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'''Fecha:''' Domingo 10 de abril de 2022.

'''Ciclo Litúrgico:''' Ciclo C – Domingo De Ramos

'''Fil. 2, 1 – 3,8:''' Tengan unos con otros, dice San Pablo, los mismos sentimientos que estuvieron en Cristo Jesús

'''<big>Evangelio Según San Lucas (19, 28-40)</big>'''

En aquel tiempo, Jesús caminaba delante de sus discípulos, subiendo hacia Jerusalén.

Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado

de los Olivos, mandó a dos discípulos, diciéndoles:

«Id a la aldea de enfrente; al entrar en ella, encontraréis un pollino atado, que nadie ha montado nunca. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: “¿Por qué lo desatáis?”, le diréis así: “El Señor lo necesita”».

Fueron, pues, los enviados y lo encontraron como les había dicho. Mientras desataban el pollino, los dueños les dijeron:

«¿Por qué desatáis el pollino?».

Ellos dijeron:

«El Señor lo necesita».

Se lo llevaron a Jesús y, después de poner sus mantos sobre el pollino, ayudaron a Jesús a montar sobre él.

Mientras él iba avanzando, extendían sus mantos por el camino. Y, cuando se acercaba ya a la bajada del monte de los Olivos, la multitud de los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios a grandes voces por todos los milagros que habían visto, diciendo:

«¡Bendito el rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas».

Algunos fariseos de entre la gente le dijeron:

«Maestro, reprende a tus discípulos».

Y respondiendo, dijo:

«Os digo que, si estos callan, gritarán las piedras».

== Homilía ==
Ya estamos en la proximidad de Jerusalén. (el evangelio lo dice con énfasis; Jerusalén será el escenario de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, nuestro Señor.

Jerusalén está repleta de gente. Miles de peregrinos, desde dentro y fuera del país han venido a la ciudad santa para celebrar las fiestas pascuales.

Con ellas el pueblo de Israel conmemoraba el hecho más trascendental de su historia: después de cuatro siglos de humillación, salieron de la esclavitud de Egipto, atravesaron el mar rojo, caminaron cuarenta años por el desierto, para al final conquistar la tierra prometida.

Toda una hazaña que con la tenacidad del pueblo y la presencia salvífica de Dios se convirtió en una rotunda victoria’

Esto es lo que celebraron: la pascua, es decir, el paso de la esclavitud a la libertad.

La multitud de peregrinos no cabía en la mera ciudad. De ahí que se hospedaban en las aldeas cercanas.

Había un ambiente festivo y muy politizado. Afloraban sentimientos que mucho tenían que ver con las ansias de liberación y las esperanzas mesiánicas del pueblo.

Jesús aprovechó aquel ambiente tan propio de las fiestas pascuales para realizar un acto profético que ahora celebramos como la entrada de Jesús a la ciudad santa.

El acto lo prepara minuciosamente: da indicaciones concretas y precisas a los dos discípulos a quienes les toca traerle una burra y un burrito. Todo resultó como Jesús se lo había indicado.

Jesús no improvisa, planifica, y después ejecuta. Nuestras actividades pastorales o sociales debemos primero planificarlas. De la buena planificación depende su éxito.

Llega el momento en que se realiza el acto. No se trata de una procesión ordenada, caminando la gente en dos filas   en torno a Jesús y agitando las palmas al ritmo de los cantos litúrgicos. Esto fue, más bien, todo un alboroto. una manifestación de entusiasmo muy del pueblo, que, en aquel hombre humilde de Nazaret, reconoció a su mesías y salvador.

“La gente, muy numerosa, extendía sus mantos por el camino; algunos cortaban ramas de los árboles y las tendía a su paso”

El hecho no pasó desapercibido: “toda la ciudad se conmovió”.

El relato de Mateo insiste en dos cosas:

- La sincera humildad de Jesús.

- Y, por otro lado, aunque parece contradictorio, su procedencia divina. (Jesús el enviado de Dios)

Jesús hace la entrada a la ciudad de Jerusalén, montado en una burra. Esto contrasta con el procedimiento común de los reyes (en su mayoría guerreros); hacían su entrada a la capital montados en un caballo y de aquella altura miraban con desprecio al pueblo sencillo.

Jesús montado en una burra, se presenta modestamente de acuerdo a su origen; el viene de Nazaret, un pueblo pequeño e insignificante.

Debe prevalecer en nosotros la humildad; lejos de nosotros toda clase de prepotencia.

En la humildad está la verdad. En la prepotencia la mentira.

El prepotente se coloca encima de la comunidad y se sirve de la comunidad.

El humilde se coloca en medio de la comunidad y ve a los demás como sus hermanos con igual dignidad e iguales derechos

Igualmente insiste (decíamos en la procedencia divina de Jesús, a través de aquella aclamación del pueblo: “Los que iban delante de él y los que lo seguían gritaban: Hosanna, Viva el Hijos de David, bendito él que viene en nombre del Señor, Hosanna en el cielo”.

No lo hace para corregir lo dicho sobre la humildad de Jesús. Ambas cosas se unen y nos dejan esta gran verdad: Dios se nos revela siempre en lo sencillo y humilde y jamás en la prepotencia.

Sorprende lo que sucedió pocos días después. Más de algunos de los que aclamaron a Jesús como Mesías estuvieron entre aquella masa que ante el gobernador Pilato exigía la crucifixión de Jesús.

Esta falta de constancia en cuanto a principios y compromisos suele ser de todos los tiempos.

Es posible que sucede también entre nosotros: hoy aclamamos, mañana rechazamos

Que la semana santa nos ayude a fortalecer nuestra vida cristiana a partir:

- Del ejemplo de Jesús que entregó su vida en fidelidad a la misión encomendada;

- Del ejemplo de los discípulos que se dispersaron pero después de recapacitaron, y se reunieron de nuevo para darle continuidad a la obra del maestro;

- Del ejemplo de María al pie de la cruz compartiendo. En fidelidad a su papel de madre comparte la agonía de su Hijo;

- Del ejemplo de Verónica que desafía a los verdugos, acercándose Jesús para aliviar sus penas, limpiando su rostro;

- Del ejemplo de aquellas mujeres, primeras testigas de la resurrección, que dieron a conocer al mundo esta buena noticia;

'''En síntesis:''' que la semana santa nos permita fortalecer nuestra adhesión a Jesús, nuestro Señor, el único que debe mandar en nuestra vida, el único a quien debemos obedecer.

'''Padre Rogelio Ponseele'''