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Actitud agradecida

Revisión del 17:52 10 nov 2020 de David (discusión | contribuciones) (Corrección de espacios entre palabras)
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Ciclo Litúrgico:  C-28-del-tiempo-ordinario.

Tema: Gratitud.

Evangelio según San Luca (17, 11-19).

Aconteció que mientras Jesús iba camino a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea, y al entrar en cierta aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia, y gritaron: «¡Jesús, Maestro! ¡Ten misericordia de nosotros!». Cuando Él los vio, les dijo: «Vayan y muéstrense a los sacerdotes». Y sucedió que mientras iban, quedaron limpios. Entonces uno de ellos, al ver que había sido sanado, se volvió glorificando a Dios en alta voz. Cayó sobre su rostro a los pies de Jesús, y le dio gracias; y este era samaritano. Jesús le preguntó: «¿No fueron diez los que quedaron limpios? Y los otros nueve, ¿Dónde están? ¿No hubo ninguno que regresara a dar gloria a Dios, excepto este extranjero?». Entonces le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha sanado».

Resumen:

Queridos hermanos y hermanas: estamos concluyendo nuestra celebración. Tuvimos una pequeña reflexión en relación con  el padre Damián.

Padre Damián ciertamente, un ejemplo de generosidad cristiana, también nos hemos referido  a la actitud agradecida que debe ser constante en la vida de un cristiano. Las dos lecturas coinciden en este tema.

Todo es don de Dios, nuestra vida es don de Dios, la gente que nos rodea es don de Dios, la naturaleza y todo el universo es don de Dios, por consiguiente, hay mucha razón para mantener en nuestro corazón, un profundo sentimiento de gratitud ante Dios, de quien todo don procede.

Homilía

Queridos hermanos y hermanas: ustedes, escuchando la lectura, se han fijado de que los leprosos que se presentan y que quieren encontrarse con Jesús, quedaron a distancia y de lejos gritaban: ¡Señor ten compasión, de nosotros!, esto de que se quedaban a distancia es solo una pequeña muestra de la exclusión de los leprosos. Gracias a Dios ,a estas alturas, se ha encontrado como tratar y curar esa  enfermedad. En tiempos pasados, la lepra era una enfermedad incurable y muy contagiosa.

Quién mostraba síntomas de esta enfermedad fue separado o separada de su familia, y de su comunidad y estaba obligado a vivir en un lugar apartado. Una verdadera tragedia. Además de estar enfermo, tenía que separarse de su familia y de su comunidad.

Curarse de esta enfermedad no solo tenía un efecto físico, sino también social, pues, podía reintegrarse a la familia y a la comunidad. Por eso es que Jesús los manda donde los sacerdotes. Ellos podían constatar si estaban curados o no y cederles un permiso para de nuevo integrarse a la familia y la comunidad

Me parece una muy buena oportunidad para decir algo respecto al padre Damián, uno de los pocos santos ,que hasta hoy han habido en mi país.

El padre Damián, nació en 1840 y murió en 1889,a la edad de 49 años. Se hizo religioso y después misionero. Pertenecía a la congregación de los sagrados corazones de Jesús y María. Le enviaron a él ,a Hawái, un territorio en los Estados Unidos, y cuando él estaba allá, como misionero joven, se dio una epidemia de lepra en este lugar. ¡Una cosa terrible! Y el rey de este lugar de Hawái, decía a través de un decreto, de que todos que mostraban síntomas de lepra, tenían que ser separados de su familia y trasladados a una isla, un hogar aislado, apartado y solo recibían un poco de abastecimiento para sobrevivir, solo eso, y por lo demás, no había ninguna atención a estas personas. El obispo de Hawái tenía una preocupación por esta situación tan lamentable en que se quedaban los leprosos, pero no se atrevía a mandar sacerdotes. Solo les dijo, si alguien quisiera ir a la isla Molokai, para darles al menos asistencia espiritual , iba a poder contar con el aval  de su obispo. El único que se ofreció fue Damián. Salió consciente que iba a la isla para ya no volver nunca, y que, a lo mejor, iba a adquirir también la lepra. El se ofreció, movido por una profunda compasión por aquella gente, abandonada a su suerte, sin atención alguna.

La biografía del padre Damián dice: “Que cuando él llegó a la isla, escuchaba con mucha tristeza la risa, de los borrachos (quiere decir además de víveres les mandaban también guaro) ,y el llanto de los moribundos, porque a cada rato a algunos de los leprosos les tocó morir, a causa de la lepra, tratándose de una enfermedad que va pudriendo el cuerpo y que finalmente provoca la muerte. Y,por colmo, así lo dice la biografía también le tocó escuchar, los aullidos de los perros salvajes que se hicieron presentes para devorar los cadáveres de los muertos.”

