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De la edad de ocho años fui a la escuela. Estudié tercer grado. En ese tiempo yo halaba agua de una quebrada en calabazos, lavaba ropa de los demás niños pequeños, sabaneábamos los chivos y le ayudaba a mi mamá a lavar maíz antes de ir a la escuela.
De la edad de diecisiete años tuve el primer novio. Ya no iba a la escuela. Yo entonces iba a la milpa a dejar el almuerzo y a la vuelta traía leña en la cabeza. Hacía la comida. Después iba a lavar mezcal. Lo cargaba en tranca en el lomo. Días después hacía pan para vender e iba a un caserío a vender. Después tuve al primer hijo. Con el primer novio, a los tres años, tuve otro niño. A los cuatro, él se casó con otra y me quedé con los niños pequeños en poder de mis padres. Después mi mamá se enfermó. Estuvo cinco meses en el hospital. Ella volvió a los seis meses y murió. Yo tenía que criar a mis hermanos y los dos niños míos.
Mientras cuidaba los niños míos y los de mi mamá, trabajaba con mi papá en la casa. Criaba gallinas, engordaba cerdos, mantenía mozos. Ordeñábamos las vacas que tenía mi papá. Después de varios días, como tres años, conocí a un joven, nos entendíamos y nos acompañamos. Trabajábamos siempre con papá y luego pensamos hacer una casa. Mi com­pañero hizo una casa en tierra de él, en San Fernando. Hubo un operativo, y lo mataron junto con tres hermanos. A ellos los enterraron en una finca. En esos días ya estaba bien peligroso. Eran tres días que él no bajaba.
Debajo del bombardeo me fui. Los compas andaban una ropa muy fea de color rojo. Yo me hacía como si nos los hubiera visto y caminaba con miedo por los caminos para San Fernando. Encontré a una ancianita, y me dijo: "¿Para dónde va?" Y le dije: "A ver, a mí esposo". Ella me dijo que hace tres días lo enterraron en la finca y desde ese momento yo me puse a llorar. Me dijo una señora: "Si quiere, yo le enseño a donde están enterrados". Fuimos a ver. La casa de la mamá estaba sola, y encontré que estaban robando las cosas. Yo me fui adonde estaba ella y los demás familiares llorando, sentadas todas las niñas en una piedra. Bajé de repente y le dije: "Señora, fíjese que las cosas se las están robando. Vamos a recogerlas".