5790 bytes añadidos
, 15:35 15 feb 2023
'''Fecha:''' 24-12-2022.
'''Ciclo Litúrgico:''' Ciclo A - Navidad.
'''<big>+Evangelio según San Lucas (1, 67-79).</big>'''
Zacarías, el padre de Juan, quedó lleno del Espíritu Santo y dijo proféticamente: Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su Pueblo, y nos ha dado un poderoso Salvador en la casa de David, su servidor, como lo había anunciado mucho tiempo antes por boca de sus santos profetas, para salvarnos de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odian.
Así tuvo misericordia de nuestros padres y se acordó de su santa Alianza, del juramento que hizo a nuestro padre Abraham de concedernos que, libres de temor, arrancados de las manos de los enemigos, lo sirvamos en santidad y justicia bajo su mirada, durante toda nuestra vida.
Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor preparando sus caminos, para hacer conocer a su Pueblo la salvación mediante el perdón de los pecados; gracias a la misericordiosa ternura de nuestro Dios, que nos traerá del cielo la visita del Sol naciente, para iluminar a los que están en las tinieblas y en la sombra de la muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
==Homilía==
El acontecimiento de la encarnación, de acuerdo a la sagrada escritura, aconteció en Belén.
José y María tuvieron que caminar hasta Belén para registrarse en el censo ordenado por Roma. Fue un largo camino, sobre todo para María que ya estaba en los últimos días de su embarazo.
El censo comprendía dos etapas: el registro y la recaudación. La primera etapa consistía en levantar el catastro de personas y propiedades en todo el país. En la segunda etapa se trataba de asignar los impuestos correspondientes y de comenzar a cobrarlos.
Con la conclusión del censo, Palestina fue constituida en provincia de Roma. A partir de este momento se reconocía a los israelitas únicamente el derecho de administrar y trabajar la tierra, reservándose Roma la propiedad, lo cual, evidentemente, no fue de agrado para los habitantes de Palestina.
El censo los trajo a José y María a Belén y ahí sucedió todo. Nos trasladamos también nosotros y nosotras a Belén. Con mi burrito sabanero voy camino de Belén.
Observándolo todo en Belén nos sorprende la sencillez. Algo así vimos.
Hay un grupo de galileos que hicieron un campamento colectivo para estar, ahora que estaban lejos de su casa, juntos y unidos; José y María se unen a ellos porque no encuentran lugar en los hospedajes, que probablemente estaban atestados de gente o lo que se les cobraba no estaba al alcance de su bolsillo.
Ahí parió María al niño Jesús. Su niño no apareció milagrosamente sobre las pajas. Jesús nació como todos nosotros, fruto del esfuerzo y de los dolores de su madre. Contó con la ayuda de sus paisanas, más expertas que ella en aquel trance.
Nunca lo hubiéramos imaginado así. Nosotros pensamos en un Dios majestuoso y omnipotente y él se nos presenta en la fragilidad de un niño débil e indefenso. Lo imaginamos grande y lejano y él se nos ofrece en la ternura de un recién nacido.
Conclusión a Dios no hay que buscarlo en lo admirable y maravilloso, sino en lo ordinario y cotidiano. No hay que indagar en lo grande, sino rastrear en lo pequeño.
El desafío está en volver a Belén, en volver a la sencillez, a fin de que no nos vaya a escapar el verdadero sentido de la fiesta navideña:
Dios que nace en medio de nosotros para animarnos a transformar ese mundo de hoy, en un mundo en el que prevalecerá siempre el amor, la justicia, el cariño y la ternura.
Entre felicitaciones y regalos, entre cenas y bullicio, entre tantas luces, árboles y estrellas, entre tanto comercio y consumismo, es difícil todavía entrever el centro de la fiesta navideña de un niño recostado en un pesebre que nos hace un llamado ante lo cual no podemos hacernos sordos.
José Luis Perales parece haberlo entendido. Vayamos la letra de este lindo canto, titulado la Navidad (cantemos)
San Lucas, añade a su relato el primer anuncio del suceso navideño. El mensajero se dirige a los pastores que de noche vigilan a sus ovejas.
Ya luego el mensajero se ve rodeado de un coro celestial, que alababa a Dios, diciendo:
Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad. En esto estamos todos incluidos, todos somos hombres y mujeres de buena voluntad.
Navidad y la paz están muy relacionadas.
Quién celebra de verdad la Navidad debe convertirse en un artesano de la paz.
-Debemos promover la paz en el hogar lo que al menos supone una permanente y auténtica comunicación entre todos los miembros de la familia.
-Debemos promover la paz en nuestra comunidad. Solo será posible si todos y todas de verdad queremos lo mejor para el vecino y la vecina.
- Debemos promover paz en nuestro pueblo. Para lograr esto se requiere que haya justicia, solidaridad entre unos y otros, tolerancia y transparencia.
Pero hay algo anterior a esto. No vamos a lograr la paz a ninguno de estos niveles, sino hacemos una verdadera limpieza de nuestros corazones. Analizando nuestras actitudes y prácticas, a veces, tan negativas, tan contrarias a la paz, descubrimos que son movidas por una inmensa carga de cólera, de resentimiento y rencor que llevamos dentro, producto de nuestra historia personal y social.
La limpieza consistiría entonces en esforzarnos por desalojar aquella carga negativa, a fin de que Dios pueda llenar nuestros corazones de sentimientos nobles, como bondad, compasión, sentido comunitario, solidaridad y respeto mutuo.
El canto que vamos a compartir, entiendo yo, es como una convocatoria a que entre todos y todas aboguemos por una paz, que finalmente se logró.(última estrofa)