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Hospital guerrillero

Mi compañero es compa, con un civil no me entendería”

Yo tenía 13 años cuando comenzó la guerra, mis padres se organizaron en el 79. Mis dos hermanos, un hombre y una mujer, murieron en la guerra. Toda la familia participamos. Nací en Tortolico, en Torola, como Margarita, las dos somos amigas

desde la infancia. Cuando empezó la guerra estuve como brigadista en Tortolico, porque allí había un puesto médico, y después estuve en Guaruma, en San Fernando. Ya en San Fernando me tocó preparar brigadistas para atender a la población civil, pero también estuve en Joateca y en Jocoatique.

En el 81 me tuve que ir al refugio porque salí embarazada, dejé allá a mi hija con mi mamá y mi abuelita y me volví. Seguí como brigadista y me trasladaron a la montaña, al hospital, en Nahuaterique. Allá aprendí bastante, hice varias capacitaciones, experimentábamos con perritos, teníamos que operarlos y algunos aguantaban bastante, hasta dos y tres operaciones. Después de la guerra me planteé trabajar como promotora de salud. Incluso al final de la guerra ya estuve trabajando como promotora de salud, en Arambala. Trabajé con la población y me tocó enseñar a otras dos personas más.
“Muchos compas olvidaron porqué lucharon”.

Gladis en Fisioterapia

Me desmovilicé en Arambala, y a nosotros nos dieron tierra, pero mi compañero y yo compramos después para construir nuestra casa. Mi compañero fue también compa, porque yo pensé que con un civil no me iba a entender. Durante el conflicto nos veíamos poco, estábamos en distintos lugares. Tenemos dos hijos, una niña, que fue la que tuve que dejar en el refugio, en el 81, y después de la guerra tuvimos otro. Mi hija no trabaja, está en su casa con su familia, y mi hijo estudia informática. Mi esposo se fue un tiempo a Estados Unidos, estuvo cinco meses y volvió. Debió ser una experiencia muy dura porque todavía no me ha contado todo lo que vivió allí, lo peor dice que fue el desierto. Pero no quiere saber nada del tiempo que pasó allí.

Ahorita estoy en CEBES, pero trabajo de Ordenanza en la Oficina de Derechos Humanos de El Mozote. Se sigue tratando de que enjuicien a los responsables de la matanza. Todavía hay personas que no han sido identificadas, aunque el gobierno ha conseguido algún avance. Yo creo, como Margarita y Vilma, que la guerra cambió nuestras vidas, y las mujeres conseguimos abrir otras oportunidades, aunque hay muchas que volvieron a la vida del hogar, y continúan bajo la autoridad del hombre. El miedo al hombre se mantiene y eso ocurre, incluso, con muchos hombres que lucharon en la guerra, que después se olvidaron de ese mundo de justicia por el que combatieron.



Referencias