verdad del evangelio es ver a Jesús como aquel que vino a desvivirse por la gente, luchar contra el sufrimiento bajo todas sus formas y trabajar por una vida más digna y dichosa para todos, llegando hasta dar su vida en este empeño.

Por esto es que puede presentarse como “El Buen Pastor” no porque sepa gobernar, conducir y vigilar mejor que nadie, sino porque es capaz de dar su vida por los demás.

A este Jesús, nuestro Pastor, debemos  escuchar la voz y seguir sus pasos.

A continuación el evangelio que solo abarca cuatro versículos, insiste en que estamos, como ovejas, bien protegidas pues estamos en manos de Jesús, en manos de Dios y por consiguiente estamos en buenas manos. Nadie podrá arrebatarnos de sus manos.

Existe algo como sobre-protección. Todos conocemos padres y madres que sobreprotegen a sus hijos, hijas y con esto no se les está haciendo ningún favor. Pues más adelante resultan personas poco preparadas para enfrentar con éxito los riesgos de todo tipo que puedan presentarse en la vida. A los hijos y a las hijas hay que ayudarles a que vayan haciendo camino aun en medio de riesgos y dificultades.

La protección que Dios o Jesús nos brindan no es sobre-protección. En todo momento de riesgo o de dificultad no podemos dejar toda la carga a Dios sin asumir nosotros mismos, mismas  nuestra propia responsabilidad.

Dios es Padre pero no paternalista.

Termina Jesús el evangelio diciendo: Yo y el Padre somos uno. Hace referencia a la relación de Él con  Dios el Padre. Por cierto, se trata de un tema delicado que no siempre se ha enfocado de la manera más adecuada.

1º Enseñándonos  la religión se nos ha hablado primero de Dios. Porque naturalmente lo primero es Dios. Y se nos ha trasladado un concepto de Dios empezando con lo que dice el antiguo testamento (la religión) y después con lo que dicen los sabios y los filósofos que se han ocupado de este tema. Lo que resulta de todo eso es un Dios que se entiende a partir del poder, de la grandeza, de la majestad, de la fuerza que impresiona, sobrecoge y asusta.

2º Siendo Jesús Dios, así se pensaba,  se nos ha puesto en Jesús todas las virtudes de ese Dios producto de la religión y de la filosofía. Es decir, se nos ha presentado a Jesús como él que sabe todo (omnisciente), él que está en todas partes (omnipresente) y él que puede todo (omnipotente).

Es evidente que no ha sido la mejor manera de hablar de Dios,  ni de Jesús. Pues se le quita a Jesús su plena humanidad y además su capacidad reveladora de Dios. Más que decir Jesús es Dios, vale decir Dios es Jesús. Es Jesús que a través de sus mensajes y su práctica nos ha revelado cómo es Dios.

La lectura de hoy y la reflexión que hemos compartido nos ha puesto la mirada en Jesús, sin duda el referente principal de nuestra vida cristiana.

José María Castillo en uno de sus escritos concluye un capítulo diciendo:

“Lo que más impresiona en la vida de Jesús es que fue un hombre bueno y honrado. Cuando una persona vive así, es una persona que resulta irresistiblemente atrayente para unos, pero también sumamente  sospechosa, desconcertante y hasta escandalosa para otros. Porque enfrentarse al sufrimiento de este mundo no se puede hacer impunemente. Por eso el conflicto que soportó Jesús por defender a las víctimas es lo más grande que hay en su vida. Y también lo más doloroso.

Los que se pasan la vida agradando a todos, ser famosos, subir y triunfar a toda costa, a lo mejor lo consiguen. Pero es seguro que ese tipo de personas se van de este mundo sin dejar rastro que valga la pena recordar porque solo fueron útiles  para ellos mismos. Para nadie más. Y eso es triste.”

Padre Rogelio Ponseele

Referencia