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Me fui de la casa con 9 años”

Yo nací en 1963, nosotros vivimos en este caserío, cercano a Perquín, desde que yo tenía cuatro años, antes vivíamos en Arambala. Éramos siete hermanos, pero de ellos solo quedamos dos. Mi papá nos abandonó cuando yo era muy pequeña, después mi mamá se acompañó con otro señor y tuvieron tres hijas. El esposo de mi mamá era campesino, y tenía tierras, pero le gustaba tomar. Mi infancia no fue muy feliz, yo me fui de la casa con 9 años, me fui a trabajar con una señora, aprendí a hacer el oficio y a cuidar a un bebé de meses. Después volvió mi propio padre y me pidió que me fuese con él, pero yo no quería dejar a mi mamá, porque ella sufría mucho, su esposo le pegaba y la trataba mal.

Mi otra hermana más mayor se había ido con mi papá y ya estaba estudiando y me dijo que yo me iba a quedar sin aprender a leer y . En la casa donde trabajaba no me mandaban a la escuela, así que me decidí a irme con él, vivía en San Miguel. Me fui con mi papá y comencé a ir a la escuela bien grande, me daba pena, pero iba. Hasta que me avisaron que mi mamá estaba enferma, Me la encontré mal, el hombre le había tirado una puerta de madera y le había quebrado un pie. Denunciamos al hombre, con mi hermana mayor, pero entonces los jueces no se preocupaban de esas cosas, no prestaban atención a las mujeres y no le pasó nada, él dijo que ella sola se había caído. Nosotras la ayudamos para que se curase, la inyectaban, pero ella no dejó a su compañero hasta que lo enterró. El hombre siguió siendo violento, también conmigo, por eso me fui de nuevo con mi papá. Pero ya entonces me rondaba un muchacho, y cuando ya cumplí los 18 años él fue a hablar con mi mamá y me acompañé con él y nos fuimos a vivir al Ocotillo, en San Fernando, donde vivía él. Ya era el año 80 y la gente se estaba organizando, y yo me daba cuenta que él salía mucho y no me decía a donde iba. Yo le hacía preguntas hasta que comenzó a contarme que había que luchar por la justicia. Ya se hablaba de los compas, y yo me di cuenta de que mi esposo colaboraba con ellos. Yo me embaracé de mi primer hijo en el 81, y lo tuve poco antes de la masacre de El Mozote. Se estaba poniendo muy peligroso, y además a mi esposo se lo llevó la guardia. Escuchábamos los aviones. Un día nos dijo un guardia que estaban matando guerrilleros, y era que estaban iniciando la masacre.


Mataron a mi esposo y decidí quedarme con los compas”

Marcha de protesta contra el ejército de Honduras.

Mi compañero seguía desaparecido, pero lo liberaron, aunque volvió muy mal, muy delgado, y tuvo que marcharse con los compas. Pero ya entró de nuevo el ejército en la zona y nos tuvimos que ir hasta Sabanetas, y estuvimos allá seis meses. Después nos volvimos a Perquín, aunque ya estábamos en plena guerra y todos los días escuchábamos a los aviones. En 1.983 me embaracé de nuevo y tuvimos una niña, pero al año siguiente detuvieron de nuevo a mi esposo, y nunca volvió, lo mataron. Me quedé sola con los dos niños, sin nada, sin dinero, y no hallaba qué hacer, y empecé a trabajar con los compas, ellos me querían llevar al refugio, pero yo no me quería ir. Ellos me dijeron que si me quería quedar tenía que trabajar, y yo dije que eso no me importaba, pero que no me iba porque lo de la muerte de mi esposo me había provocado mucha indignación. Empecé a trabajar, formamos una directiva y reclutábamos gente para organizar las marchas, que se desarrollaban en San Salvador. Éramos casi todas mujeres, que trabajábamos en distintas áreas. Ya en el 85 teníamos organizado un comité grande, unas hacían tortillas, otras engordaban animales, otras iban a comprar, trabajábamos con la guerrilla como población civil. Ya nos reuníamos con el padre Miguel Ventura, y otros sacerdotes, y empezamos a trabajar con la biblia. Lo llamamos Comité de Madres Cristianas, y formábamos parte del grupo eclesial de base.


Estábamos dispuestas a morir”

Nosotras cuando había capturas de civiles íbamos al lugar donde los tenían detenidos y hablábamos con el ejército para tratar de que los liberasen. Y nosotras no nos íbamos hasta que no nos entregaban a los detenidos, estábamos dispuestas a morir. Una vez yo fui capturada, iba con mi niño y otra compañera, andábamos de guías de una extranjera, que venía a colaborar, se llamaba Mari Carmen, era española. Nos detuvieron y nos encerraron por ser guerrilleras, y yo creo que nos iban a matar. Yo les decía que no éramos guerrilleras, que la señora extranjera venía para ayudarnos en un proyecto para que los niños pudiesen comer.

El mando nos decía que nos iba a matar, pero al final nos liberaron, aunque a Mari Carmen la dejaron. Nosotras nos fuimos a dar información a unas monjitas, y ellas consiguieron que la liberasen, aunque la retuvieron otros ocho días más. Se tuvo que marchar del país, porque ya le advirtieron que si no la mataban. Así que nosotras estuvimos toda la guerra trabajando en ese comité, llegamos a reunir hasta 80 mujeres.Yo me volví a acompañar, y él también colaboraba con la guerrilla. Tuvimos dos hijos todavía durante la guerra. Nosotros nos desmovilizamos los dos, y fuimos reconocidos como veteranos de guerra. A mí me dieron una tierra a mi nombre, y en esa tierra hago la milpa.

Angelita con su nieta, Sofía

Todavía hay gente que reniega de esa guerra, pero esa es la gente que no tiene conciencia, porque era una lucha para las nuevas generaciones. Nosotras seguimos trabajando con las comunidades eclesiales de base, y seguimos leyendo la biblia, y apoyando a la comunidad. Tenemos que seguir, porque si tiramos la toalla perdemos el rumbo. De mis hijos solamente el mayor vive con nosotros, es el solterón. Una de mis hijas vive en Delicias y la otra en San Miguel. Mi otro muchacho está en Estados Unidos, aunque no es fácil la vida allá, los exprimen, los explotan... Y ahora como está de mal la situación allá, yo le digo que yo me alegraría si se vuelve. Yo no pude aprender mucho a leer y a escribir, mi hija es licenciada en Administración de empresas, pero yo no pude con tanto trabajo en la guerra y después no he parado de trabajar. Siempre he tenido que trabajar y rebuscarme para darles un futuro a los hijos. Después de la guerra estuve trabajando en un comedor, y después de ordenanza. Mi esposo es campesino y trabaja en la milpa, pero con eso sólo no ajusta.




Referencias