''“'''Mi papá era bolito, vendía las cosechas y se iba a beber guaro”'''''
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''Nací en el año 1.969, en lo que entonces se llamaba “Los Quebrachos”, en Jocoaitique, y ahora se llama Acaim Acaem de RL. Éramos mi mamá, mi papá, mi abuela, y una hermana. Mi papá trabajaba la agricultura y mi mamá como ama de casa. Ella cuidaba sus gallinas, sus chanchos... Recuerdo que teníamos un lugar que llamaban tabancos, que eran unas tablas en las que se ponía la fruta para que madurasen y se colocaban arriba del fuego, hasta ahí subía el humo y la fruta se maduraba, sobre todo los guineos. El gusto mío era subirme a esos tabancos, como si fuese monita, y hartarme de guineos. Vivíamos en una gran escasez, había guineos, jícama...pero no teníamos una alimentación balanceada. Mi papá tenía tierras, pero el problema era que mi papá era “bolito” y vendía las cosechas y se iba a beber guaro. Era un alma de dios, era buenísimo, pero su problema era el vicio. En la casa el que mandaba era mi papá. Vivíamos en una casa construida con bajareque y zacate.''
''Ya con seis años yo tenía que llevar la comida a mi papá hasta el terreno donde trabajaba. Teníamos que atravesar los bosques, pero entonces todo era sano y caminábamos hasta una hora. Recuerdo que tenía una hermanastra, que era una niña adoptada por mis papás, y ella venía conmigo y como era mayor y yo no me apuraba me pegaba cuando volvíamos de dejar la comida. Yo me quejaba del trato que me daba mi hermanastra, pero mi papá decía que yo me quejaba demasiado. Una de las veces que fuimos a llevarle la comida al subir los cerros me caí con la comida y todo y me dañé un brazo, mi papá tuvo que ayudarme. Me llevaron a un sobador, que me colocó el hueso, y funcionó porque me quedó bien, yo estaba todavía pequeña.''
''“'''El soldado pretendía violarnos y mi abuela le zampó un garrotazo”'''''
''La gente empezó a marcharse y de los Quebrachos quedamos solo nosotros, los guerrilleros empezaron a poner emboscadas, se oían balaceras...Nosotros decidimos quedarnos porque mi abuela ya era mayor, tenía 84 años. La hijastra se fue y nunca más'' ''supimos de ella. Empezamos a sentir miedo, y un día llegó un primo nuestro y decidió hacer un tatú cerca de la casa, para que nos refugiásemos dentro si venían los soldados. Pero eso también era un problema porque si llegaban los soldados y nos veían en el hoyo nos iban a matar por vincularnos con la guerrilla. Un día llegaron los soldados y nos sacaron de la casa, nos formaron y esos hombres nos arrebataron a mi hermana y a mí y nos encerraron en la casa, pero mi abuela se fue detrás y le zampó un garrotazo al soldado, que lo que pretendía era violarnos. Recuerdo eso como si hubiese sido ayer. El soldado, que estaba endrogado, se salió. El resto de los soldados estaban en casa de un señor que se llamaba Crecencio MarquezMárquez, que ya lo habían matado. Mi papá se fue a hablar con los soldados y reclamó al jefe y a ese soldado lo sancionaron, le tuvieron todo el día al sol.''
''Nosotros continuamos allí y la salud de mi abuela, desde que pasó aquello, se resintió, se deprimió mucho y ella murió poco después. Recuerdo que murió muy tempranito, y no pudimos hacer vela ni nada, solo vinieron algunos que ya estaban organizados. Cuando murió la abuela nos fuimos al Cantón de la Joya. Eso era ya en el año 80. Nosotros estábamos muy cerca del Mozote cuando la masacre, pero gracias a dios a nosotros no nos encontraron, éramos mucha gente y estábamos cerca de los compas, vivíamos en el monte y dormíamos en casa de un señor que se llamaba Ventura Echevarría. Después de la masacre los compas nos sacaron y nos llevaron por el Tortolico para Honduras. El problema fue que llegando a la frontera, como yo ya tenía doce años, a mí no me querían dejar pasar los compas, porque ya me tenía que incorporar, pero mi mamá empezó a llorar y se puso muy triste y hablaron a saber con quién y me pasé.''
''Mi miedo era que cómo iba a estar yo sola con un hombre, y no paraba de llorar. Me tocó hacer posta con uno de los compas y se puso a enamorarme y yo salí corriendo asustada y me lancé a los brazos de una amiga, que venía conmigo desde el refugio, ella era mayor, y yo le decía a Juanita: “¿Qué me van a hacer estos compas?, ¡yo no quiero que me digan nada!” Ella me decía que me tranquilizase, que no me iban a hacer nada.''
