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''Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: '''“'''Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado'''”'''. '''“'''Está bien, servidor bueno y fiel; ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor'''”'''.''
''Llegó luego el que había recibido un solo talento. '''“'''Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!'''”'''. Pero el señor le respondió: '''“'''Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses. Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien'' tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes'''”'''.''
== Homilía ==
Para no caer en una interpretación equivocada de la parábola, vamos a entender los talentos como dones. Los dones que Dios nos da para trabajar y contribuir a la instauración del reino. Así evitamos decir que, el más alabado por Dios, es aquel que tiene la mejor habilidad para convertir su capital ocioso en un capital activo, que va produciendo más y más dinero. El evangelio no se mueve en este mundo financiero.