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El Duende.

Revisión del 14:57 6 nov 2020 de David (discusión | contribuciones) (Se cambio la imagen)
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Cierto día una muchacha de nombre Graciela a quien todos en el pueblo cortejaban, se hallaba desayunando unos frijoles con tortillas. De repente, cayó un trozo de pared sobre la comida.

Sin embargo, ella no le prestó la más mínima atención a ese hecho y siguió disfrutando de sus alimentos, hasta que llegó su abuela y le contó lo sucedido.

Después de escuchar las cuitas de su nieta, la anciana la miró fijamente y le dijo:

De verdad que es el colmo Graciela. ¿por qué todo lo malo del mundo te tiene que suceder a ti siempre?

Más tarde la joven se fue a lavar la loza. Mientras se encontraba lavando unas ollas, sintió como le cayó un poco de tierra del techo. No obstante, continuó como si nada hubiera pasado hasta que terminó todos y cada uno de los quehaceres y tareas que le había encomendado su abuela.

Cuando al fin terminó, se sentó en una silla y encendió la luz para leer una revista, en lo que llegaba la hora de la siesta. El reloj marcaba las 7:00 de la noche, cuando una teja del techo se cayó muy cerca de donde estaba ella. El impacto hizo que el caliche quedara convertido en polvo.

Todos los presentes (los padres de la chica, su abuela y hasta una vecina) se sorprendieron al ver que en el piso había quedado una marca.

Indignado el padre de Graciela se levantó de su silla y dijo:

– ¿Quién demonios será el travieso que está arrancando las tejas de mi techo?

Antes de que el hombre siguiera hablando, fue interrumpido por su hija, quien le comentó lo que le había pasado en la mañana y por la tarde.

– ¿Quién podrá ser? Realmente no tengo idea. Mencionó la madre.

Esa misma noche, un grito de Graciela hizo que las luces se encendieran de improviso en el domicilio. El papá de la muchacha se levantó corriendo de su cama, tomo un palo y fue a revisar cada rincón de su hogar, con la esperanza de hallar a quien estuviera merodeando dentro de su propiedad.

Tras registrar la casa dos veces, el hombre volvió a su alcoba, puesto que no halló a nadie.

Más tarde, aproximadamente a las 10 30 de la noche, se escuchó un fuerte ruido.

– ¿Qué ha sido eso? Pareciera como si los trastes que estaban guardados en la alacena se hubieran caído el piso. Dijo Graciela en voz alta.

Luego de tantos sustos, ya nadie podía dormir. Por la mañana, todos notaron algo muy extraño, el agua de la pileta que usaban para bañarse, usualmente estaba helada, por lo que tenían que calentarse al fuego, para poder bañarse.

Sin embargo, ese día el vital líquido se encontraba a una temperatura bastante agradable, casi igual que ocurría en el verano.

Al final el misterio fue descubierto, cuando el padre notó que en la tierra había unas extrañas huellas, muy similares a las que deja el duende.

El duende es un personaje que aparece en algunas leyendas de el Salvador. Los historiadores dicen que se trata de un ente que no le hace daño a nadie, pero que invariablemente se enamora de las muchachas más bonitas del pueblo.

Además, se cree que no deja de hacerles «travesuras» hasta que encuentra algo negativo en ellas.


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