María del Rosario Chicas(María).

De CEBES Perquín
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“Mi esposo murió en el 80, en una emboscada”

Mi esposo fue combatiente, desde el 80, ya teníamos entonces tres hijos, y estaba embarazada del cuarto. Nosotros antes de la guerra ya vivíamos aquí, en San Fernando, en este cantón que se llama El Cañaverales. Nosotros pasábamos muchas dificultades, pero hacíamos milpa y teníamos gallinas, así que mis hijos nunca estuvieron desnutridos. Ya cuando se vino la guerra, mi último hijo tenía seis meses, y nos fuimos al refugio, y cuando tenía dos años le quité el pecho y me vine para el frente.

Mi esposo murió en una emboscada en el 80, antes de la Ofensiva. En ese tiempo, yo estaba embarazada, y teníamos que ir de un lugar a otro con los niños, en el mero monte, huyendo del ejército, y de los operativos. A mí me capturaron, y mis hijos se quedaron con mi hermana, después nos liberaron y nos quemaron la casa. No era fácil, además de tener que huir y ver morir a tanta gente, teníamos que trasladar a los niños. En esas situaciones es donde uno tiene que demostrar lo que es con las personas, porque no todas las personas somos iguales, unas somos más violentas que otras, y había pleitos, por distintas situaciones, incluso por los niños, y aprendimos a respetar y comprender que todos somos diferentes y cada uno piensa de forma distinta.

“Mi hermana perdió cinco hijos en la guerra”

Para nosotros era peligroso llegar al refugio, porque mi familia estaba “quemada”, estábamos organizados, éramos conocidos, y el ejército salvadoreño nos podía capturar. La guerrilla nos sacó a dos hermanas con nuestros hijos, nos llevaron solas a nosotras, para protegernos. Yo iba con mis cuatro hijos y mi hermana con cinco, ella perdió a cinco hijos en la guerra. Salimos a las 12 de la noche, y para comer solo nos dieron un pedazo de dulce. Estuvimos horas caminando, pero nos encontramos a un señor, que nos aconsejó que nos volviésemos porque el refugio era peligroso para nosotras. El hombre era compa y nos llevó a su casa, él nos dijo que no tenía una buena casa, pero tenía una vaca, cabras y gallinas, y pude alimentar a mi niño con leche de cabra. La casa estaba en San Fernando, ya en las lindes, pero no fue posible quedarnos allá mucho tiempo, porque ya los orejas habían hecho su trabajo. Tuvimos que escondernos un tiempo y quedarnos en los cantones, en El Salvador, hasta que fue seguro llegar al refugio de Colomoncagua. Así que cuando llegamos ya estaban hechas las champitas, y había grupos de extranjeros, de ayuda internacional. Yo llevaba a mi niño de seis meses, que se me enfermó y me lo atendieron unos extranjeros, pero me lo atendieron bien. Ya empezamos a asistir a talleres en los que nos advertían que había que tener cuidado de hablar con la gente porque no sabíamos quiénes eran, y te podían delatar. También allá había “orejas.”

“A mi hijo lo capturaron con 13 años”

Ya cuando me vine al frente, en el 82, me trajeron al Zapotal de Joateca, anduve en Comunicaciones, en la cocina... Después estuve en Torola pasando un cursillo político-militar, y ya me trasladaron a Jocoatique, anduve también coordinando la cocina de Los Torogoces...Conocí a muchas radistas, a Silvia, que era del Ocotillo, conozco a todas esas cipotas...

Cuando volví me capturaron a uno de mis hijos que tenía 13 años. Lo capturó el batallón Atlacalt, y lo anduvieron en helicóptero para arriba y para abajo. Radiaron que habían capturado a un niño, pero nadie se hizo presente. ¿Y quién se iba a hacer presente? El día que los capturaron había una tormenta, y él me contó que llevaba unos correos y consiguió esconderlos debajo de una piedra, en la que estaba sentado, y comenzó a moverse hasta que con el agua se deshicieron los papeles y se los llevó la corriente.

