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Hace 1000 años el pueblo Tolteca, padres de los Aztecas y Los Mayas, celebraban la llegada de la primavera.

En el mundo Cristiano la tradición narra que, en Europa en el siglo II, Santa Elena busca y encuentra la cruz donde murió Jesucristo. La cruz se dividió en tres. Una pieza fue enviada a Roma, otra a Jerusalén y la última a Constantinopla. En el año 700, la que pertenecía a Jerusalén fue robada por los persas y fue devuelta en 1816 por el emperador Bizantino Constantino. En el calendario liturgico no aparece la celebración a la cruz en el mes de mayo sino en el mes de septiembre.

Los pueblos indígenas se regían por una marcación cósmica que era una cruz de lados iguales que representa la unión de lo alto y lo bajo, el sol y la tierra, lo humano y lo superior, los cuatro puntos cardinales, lo masculino y lo femenino. Por el mes de marzo del calendario Cristiano los pueblos Mayas y Aztecas conmemoraban la llegada de la primavera que lo representaba Xipe Tótec.

Como forma de dominación los invasores impusieron la celebración a la cruz Cristiana el 3 de mayo. Las cruces se hacen del árbol de Jiote adornadas con frutas.

En actualidad se ha deformado el origen de esta celebración gracias a una mala interpretación de Xipe Tótec, cuyo simbolismo es mucho mas profundo, representando el cambio de estación del verano a la primavera. El nombre de “nuestro señor desollado” se ha tomado de forma literal, al igual que para Jesucristo la cruz representó vida nueva, para la cosmovisión indígena la piel que cubre a Xipe Totec representa esa vida nueva que nos regala nuestra madre tierra.

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