Homilía
Muchas cosas no las sabemos. Las sospechamos, las intuimos, o esperamos o tenemos fe que así van a suceder.
A nivel religioso hablamos de “la segunda venida de Jesús”. Al proyectar este acontecimiento afirmamos que esa historia apasionante de la humanidad llegará a su fin. Y cuando esto sucede ahí estará Dios, no cualquier Dios, sino el Dios revelado en Jesucristo. Un Dios que quiere la vida, la dignidad, la dicha plena del ser humano. Todo quedará en sus manos. El tendrá la última palabra. Un día cesarán los llantos y el terror y reinará la paz y el amor. Esta es la firme esperanza de todo cristiano arraigada en la promesa de Jesús: el cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán.
Ahora, sobre el cómo y el cuándo sucederá esto, poco o nada sabemos. Para hacer referencia a este acontecimiento la biblia se vale de imágenes del género literario apocalíptico: el sol se hará tinieblas, la luna ya no dará su resplandor, las estrellas se irán cayendo, las fuerzas de los cielos temblarán. Este mundo que parece tan seguro, estable y eterno se hundirá. Son no más que imágenes que, para nada deben ser interpretadas literalmente.
Y respecto al cuando sucederá esto, Marcos, de manera tajante, dice que nadie lo sabe, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino solamente el Padre.
Desde el inicio de la era cristiana, se ha venido especulando referente a la segunda venida de Jesús. El evangelio, sin embargo, no propone esto, sino propone asumir una actitud más práctica y razonable.
Las primeras generaciones de cristianos, tan deseosos de encontrarse con Jesús, pusieron este encuentro en una fecha muy próxima. Pero no fue así, el tiempo pasaba y la venida del Señor se demoraba. Los cristianos comenzaron a perder el entusiasmo del inicio y bajaron la guardia. Es algo que nosotros, a menudo, experimentamos, con el tiempo perdemos el entusiasmo del inicio, nuestra vida se vuelve una rutina, nos vamos acomodando a lo que es común y hasta nos volvemos negligentes en cosas que siempre nos parecían importantes.
Viendo que esto está sucediendo en las comunidades, a causa de la tardanza de la segunda venida, el evangelista hace un llamado a la vigilancia, a que se mantengan despiertos, en que no vayan a bajar la guardia.
El evangelista hace uso de un pequeño discurso de Jesús sobre este tema de la vigilancia dirigido a los discípulos y que tiene validez para sus seguidores de todos los tiempos.
Un hombre fue de viaje, dejó la casa al cuidado de sus criados, y les animó a estar siempre vigilantes, pues, en cualquier momento estaría de regreso y no quería, entonces, encontrarlos, dormidos.
Qué estén vigilantes y despiertos siempre para no fallar a la hora de su regreso y poder darle una bienvenida como debe ser.
Así todos los cristianos, de todos los tiempos, debemos mantenernos vigilantes, despiertos, activos siempre para estar preparados para la hora, desconocida, del encuentro definitivo. Ya lo he sugerido anteriormente. El evangelio no nos invita a especular en cuanto a la segunda venida sino a asumir una actitud práctica y razonable que no nos inmiscuye en cosas que no sabemos, pero que igual o mejor nos prepara para la hora definitiva.
Se trata de mantenernos despiertos, descubrir los retos que se nos van presentando, y dar generosamente nuestro aporte para lograr un mundo mejor y una buena convivencia entre todos y todas.
Estamos en tiempos de la pandemia y acabamos de sufrir los estragos de unas tormentas.
Como cristianos despiertos, debemos hacernos al- gunas preguntas, en relación con nuestra comunidad, para ir elaborando un pequeño diagnóstico de la situación, después de lo sucedido:
¿Se ha detectado lugares vulnerables que ameritan una atención inmediata?
¿Hay personas y sectores más vulnerables que otros y que han caído en una pobreza mayor?
¿Hay mayor conciencia de la necesidad de cuidar el universo, nuestra casa común?
¿Ha habido casos de coronavirus?
¿La gente cumple con los protocolos?
¿El sistema de salud ha sabido responder a la emergencia? ¿Podrá responder en caso que hubiera una presencia mayor del coronavirus?
¿Se le ha dado atención psicológica a alguna gente que la demanda?
¿El sistema educativo y la población estudiantil han logrado adaptarse a la nueva forma de enseñar y de aprender, a consecuencia de la pandemia?
¿En qué medida para las cosechas han sido favorables o desfavorables las condiciones climatológicas de los últimos meses?
Las respuestas a estas y otras preguntas nos podrían dar elementos para un diagnóstico que nos indicaría hacia donde debemos orientar nuestros esfuerzos.
Cristianos despiertos analizan, hacen su diagnóstico y a partir de esto orientan sus esfuerzos para, de manera eficiente, contribuir a la realización del reino.
Hoy estamos celebrando el primer domingo del adviento.
El adviento es el tiempo que nos lleva a la Navidad que significa que Dios viene hacia nosotros. Una verdad que se extiende a todos los tiempos de la vida. Dios permanentemente viene hacia nosotros.
¿Qué cosas debemos aprovechar en tiempo de adviento?
1. Como, a la vez, es tiempo de fin de año, se hacen convivencias, a nivel laboral, a nivel comunitario, a nivel eclesial (posadas), a nivel familiar. A causa de la pandemia estaremos un tanto restringidos, en cuanto a las con- vivencias que suponen un mayor número de gente. Una oportunidad para darles toda la importancia a las convivencias familiares que podremos celebrar. Uniéndonos como familia y fortaleciendo los lazos familiares estaremos aprovechando de la mejor manera, el tiempo de adviento. Evidente- mente La Navidad, el nacimiento de un hijo, es antes que nada un asunto de familia.
2. El tiempo de adviento, litúrgicamente muy fuerte, nos invita a que mejo- remos o intensifiquemos nuestra vida cristiana. Tradicionalmente, con Navidad, nos exhortan a que seamos solidarios con la gente más pobre que nos rodea. Y que esto se traduzca en algunos gestos concretos. Y que bueno si los padres de familia logren involucrar en esto a sus hijos e hijas, a fin de que aprendan, desde pequeños, a compartir con las gentes más necesitadas.
Nos contaban veteranos de la guerra mundial de que, aprovechando un ce- se de fuego impuesto con motivo de Navidad, salieron unos y otros de sus trincheras para desearles mutuamente una feliz Navidad y convivir un rato, lo cual fue mal visto por los jefes militares de ambos bandos.
Manifestaron de esta manera, los sentimientos nobles que habían conservado en sus corazones, en medio de una guerra cruel. Alentar sentimientos nobles en los hijos y las hijas, es una tarea de todos los padres.
3. El hecho que Dios viene hacia nosotros, debe producir en nuestros corazones, alegría y esperanza.
Dios deja de ser un Dios distante e indiferente. Se hace uno de nosotros para, junto a nosotros y nosotras hacer historia, compartiendo nuestras luchas y esperanzas.
Él nos acompaña para dar el verdadero rumbo a nuestra vida personal y colectiva. No estamos solos nos acompaña y nos guía la fuerza alentadora de Dios. Todo esto pro- duce alegría y esperanza que deben prevalecer en nuestros corazones, a lo largo de estos días del adviento.
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