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Fidencia Luna

Revisión del 15:08 17 may 2021 de David (discusión | contribuciones) (Imagen Agregada)
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Nací el 29 de abril de 1962. Soy crecida por mis abuelos. Mi madre y mi padre fueron irresponsables y no tuvieron la capacidad de criarme. A la edad de cinco años empecé a trabajar torneando. Ganaba 25 centavos por tornear todo el día, de seis de la mañana a 6 de la tarde.

A los doce años mi abuela me enseñó a hilar para torcer pita para matates. Con lo que ganaba compraba zapatos y vestuario. Si no hubiera sido por mi abuela que me enseñó a trabajar, no hubiera aprendido a hacer nada. Por eso le agradezco mucho a mi abuela. Pues ella tenía una gran paciencia para enseñarme. También me enseñó a cocer jabón de aceituno. Y así pasé mi vida desde niña.

A la edad de dieciocho años, pensé en aceptar de novio a un muchacho. Luego salí embarazada de mi primer niña. Nació el 24 de marzo de 1981. Entonces estaba empezando el conflicto armado. El padre de la niña era un com­batiente del FMLN. Después de eso, a los dos años cumplidos de haber tenido a la niña, el murió. Lo mataron y su hija quedó mota (sin papá). Entonces quedé sola. Anduve guindeando con mi niña. Luego de eso me acompañé con otro compa pensando que mi vida iba a prosperar. A los cuatro años nació mi otra hija. Tenía trece años cuando mataron a su papá. Entonces me tocó siempre andar guindeando por ríos y quebradas, yo sola con mis dos hijas. Nos trasladamos a Jocoaitique en el año 1986.

Viviendo en ese lugar fue la experiencia peor. La Fuerza Armada estaba en ese lugar. Empezaron a acusarnos que éramos colaboradores de los guerrilleros. Después nos metieron presos. Éramos varios que aguantamos, mujeres y hom­bres pagando lo que no les debíamos a ellos. Luego puse una mini tienda y ellos nos quitaban las cosas para que no comieran los guerrilleros. Por eso me llevaron tres veces presa. Me pusieron las esposas y me metieron a una pila de agua con hielo, y allí dormía todas las noches con las esposas puestas en las manos. sólo porque no les decía quiénes eran los demás colaboradores de los compás. Eso nunca me lo pudieron sacar. Allí estaba un primo mío. Me dijo que dijera la ver­dad porque así me iban a sacar luego. Aunque me traigan cien veces más. yo nunca les diré lo que no sé.

Mi abuela y mi abuelo sólo se dedicaban a trabajar para comprar tierras y por eso nunca me dieron el estudio. Poco les interesó que los hijos de ellos aprendieran a leer y escribir, porque cuando llegaban los profesores a decirles que ellos andaban matriculando a sus hijos para que asistieran a la escuela, ellos les contestaban que con aprender a leer no iban a comer ni tampoco del estudio se iban a mantener. Ellos decían: "Si trabajamos vamos a comer y si no trabajamos no comemos". El decir de ellos era: "Hijos, trabajemos para comprar un terreno, para que el día de mañana tengan donde vivir". Esto es lo que nos decían nuestros abuelos y los padres antepasados.

Nosotros queríamos ir a la escuela, pero nos castigaban si íbamos y así fue como ellos nunca nos dieron el estudio. Y hoy, como es otra ge­neración, todo es más distinto. Hoy nos damos cuenta que sólo el que sabe leer y escribir puede ser empleado en distintos trabajos o empresas.

Nosotros hoy no pensamos en dejarles grandes terrenos a nuestros hijos. Hoy lo que pensamos es darles el estudio para que el día de mañana ellos puedan ser alguien en la sociedad y así encuentren trabajo para que compren tierra y se sostengan hasta el tiempo que Dios permi­ta para ellos.