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Cuenta la leyenda del cacao, que este fruto delicioso, era un obsequio que se le entregaba únicamente a los dioses, y era para ser ingerido por personas de la alta realeza. El vocablo “cacao”, proviene de Olmeca y del lenguaje maya “kakaw”, la palabra se asocia con el chocolate “cacahuatl” es náhuatl.

Al parecer no se tiene preciso, el origen del cacao, y que continúa siendo un misterio, pero la mitología prehispánica de México, relaciona a dos dioses: Quetzalcóatl, figurado como una “serpiente de plumas hermosas”, y Ek-Chuah, “Dios del cacao, de la guerra y favorecedor de los mercaderes”.

La leyenda narra que Quetzalcóatl, Dios que simboliza la vida, la luz, la sabiduría, la fertilidad y el conocimiento, además de patrón de los vientos y del día, le obsequio el arbusto del cacao a los hombres como recompensa de su amor, y fidelidad a su esposa, este eligió sacrificar su vida antes de señalar el territorio donde estaba oculto el tesoro de la ciudad.

Una vez que fallece la princesa, su sangre tuvo la capacidad de fertilizar la tierra para generar vida al árbol del cacao, en ese momento conocido como cacahuaquchtl.

El fruto del cacao, posee un sabor amargo, que los legendarios vinculan con el padecimiento que había sufrido la princesa. Los Olmecas, hacían polvo las semillas de cacao que mezclaban con agua y tomaban sorbos de la exquisita semilla en sabrosas bebidas.

Con el transcurrir de los años, la tradición del cacao se popularizó a diferentes poblaciones mayas y aztecas. Para esa época la semilla del cacao era empleada como monedas y unidades de medida. En tiempos de contienda, las culturas, azteca, maya y Chichimeca, usaban el cacao como impuesto en los territorios conquistados.

Según la creencia de estas civilizaciones, el cacao era símbolo de prosperidad, que se usaban inclusive en rituales religiosos en honor a Quetzalcóatl y a otras deidades.