Entonces, en aquel tiempo, cuando Damián llegó a la isla de Molokai, no había ahí ni ley, ni protección para nadie. Los niños y las mujeres tenían mucho medio ante la frecuente violencia, la gente vivía, sin esperanza, ni paz, solo subsistiendo, y esperando la muerte, que pronto tenía que llegar. Se consideraba, dice el autor de la biografía, toda esta situación como un infierno en la tierra. Ahora Damián con su ánimo, y con su capacidad para dar atención espiritual y material a los enfermos supo humanizar la vida de todos ellos ,hasta convertir este lugar en una verdadera comunidad.

Venía el padre de una familia campesina. Los campesinos no solo saben labrar la tierra, sino que saben hacer de todo.

Bajo su impulso y con la ayuda que llegaba, solicitada por el mismo, se construyó una iglesia, un hospital,  una enfermería, una escuela y unas viviendas dignas.

Dicen que la presencia de Padre Damián, incluso atrajo a alguna gente para trabajar en el hospital, la enfermería y la escuela. Solo llegaban un rato y después salían tomando todas las medidas necesarias, con tal de no enfermarse.

En 1885,al levantarse de mañana, va viendo en su cuerpo los síntomas de la lepra. y cuentan de que, entonces, él, alegremente ,viendo los síntomas de la lepra en su cuerpo, corrió hasta la iglesia que el mismo había construido, convocó a toda la gente, sus amigos, sus hermanos, los leprosos y dijo esta palabra: “Ya no tengo que decir ustedes leprosos, sino puedo decir, a partir de hoy, nosotros los leprosos”. En lugar de darle mucha tristeza le daba orgullo, de pertenecer plenamente al grupo de los leprosos. Decía en aquel momento, según la biografía,: “Hasta este momento me siento feliz, y contento y si me dieron a escoger la posibilidad, de salir de acá para curarme, respondería sin dudarlo, me quedaría para toda la vida, con mis leprosos”.

¡Qué historia!, conmueve a cualquiera esa generosidad sin límites, esa disposición de sacrificarse a beneficio de sus leprosos. Murió a la de edad de 49 años, como ya dije, a muy temprana edad. Ha sido beatificado y ha sido canonizado, pero esto no es lo más importante. Lo más importante es que nosotros mismos vayamos a descubrir, en esta vida de padre Damián ¡Una generosidad!,  sin límites. A veces nuestra generosidad, la mía, la de ustedes es bastante limitada. Somos un poco generosos, a veces, pero hasta aquí. El padre Damián dio la vida por los leprosos. Es una vida que motiva y que inspira y que podemos considerar como un verdadero ejemplo para todo aquel que se llama cristiano.

Y la otra parte que resalta la lectura del evangelio, es la actitud agradecida de uno de los diez que fueron curados. Hay mucha frustración que se escucha en la pregunta que hace Jesús: ¿Y donde han quedado, los otros nueve, no han sido curados también? Solo uno vino, además, el que vino a agradecerle era un samaritano, un enemigo de los judíos, un extranjero.

Es como yo pondría como ejemplo, ante ustedes, a uno que nunca viene a la iglesia, que no comparte nuestra fe cristiana, pero que si es un buen padre de familia, es atento a las necesidades de su comunidad, no niega nunca un favor a nadie etc..

Es así como Jesús pone de ejemplo, ante los judíos, a quien no pertenece al pueblo elegido, es un pagano, pero sí sabía volver para agradecer a Jesús el gran favor que le hizo.

Nosotros debemos ser personas agradecidas.

Pueda ser cierto que el sentimiento de gratitud ,se ha debilitado entre nosotros.

Los favores que recibimos de otros, nos parecen más bien obligaciones, de parte de aquellos que nos hacen estos favores. Por consiguiente no hay que agradecerles nada. Es un error pensar así. Por ejemplo, nuestros padres nos hacen un sin fin de favores y ciertamente con esto están cumpliendo con sus obligaciones que tienen para con sus hijos e hijas. Pero también en esto hay mucha generosidad ,de parte de los padres, que debemos agradecer.

Como cristianos debemos ser personas agradecidas. Un sacerdote ya al final de su vida, escribió su biografía titulada, ”Todo es don”. La vida, la tenemos que seguir haciendo nosotros, pero al final es evidente que todo ha sido don de Dios. Seamos, a lo largo de nuestra vida, agradecidos ante quienes nos acompañan, y nos apoyan ,y sobre todo, ante Dios de quien todo don procede.