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Cuenta la leyenda del maíz rojo, que la cosechas de este importante alimento para los hombres que trabajan la tierra, la cosecha, y eran conformes con comer, dormir y amar y crecer, esto ocurría en las épocas

Pero, la suerte los acompañó en este año, con mucha alegría, celebraban que las lluvias llegaban a su territorio con lágrimas a sabor de alegría y festejo, la luna se hizo cómplice con su brillo alumbrando las aguas del río como si eran de plata. Mientras que los indios arrojaban granos de maíz y perfectos como los dientes de sihuapil, sobre aquella tierra fértil a la espera de producir las hermosas mazorcas.

Por no decir, que cuestiones de días, el terreno se convirtió en una alfombra con delicadas hojitas que solo bebían y respiraban la luz de la luna, por lo que fueron creciendo y desarrollándose. La diosa Tucuxi, una joven morena y hermosa, buena y noble, sencilla e inocente, quien desde la cima observaba la tarea de los indios, y para premiarlos, les obsequio una cosecha abundante y frondosa.

Entonces, bajo desde la cima hasta los verdes maizales, donde las plantas ya tenían su fruto, bellas y jugosas mazorcas, que tenían más tamaño que los propios indios. Comenzó a divertirse entre los maizales, que estaban fervorosos de júbilo al sentir y escuchar el roce del viento.

Aunque, entre los hermosos tallos de las plantas de maíz, la maleza había poblado una parte para resguardarse del sereno, y cubrir la mínima y frágil gota de lágrima que abandonan los grillos al salir el sol.

En el lugar, había indiscretas e inoportunas espinas, que lastiman las delicadas plantas de los pies de la diosa Sucu Xi, por lo que comenzaron a brotar gotas tibias de sangre con un tono de rojo puro. Enseguida la diosa, sintió un fuerte dolor, se fue a su casa, dejando que la sangre fluyera junto a su andar, y caían sobre aquellos hermosos granos que tenían las mazorcas, que estaban abiertas por las travesuras de las aves.

Entonces, los perfectos granos bebieron la sangre y se convirtieron de color blanco puro en tonos rojos, con un rojo tan hermoso como la misma sangre que habían embebido.

Llegó el momento, que los indios deberían de recoger la cosecha, y para su asombro hallaron una mazorca con los granos tan rojos color púrpura como la sangre de aquella hermosa diosa, desde ese momento nació el maíz rojo.


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