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“Lo único que teníamos era un cantarito para el agua”

Dora, antes de la guerra

Mi papá fue de los primeros que se incorporaron a la guerrilla. Yo me acuerdo que en el año 78, cuando yo tenía 7 años, él salía y decía que iba a El Castaño a recibir un curso bíblico, pero era que iba a entrenarse para la guerrilla. A veces yo me iba detrás de él y me escondía en un matojo y veía que hacían ejercicio, aunque yo no sabía lo que estaban haciendo. Ya después comenzó a llevar a mis hermanos, a mi hermano que tenía 14 años y a mi hermana que tenía como 12.

La primera vez que vi un avión iba con mi hermano pequeño, nos asustamos mucho porque no sabíamos lo que era y salimos corriendo para la casa. Mi papá ya casi no iba a la casa, vivíamos en el Caserío de Santa Anita, aquí en Jocoatique. De mis ocho hermanos, los dos mayores se habían ido con mi papá, pero mi hermana salió embarazada y se volvió con nosotros. Otro de mis hermanos se fue también con la guerrilla, pero se perdió, y le detuvieron los guardias. Nosotros nos fuimos a la Villa de El Rosario, y allí mi mamá, que era partera, tuvo que atender un parto. Después nos fuimos para El Tule y nos fuimos antes de que comenzasen los disparos, porque masacraron a la gente que se quedó en el Tule. Nosotros oímos los disparos. Seguimos moviéndonos de un sitio a otro huyendo de los soldados y la guardia. El muchacho que andaba con mi hermana nos ayudaba para trasladarnos de un lugar a otro. Estuvimos refugiados en una cueva con un montón de gente en el Caserío de San Anita, estuvimos allí como una semana. Mi papá nos dijo que teníamos que salir de allí, pero aparecieron los soldados y mi hermana, que todavía estaba embarazada, se escondió y yo me fui con ella. Mataron a varias personas, pero nosotras conseguimos escondernos. Cuando salimos vimos el cadáver de un señor, que le llamaban Graciliano. Por la noche nos juntamos con mi mamá, pero nos dijeron que teníamos que marcharnos porque el ejército estaba cerca. Después escuchamos que había habido otra masacre en un lugar que llamaban Raíces. Nosotros estábamos escondidos en un monte y nos dijeron que nos reuniésemos todos en San Fernando para salir desde allí hacia el refugio de Colomoncagua. No teníamos nada, nos habían quemado la casa, lo único que teníamos era un cantarito para el agua, y alguna cobija. Estábamos ya en el 80 y yo tenía 9 años. Yo no entendía nada de lo que estaba pasando, pero se me iban grabando algunas cosas. Llegamos a un lugar que se llamaba Las Rosas, íbamos andando de noche y dormíamos al raso, y a veces dormíamos en un convento. Estando en ese lugar me dio una gran calentura, era varicela. Mi hermana ya había tenido a su niño.

Ya nos trasladaron a uno de los campamentos de Colomoncagua, era el que llamaban Limones 1. Al refugio llegamos sólo cuatro hermanos, porque antes de llegar, a mi hermano, de 12 años, le dijeron que tenía que quedarse. Y mi hermana Mirna dejó en el refugio a su hijo, con mi mamá, y se volvió.

“Apostábamos a ver quién hacía más bombas de contacto”

En Colomoncagua yo iba a la escuela por las mañanas y por la tarde a un taller de manualidades. Aprendí a bordar, a cortar zapatos, a leer y a escribir... En el 85 ya me incorporé a la escuelita, donde nos enseñaban entrenamiento militar, pero seguía estudiando. A primeros del 86 me vine a El Salvador con un grupo, me llevaron a Torola, y me incorporé a un taller de explosivos. Como veníamos varios compañeros nos poníamos a apostar a ver quién hacia más bombas de contacto, como si fuese un juego, pero no se nos ocurría que aquello era peligroso, aprendimos también a preparar otro tipo de explosivos. Después me prepararon como radista, comencé con las radios pequeñas, y al principio estuve de radista en el taller de explosivos, pero más tarde estuve de radista de un jefe militar. Se llamaba Arnoldo y estuve con él un tiempo, y ya nos movíamos por toda la zona de Torola. Estuve también en una escuadra de exploración en la zona del Cacahuatique, San Antonio el Mosco...Y en ese tiempo tuvimos un combate en El Pito, abajo del Torola, y allí me golpearon con una M-79, y la explosión me reventó, y echaba sangre por la nariz y por la boca, y cuando terminó el combate yo ya llevaba cinco horas sangrando. Entonces ya tenía un compañero de vida, y él no estaba allí conmigo, pero siempre preguntaba cómo estaba o caía de repente, y esa vez, por suerte, cayó de repente. Yo ya estaba muy mal, pero no se daban cuenta que estaba muy mal, pero él me ayudó y me trasladaron a la Clínica de Torola y me recuperé.

Volví de nuevo de radista a la zona, y pasábamos el tiempo de exploración en las quebradas. De nuevo, en otro enfrentamiento, me hirieron, ya entonces yo llevaba un M-16. Después ya me dejaron en la zona de radista, para el Puente que decían, porque era un enlace para todas las comunicaciones, de Guazapa, Norte de San Miguel, Morazán... ya trabajaba con todas las radios. Estaba yo sola y uno de seguridad. El volcán de Torola estaba minado y nosotros sabíamos dónde estaban las minas porque nos daban un mapa. Yo cerraba a la una de la mañana y me bajaba a dormir en el campamento de explosivos y luego me subía a las 4 de la mañana. Eso ya eran los años 87 y 88. Mi compañero estaba también en la zona. Después me bajaron para poder estar con mi compañero, él era mando, y estuve de radista de él.

