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No hacen lo que dicen

Revisión del 16:36 1 nov 2023 de David (discusión | contribuciones)
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Fecha: Domingo 05 de Noviembre de 2023

Ciclo litúrgico: 31° domingo del tiempo ordinario - Ciclo A

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 23, 1-12

Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos:

Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo.

Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser saludados en las plazas y oírse llamar mi maestro por la gente.

En cuanto a ustedes, no se hagan llamar maestro, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen padre, porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco doctores, porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías.

El mayor entre ustedes será el que los sirve, porque el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado.

Homilía

La liturgia nos presenta hoy, un discurso, en el que Jesús hace una fuerte crítica a los letrados y fariseos. Mateo tiene especial interés en colocar ese discurso en su evangelio, viendo que algo parecido está sucediendo en su propia comunidad, se nota en ella igualmente una tendencia a las aspiraciones de grandeza y de poder.

Son palabras muy trabajadas por Mateo, pero sin duda, eco del pensamiento auténtico de Jesús. A nosotros nos interesa especialmente descubrir la validez de esas críticas, en la iglesia de hoy.

Lo primero que hace Jesús es desenmascarar la mentira en su modo de proceder: dicen pero no hacen.

Los letrados y fariseos se han sentado en la cátedra de Moisés, dicen, enseñan, atan fardos pesados y se los cargan en la espalda a la gente, pero ellos no las practican. Toda palabra que pretende ser auténtica, creíble, debe estar respaldada por una práctica consecuente. Demasiadas veces sucede lo contrario, no hacen lo que dicen: defensores del orden cuya vida es desordenada, proclamadores de justicia cuyas actuaciones están al margen de lo que es justo, educadores cuya conducta deseduca a quienes la conocen, reformadores incapaces de reformar su propia vida, revolucionarios que no se plantean una transformación radical de su existencia, socialistas que no han socializado mínimamente su vida.

En el caso de los religiosos de ayer y de hoy, si no hacen lo que dicen, la gente, en general, se vuelve muy crítica. Y esto, pese a que somos humanos y por consiguiente podemos fallar, no lo podemos tomar a mal. Más bien, aún más de todos los demás, debemos esforzarnos por ser consecuentes con lo que predicamos.

Y frente a la gente que puede fallar debemos ser muy comprensivos y ayudarle a que puedan cumplir, y nunca caer en una actitud demasiado exigente y hasta condenatoria.

En segundo lugar: Jesús, a los letrados y fariseos les echa en cara su afán permanente de buscar grandeza, honor, prestigio y poder.

"Todo lo hacen para exhibirse ante la gente: llevan cintas anchas y flecos llamativos en sus mantas; les gusta ocupar los primeros puestos en las comidas y los primeros asientos en las sinagogas; que los salude la gente por la calle y los llamen maestros".

Lo que señalamos es una tentación muy común entre los seres humanos, también entre los religiosos, Jesús señala ese afán entre los letrados y fariseos, lo observa también entre los mismos discípulos. Frente a ese problema persiste en que el mayor debe hacerse el servidor de los demás.

Que aun actualmente seguimos enfrentados a esta situación, a nivel de la iglesia, es evidente, basta con fijarse en tal número de títulos, prerrogativas, honores y dignidades. Jesús siente un rechazo natural hacia ese afán de grandeza. De ahí que dice al final del evangelio: ¨el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido.

En tercer lugar, ve y lo rechaza, unos se dejan llamar maestros, otros padres, otros jefes.

Y dice Jesús, entre nosotros no debe haber maestros, ni padres, ni jefes, pues todos somos hermanos.

Entre nosotros hemos llegado a ver a la iglesia en forma piramidal. Hay un jefe (el Papa), después vienen los obispos y sacerdotes, y muy abajo la feligresía. Ella acepta vivir bajo las indicaciones de los de arriba. No es esto lo que quiere Jesús. Él quiere que todos y todas seamos hermanos y hermanas. formando una sola comunidad, donde cada uno, cada una, va ubicándose dentro de ella asumiendo su responsabilidad. Esto es, a lo que se refiere el Papa, cuando habla de sinodalidad.

Los seglares debemos descubrir nuestras responsabilidades y cumplirlas.

Los sacerdotes deben aprender a trabajar no solo para la feligresía, sino con la feligresía.

Esta es una de nuestras grandes tareas en la iglesia: ir encontrando cada uno una, nuestro verdadero sitio en la comunidad cristiana, para colaborar de manera fraterna y corresponsable en la vida y en la misión de toda la iglesia.

Cabe, en relación con esta reflexión, señalar un documento de Obispos, firmado a finales del concilio vaticano II, el 16 de noviembre de 1965. Ese documento lo llamaron ¨el pacto de las catacumbas¨. Unos cincuenta obispos se comprometieron a ser más fieles al espíritu de Jesús. A continuación, algunos de sus compromisos:

  1. Procuraremos vivir según el modo ordinario de nuestra población en lo que toca a casa, comida, medios de locomoción, y todo lo que de ahí se desprende.
  2. Renunciamos para siempre a la apariencia y la realidad de la riqueza, especialmente en el vestir (ricas vestimentas, colores llamativos) y en símbolos de metales preciosos.
  3. En cuanto sea posible confiaremos la gestión financiera y material de nuestra diócesis a una comisión de laicos competentes y conscientes de su papel apostólico, para ser menos administradores y más pastores y apóstoles.
  4. Rechazamos que verbalmente o por escrito nos llamen con nombres y títulos que expresen grandeza y poder (eminencia, excelencia, Monseñor) Preferimos que nos llamen con el nombre evangélico de Padre.
  5. Conscientes de la exigencia de justicia y caridad y de sus mutuas relaciones, procuraremos transformar las obras de beneficencia en obras sociales, basadas en la caridad y en la justicia, que tengan en cuenta a todos y a todas, como un humilde servicio a los organismos públicos competentes.
  6. Haremos todo lo posible para que los responsables de nuestros gobiernos y servicios decidan y pongan en práctica las leyes, estructuras e instituciones sociales que son necesarias para la justicia, la igualdad y el desarrollo armónico y total de todo el hombre y de todos los hombres y, así, para el advenimiento de un orden social, nuevo, digno de hijos de hombres y de hijos de Dios.

Pidámosle a Dios que nosotros y nosotras también podamos ser más fieles al Espíritu de Dios.

Padre Rogelio Ponseele

Referencias