Animando a los comités de solidaridad

De CEBES Perquín

En este contexto de transición de la guerra a la paz fue necesario establecer una relación directa con los comités de apoyo internacional, quienes solidariamente apoyaban los procesos de reconstrucción y reinserción social de los compas.

El Padre Rogelio, Juan Carlos Hernández y Ana María tuvieron la responsabilidad de dirigir algunos de los encuentros en diferentes regiones, tanto en Europa como en Latinoamérica.

Cita: P. Rogelio Ponseele. Memoria escrita 2021.
“A finales de ’85, los mandos guerrilleros me propusieron salir para hacer una gira por Europa, animando los diferentes comités de solidaridad. Acepté y comenzamos a ver como podría ser la salida, evitando caer en manos de los cuerpos de seguridad. El riesgo era grande en vista de que mi situación era totalmente ilegal y ya habían manifestado que, para ellos, yo era un objetivo militar. En toda esta aventura me acompañó Alejandro Ortiz, el papá de P. Octavio Ortíz.

El viaje fue preparado minuciosamente. Por mi paso por San Salvador pude encontrarme con un grupo de personas muy apreciadas por mí, miembros de las comunidades eclesiales de base de la Zacamil. De San Salvador hasta Bélgica (país de destino) todo salió tal como se había planificado, no hubo ningún problema.

Emocionante fue la llegada. Mis hermanos y hermanas nos estaban esperando. Tenía yo siete años de no haberlos visitado. Nos pusimos a comer y a platicar hasta horas de la madrugada.

Alejandro y yo fuimos a dormir en casa de mi hermano menor. Al día siguiente, a mediodía nos despertaron para almorzar. Le dije a Alejandro: “¿adivine qué horas son?” Miró por la ventana y me dijo: “las seis de la mañana. En Bélgica, durante el invierno, el cielo se mantiene oscuro hasta muy de día. De ahí que fallo´ el pronóstico de Alejandro.

Ya estábamos bien ubicados en Europa. Ahora faltaba planificar el recorrido con la ayuda de los responsables políticos de cada país. Se proyectaba visitas a los comités de solidaridad en Alemania, Suiza, España, Francia, Holanda y Bélgica. En cada reunión Alejandro iba dar su testimonio personal y yo les iba a hablar de mi experiencia pastoral en El Frente. Posteriormente iba a ver un espacio amplio para preguntas y respuestas.

Fuimos muy bien acogidos, sentíamos que, con los miembros de los comités, estábamos en la misma honda, compartiendo el mismo propósito: cómo sacar adelante a nuestro pueblo.

Dos cosas volvieron a plantearse una y otra vez: ¿Cuándo y cómo se podría ver el desenlace del conflicto armado? Y, sobre todo en comités mayoritariamente de inspiración marxista, ¿qué hace un cura ahí en una lucha marxista, leninista?. La primera interrogante no me extrañaba para nada. Ya habían transcurrido cinco años, la mitad de una década. Este tiempo, afuera, se volvió un largo tiempo, adentro los años pasaron como nada. Así es.

Si eran comités de inspiración cristiana hacía referencia al pueblo de la biblia que ambulaba, como dice la sagrada escritura, 40 años por el desierto, pero mantuvieron la esperanza de llegar a la tierra prometida. Y de hecho llegaron.

A los comités de inspiración marxista les recordaba el poema de Bertold Brecht (alemán): “los que luchan toda la vida, estos son los indispensables.

En cuanto a la segunda interrogante hablamos de la participación de muchísimos cristianos en el proceso y de las coincidencias entre el cristianismo y el marxismo. Poco a poco fueron entendiendo. Les costó, pues su experiencia, en este aspecto, había sido muy diferente a la de nosotros acá en las comunidades eclesiales de base.

El recorrido era largo y cansado. Finales del ’86 volví a Morazán.

Antes de concluir este breve relato, quisiera destacar la enorme importancia del testimonio y de la presencia de Alejandro. Ganó el cariño de muchísima gente.

Si bien me acuerdo fue en una de las reuniones que tuvimos en Francia. Como acostumbraba, Alejandro dio su testimonio y dijo que cuatro de sus hijos habían caído. Una señora se puso de pie y gritó: ¡Señor Alejandro cómo puede contarnos esto con esa sonrisa en su rostro, ¿es que no siente la muerte de sus hijos?!.

Yo me listaba para ayudarle a responder a esa Señora. Pero no había necesidad alguna. Alejandro se acercó aún más al micrófono y dijo:

¡Como no, sentí tristeza por la caída de mis hijos, pero más que tristeza, me siento orgulloso, pues mis hijos cumplieron con su deber, dieron todo por la liberación de nuestro pueblo!. La Señora se sentó y ya no dijo nada. Durante un buen rato se escuchó un total silencio.

Fue un año de mucha emoción y de lindas experiencias”.