La cueva del Diablo.
El miedo y la advertencia siempre está presente en la mayoría de leyendas salvadoreñas y en este caso nos referimos a la cueva del Diablo, la cual se ubica en el municipio de Guaymango, en el departamento de Ahuachapán. Específicamente está a 5 kilómetros de Gaymango, en el cantón San Martín. Una angosta vereda, rodeada de vegetación y cultivos de maíz, conduce a la misteriosa cueva.
Se dice que este es el hogar del diablo y está resguardado por dos enormes guardianes de piedra quienes vigilan sigilosamente la entrada de la cueva. Hay quienes manifiestan que han visto salir de “la guarida del diablo” una enorme culebra dorada. La tradición popular también advierte que si las personas caminan por la zona de la “guarida” del Diablo, a las doce del día o a la medianoche, pierden su camino. También son víctimas de espantos y burlas. Otras personas en cambio dicen que quienes suelen pasar por el sitio y escuchan risas y burlas que salen del monte. En una ocasión un hombre intentó ver qué pasaba y el hombre no pudo salir hasta que se dejó guiar por una de las vacas. Otra leyenda es sobre una niña de 2 años que se perdió mientras estaba al cuidado de su niñera. Esta fue a traer un vaso con agua y dejó a la menor sola en el patio, dándole de comer a unos cerdos. Pasaron dos días antes de encontrarla “misteriosamente” en medio de un cultivo de maíz, cerca de esta cueva. Pero siempre hay valientes y curiosos que se han aventurado a entrar en la cueva, armados de lámparas y lazos. Ninguno de ellos ha logrado llegar al fondo del hogar del demonio. “No tiene fin, y llegado un momento hace falta el aire. Eso hace imposible explorarla en su totalidad”, cuentan.