“Antes de que me capturasen pensaba usar la granadita

Una vez en el año 89, antes de ir a la ofensiva, íbamos a atacar a San Antonio El Mosco y avisaron que no entráramos, porque se habían desertado unos milicianos, y la zona estaba minada. Entonces se decidió que entráramos a combatir a San Isidro y conseguimos sacar a las tropas de allí. Eso era en Mayo del 89. Cuando ya veníamos para San Simón nos dijeron que avanzásemos, pero sufrimos una emboscada y nos barrieron a rafagázos. Me hirieron, pero yo no sentí nada, sólo que caí y traté de levantarme para saltar un cerco y ya no pude, sentía que tenía los zapatos con sangre. Yo llevaba una granadita pequeña, y uno de los radistas me llamó y ya contesté: “me jodieron.” Yo temía que llegasen los soldados y andaban varios aviones, así que pensé que antes de que me capturasen iba a usar la granadita.

No podía salir de allí, pero el radio lo oía y de repente escuché a alguien que me llamaba: “!Cipota¡”, era Santiago, el esposo de Lina, venía con Zósimo. Santiago me dijo que me iba a cubrir para que me sacaran y Zósimo me echó en su hombro. Pero yo estaba bien mal y en el camino me dejaron en un corredor de una casa y fueron a cortar una rama. Yo les pedí que no me dejasen, que me iba a morir, era una zona muy complicada, pero ellos me echaron al lomo y me sacaron. Cruzamos el río Torola y me cargaron bastante tiempo, y de nuevo me llevaron al hospital de Torola. Y cuando desperté pregunté por Yuvini, que era mi compañero. Me dijeron que me iban a trasladar a Guaruma para operarme, y Julio Barba dijo que iba a donar sangre para mí, y todavía me molesta y me dice que yo tengo sangre de él.

Al mes yo ni me reconocía, estaba muy delgadita, y como se temía que iba a entrar un operativo me embutieron con un compa, que era del PRTC y también estaba herido, y él me cambiaba el suero, porque yo me alimentaba de suero. Estuvimos como quince días en un lugar que era como una champa. Ya en Agosto me llevaron a la montaña en un puente con los radios, cerca de Nahuaterique. Durante la Ofensiva estuve en la zona de Torola y me quedé con Leti en la Estructura Logística. A mi compañero lo trasladaron para la escuela militar y después se fue a la Ofensiva, pero cuando volvió ya no seguí con él. En ese tiempo anduve con Mario Chocho, también con Rudi, siempre de radista. Yo ya esperaba que se acabase la guerra, a cuatro de mis hermanos no los había visto en toda la guerra. Sólo me encontré con uno de ellos, que era el más pequeño, y le dije que viese cómo se salía de allí y le dijese a mi mamá que le sacase como pudiese, y lo hizo. Yo no me salí, aunque todavía no me había recuperado, así que me fui un tiempo a San Salvador y después volví y me desmovilicé.

Ya tenía novio, era otro compa, que ya conocía de antes, pero nos hicimos novios en el 89, aunque después él se fue, desapareció durante un tiempo y estuvimos sin vernos, hasta que se hizo una feria en Torola. Todavía había compas armados, pero ya se esperaba que acabase la guerra. Yo estaba en esa fiesta y de repente apareció él y volvimos a estar juntos. Yo no pensaba en hacer una familia, ni nada de eso, pero salí embarazada. Me fui a vivir con mis papás y empecé a estudiar para capacitarme en costura.

“Me gané una beca para estudiar el bachillerato”

Dora en su casa, Jocoaitique

Antes pasé un tiempo en San Salvador haciendo oficio en casas, pero me llamaron para que viniese a desmovilizarme y ya me encontré con Teófilo, mi compañero. Después hice una capacitación en agricultura, nos dieron los aperos agrícolas y ya después que tuve al niño empecé a estudiar noveno grado. Me gané también una beca, aunque yo no había estudiado, pero acompañé a mis hermanos a San Salvador, porque ellos iban a hacer las pruebas. Al llegar me animaron para que hiciese la prueba y a pesar de que no había estudiado lo saqué, conseguí un 8, y así pude estudiar el bachillerato. Tuve la oportunidad de entrar al proceso de becas para estudiar medicina en Cuba, pero en la última prueba la perdí porque decían que las becas eran para menores de 25 y yo ya tenía 26 y me salí, no entré a la última entrevista. También intenté estudiar en la Universidad, en San Miguel. Mi idea era estudiar computación, pero solo hice un ciclo porque ya tenía a mi niño y era muy pesado porque tenía que trabajar, y además tenía que hacer todas las tareas de la casa, y me enfermé, por ese calor de San Miguel y la exposición al aire acondicionado. Decidí volverme a Morazán y conseguí una plaza de secretaria en la Clínica en Jocoaitique. Después ya renuncié porque tuve otros dos niños y mi niña tuvo problemas de corazón y me tuve que dedicar a cuidarla, pero me seguí rebuscando: puse una granja de pollos, costuraba...

Por suerte mi niña no necesitó ser operada, como me dijeron en principio, y se recuperó. Mi compañero, el papá de mi hija, se fue a trabajar a Belice, pero lo deportaron. Volvimos a vernos y me embaracé de mi hijo pequeño. Él después se marchó a Estados Unidos, pero mis hijos no lo conocen. Mi hija intentó, en una ocasión, ponerse en contacto con él por Facebook, pero él no quiso comunicarse.

Yo actualmente trabajo costurando, pero tengo que pedir créditos para comprar las telas y los materiales que necesito. Tengo una pensión de lisiado, es poquito, pero es una ayuda. Mis papás no recibieron nada, pero ellos siguieron trabajando, mi mamá puso una tiendita.

Referencias