''¡Fue horrible! Después estuve dos años en ese hospital de Calavera, más que todo me dedicaba a inyectar a los compas heridos. Yo todavía era pequeña y me daba miedo hacer una curación, tenía entonces 13 años. Y allí comenzó el proceso de concientización, nos daban charlas, oíamos la radio Venceremos, nos decían que íbamos a vencer, y nos fuimos ideologizando. Empecé a agarrarle confianza a los compas, claro iba creciendo. El respeto por parte de los compas era grande, había un trato muy especial, nos respetaban mucho. Había un compa que llamaban Wiliam William Negro, que estaba herido, pero era grosero, iba con muletas y cuando me veía, como yo era delgada, me daba con las muletas y me decía “¡Bicha seca apuráte!”, yo no entendía por qué me pegaba, pero es que era su carácter, no era malo. Había otro, que hoy están en Usulután, se llama Rivera y a él una bomba le cortó las manos, y él decía que me bañe la plástica, porque así me llamaba, y yo tenía que ir a bañar a ese jodido, y luego tenía que curarle la Lupita, pero era porque él era un desastre y si nosotras no le bañábamos y le curábamos aparecía todo engusanado. Más tarde me empezaron a sacar en puestos móviles en zona de combates, pero siempre curando heridos. Eso era horrible porque veías a compas con heridas espantosas. Recuerdo a un compa que un balazo le arrancó la mejilla, fue terrible, le hicimos primeros auxilios y después lo sacaron. Y otra vez que tomamos un pueblo mataron a un compa. Yo estaba preguntando por ese compa, por si lo teníamos que trasladar, y de repente me di cuenta que lo tenía a mi lado, y como no esperaba ver ahí el cadáver me sentí horrible. Pero no todo era terrible, porque también había anécdotas divertidas. Yo recuerdo que era una cipota muy dormilona, yo dormía feliz y no me despertaba con nada. A ningún compa le gustaba hablarme a mí para la posta, porque sufrían, por más que hacían yo no me despertaba, incluso me echaban agua. No era porque yo quería que la hiciera otro, pero es que yo me dormía sin darme cuenta. El problema mío era de sueño, tal vez era una manera de evadir el miedo, porque cuando había desembarcos de los aviones yo me metía en el tatú y me quedaba dormida.''
''Más tarde, cuando ya Morazán empezó a ser zona controlada fue mucho más fácil, pero antes durante la época que el ejército inició el Torola IIII en la zona fue terrible, eso fue después de lo de Monterrosa. Estuvimos hasta ocho días sin comer nada, comíamos tallos de la huerta con cubitos de esos de caldo concentrado.''
''“Le pedí al compa que me matase y después se matase él” Una vez recuerdo que íbamos una escuadra de compas y los soldados nos vieron allá por Masala, en Joateca. Y yo le dije a mi amigo Ernesto que se fuese por un lado de la calle y yo me fui por el Capulín, donde tenía que hablar con unas personas, porque ya en ese tiempo hacía también concientización, me las tiraba de política, tenía bases en la población y teníamos que ir a hablarles.''
''Con nosotros venía “Pulguita”, que era un compa muy pequeñito y otro compa que creo que se llamaba AmilcarAmílcar. Subimos todo el Capulín y los soldados nos fueron controlando, llegamos a una casa, y yo como hacía siempre me recosté, pero nunca dejaba mi equipo, el fusil lo colocaba en mis piernas. Alrededor de la casa había una finca y de repente me dice Pulguita: “Plácida hay andan los compas de las fuerzas especiales” y yo le dije que por allí no andaba ninguna fuerza especial, pero cuando miré vi a los soldados que venían por la finca hacia nosotros, lo extraño es que no nos dispararon. Salimos los tres por una vereda, y lo que comprobamos es que nos querían encerrar y agarrarnos. Ya vimos que uno de ellos nos puso el fusil de frente, no sé cómo agarré mi fusil y me puse a disparar, aunque yo no era buena para eso, era instinto. Amilcar Amílcar también reaccionó. Me aventé a un mezcalar y de repente escuché los gritos de “Pulguita”, el pobre también se había lanzado al mezcalar y se estaba pinchando con los espinos. Yo no sé cómo Amilcar Amílcar y yo conseguimos salir, pero Pulguita se quedó.''
''El problema es que llegamos a un lugar que era un abismo, eran ya como las seis de la tarde. Y Escuchábamos a los soldados que decían “Ahí van, síganlos.” Nos comimos un cuaderno entero, donde teníamos información de la gente que nos colaboraba. Yo le dije antes al compa: “no nos vamos a dejar agarrar y nos vamos a comer este cuaderno” y nos lo comimos. El chiste es que yo le dije también al compa: “Si esos soldados vienen hacia acá no tenemos a donde correr, así que me matás a mi primero y después te matás vos, no te vayas a quedar vivo porque te van a fregar.” El compa colocó el arma junto a mi cabeza, pero yo estaba tranquila porque lo que tenía claro es que no quería que me agarraran.''
''Cuando volví de Estados Unidos me puse a trabajar en el Perkín Lenca. En ese tiempo estaba Marisol Galindo, que era una mujer muy exigente, pero muy buena y cuando ella dejó el Perkin Lenca yo busqué otro trabajo. Empecé a trabajar en una red de mercadeo y vendemos productos naturales. Lo increíble es que son fabricados por el gobierno de Estados Unidos para la recuperación de los excombatientes del Vietnam. Y ahora yo vendo productos gringos, algo que nunca hubiese creído, pero hemos comprobado que son buenos y ayudan a la salud de la gente. Pero aquí además contamos también con gente como Mabel, por ejemplo, con ese deseo de ayudar, que es increíble...Yo creo que eso son dones que tienen las personas que lucharon.''
==<small>Referencias</small>==