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'''Fecha''': Domingo 12 de septiembre de 2021.

'''Ciclo Litúrgico:''' Ciclo B – 24° Domingo del Tiempo Ordinario

'''<big>Evangelio Según San Marcos (8, 27-35)</big>'''

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?».

Ellos le contestaron: «Unos, Juan el Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas».

Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?».

Tomando la palabra Pedro le dijo: «Tú eres el Mesías».

Y les conminó a que no hablaran a nadie acerca de esto. Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días».

Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Pero él se volvió y, mirando a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!».

Y llamando a la gente y a sus discípulos les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque, quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma?».

== Homilía ==
Jesús y sus seguidores se trasladan desde Galilea a las aldeas de Cesarea de Felipe. Jesús no pierde el tiempo, aprovecha el camino para conversar con ellos y ellas. Al final resulta una conversación de una profundidad no muy común.

Inicia con una pregunta, con la que depende indagar sobre la opinión que podría tener la gente en general acerca de su persona: ¿Quién dice la gente que soy yo? Hay diversas opiniones, muchos dan su opinión. En síntesis, la gente suele confundirlo con algún profeta. Una respuesta satisfactoria, que Jesús acoge sin mayor comentario.

De inmediato lanza la pregunta que a Jesús le interesa aún más: ¿Y ustedes quien dicen que soy yo? La respuesta tarda. Siempre es más fácil hablar de otros que hablar de uno mismo. Además, no lo tienen tan claro y temen al responder no acertar del todo. Es Pedro que a título personal y en nombre de sus colegas, responde: “Tu eres el Mesías”. Lo cual quiere decir: Aquel que ha venido, en nombre de Dios, para salvar o, podemos decir, para liberarnos de todo lo que nos deshumaniza, tanto individualmente como colectivamente. Pedro supo acertar. Jesús les advierte no hablar de esto con la gente. Es una advertencia pastoral, no es el momento todavía para abordar este tema con toda la gente.

A continuación, y aprovechando el buen ambiente, Jesús cree que ha llegado el momento de hablarles de lo que pronto sucederá. Los discípulos y las discípulas deben saber con toda claridad hacia donde, junto a Jesús, se van encaminando.

Dice: “El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar a los tres días.” No es que Jesús sabe esto con exactitud, más bien lo sospecha o lo intuye. Los discípulos y discípulas quedaron, sin duda, muy impactados por las palabras de Jesús. Quedaron en silencio y pensativos. Pues si esto sucederá con Jesús qué es lo que no podrá suceder con ellos y ellas que lo acompañan.

Una vez más es Pedro que toma la iniciativa. A Jesús, se lo llevó aparte y puso a reprenderlo. Ahora si es rechazado por Jesús, lo llama satanás y le reprocha pensar como los hombres piensan y no como piensa Dios.

Y finalizando el coloquio con sus seguidores y una gente que estaba por ahí, no se retracta en nada, más bien profundiza aún más en lo difícil que será seguir a Jesús hasta el final.

Dice: “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que carga con su cruz y me siga. Mirad el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por el evangelio, la salvará.”

Añadimos algunos comentarios:

<nowiki>*</nowiki>El pueblo, en general, ve a Jesús como un profeta. El profeta es aquel que señala y anima a realizar las acciones que benefician al reino de Dios, entendido como una sociedad transformada de acuerdo a los valores del evangelio y denuncia todo aquello que le afecta o impide su realización.

“La valoración de Jesús, como profeta, es bastante acertada. Comprueba lo que decía siempre el Padre Tilo, que en paz descanse, decía “el pueblo es sabio”.

Pueda que se equivoque momentáneamente, pero es capaz de rectificar y rectificar es de sabios.

<nowiki>*</nowiki>Pedro y el grupo de los discípulos y discípulas, lo ven como Mesías, es decir, el enviado de Dios para salvar o liberar de todo lo que nos deshumaniza a fin de que podamos alcanzar la plenitud humana.

Liberar no es lo mismo que regalar. El regalo alivia, por un momento, una difícil situación. Liberar crea las condiciones para que uno mismo pueda, a base de su propio esfuerzo, alcanzar la plenitud humana.

No esperamos todo de Dios, hagamos lo que nos corresponde. Recuerde, una vez más, la frase célebre de M, Romero: “Orar, pidiéndole todo a Dios, y no hacer nada uno, no es orar, es pereza”.

<nowiki>*</nowiki>Con franqueza habla Jesús de lo que será su suerte al final: tendrá que padecer, ser condenado y ejecutado y resucitar a los tres días.

Esa suerte, la tendrán que compartir igualmente sus seguidores. Pues el que le sigue tendrá que negarse a sí mismo, cargar la cruz, y perdiendo la vida la

salvará, tal como lo dicen las últimas palabras del evangelio de este domingo.

La mala noticia se vuelve buena noticia. Pues más allá de la cruz estará la resurrección, más allá de la muerte, estará la vida.

Esa perspectiva de vida, más allá de la muerte debe ayudarnos a perseverar aún en medio de una situación frustrante

<nowiki>*</nowiki>Es importante aprender a pensar cómo piensa Dios, lo que en aquel momento faltó al apóstol Pedro. Si pensamos como Dios piensa todo cambia.  Para solo decir tres cosas: toda persona sea quien sea recobra su dignidad; el adversario se vuelve nuestro amigo; y nuestra vida, tal como es, el más precioso regalo de Dios.

Nos queda para concluir, responder, cada uno, cada una la pregunta: ¿y usted, ¿quién dice que soy yo?

Al buscar una respuesta a la pregunta planteada podemos encontrar inspiración en lo que dicen el científico Albert Einstein y el famoso filósofo Sören Kierkegaard.

El primero dice: “Si se separan del cristianismo tal como lo enseñó Jesucristo, todas las adiciones posteriores, en especial las del clero, nos quedaríamos con una doctrina capaz de curar a la humanidad de todos sus males.”

Y el segundo nos ha dejado una preciosa oración: “Señor Jesús, tú no viniste para ser servido, ni tampoco para ser admirado o simplemente adorado. Tú has deseado, solamente imitadores. Por eso despiértanos si estamos adormecidos en este engaño de querer admirarte o adorarte, en vez de imitarte y parecernos a ti.”

Sería bueno si cada uno procurara dar su propia respuesta a la pregunta de Jesús: ¿Y usted, ¿quién dice que soy yo?

'''Padre Rogelio Ponseele'''