Taller en el refugio

¡Bien vivo era el cipote, y así sigue siendo! Así que cuando le capturaron no le encontraron nada y él no les dijo nada, no consiguieron sacarle información. Era bien secreto el cipote, y continúa siendo así. Lo llevaban de un lugar a otro en el helicóptero y después lo abandonaron en San Miguel, y allí quedó abandonado, dice que comía cosas de la calle. La Cruz Roja lo recogió y lo llevó a El Hogar del niño y allí se creció él.

Cuando yo vine de El refugio a él ya le habían sacado papeles para enviarlo a Australia, él no debía contar mucho, pero cuando se enteró que la gente volvía les dijo que su mamá venía con los refugiados de Honduras. Yo no sabía si estaba vivo y a mí se me estrangulaba la vida. El día que lo capturaron yo soñé que los cuilios llegaban y nos iban a capturar, las madres tenemos eso con los hijos. Ya en el 86 me fui de nuevo a Colomoncagua, y allí trabajé en una clínica, en el Centro de Nutrición, hacíamos comida para los ancianos, y para la seguridad, también aprendí a costurar, y estuve en talleres de producción. Yo estuve en Vegas, y aquello era bien bonito, la convivencia, y el lugar era muy lindo, bien parejito...

“Los compas no me dejaron desmovilizarme”

Yo tenía allí a mis tres hijos, pero ya no me quedaban ni mis papás, ni mi esposo, estaba sola. Ya desde el inicio de la guerra estaba sola. Mi mamá antes de la guerra hacía tareas revolucionarias. A ella la sacaron del país, y viajó a Cuba, a Nicaragua, a Honduras...En Cuba la trataron de un cáncer de hígado, y le dijeron que iba a vivir poco, pero vivió otros 16 años más.

Yo me vine con toda la gente a La Segundo Montes, pero como tenía aquí, en Cañaverales, una tierra que me dejó mi mamá, pues me vine con mis hijos y construimos un ranchito humilde, porque estaba todo quemado. Ahora ya tenemos una casa bien bonita. A mí no me dejaron desmovilizarme porque yo trabajaba en un comedor que había en la Segundo Montes, que se llamaba “El Mirador”, y se llenaba de gente, sobre todo de extranjeros. Me dijeron que si me iba a Perquín a desmovilizarme me quitaban el trabajo, porque había que atender a la gente, así que no pude desmovilizarme. A mí no me dieron nada, pero a mis tres hijos les dieron dinero,como ayuda, por la muerte de mi esposo. Con ese dinero mi hija se construyó su casa, uno de los hijos estudió para abogado y el otro puso una peluquería. Los dos están en San Miguel. Mi hijo, al que capturaron, está en Estados Unidos.

Yo vivo con mi hija y su esposo, y llevo 28 años viviendo con ellos, y nunca he tenido ningún problema con mi yerno. Nos llevamos todos muy bien, también con mis nietos.

“Mucha gente no tuvo juventud por luchar por las generaciones futuras”

Marcha

Yo nací en 1949, mi mamá tenía gallinas, tenía terrenos, tenía vacas, era sastre, y mi papá era agricultor. Yo bien cipota, con seis años ordeñaba las vacas antes de irme para la escuela. Fui a la escuela durante seis años, y pude hacer hasta sexto grado. Puedo leer y escribir. Después ya no pude seguir estudiando, y tampoco después de la guerra.

Todavía no olvido que cuando me capturaron me amenazaban con matarme y yo les decía que si me mataban que también matasen a mis hijos. Me decían que si no tenía miedo a la muerte y yo les decía que no, porque era verdad. Uno de ellos era muy bravo, yo le recordé que habíamos sido compañeros de escuela y que conocía toda su familia, pero él me decía que iban a matar a todos los guerrilleros, aunque yo le decía que yo no era guerrillera. Él me recordaba, pero no quería reconocerme.

Las guerras no son fáciles, pero luego la gente sólo quiere aprovecharse, se olvidan que costó sangre y dolor. Yo creo que después de la guerra se han conseguido muchas cosas, hay más oportunidades para estudiar, y la vida mejoró para mucha gente, aunque mucha gente joven no tuvo juventud por mejorar la vida de las generaciones futuras.

María en su casa, San Fernando

Yo creo que a las mujeres que participaron en la guerra no se las ha tomado en cuenta, y era muy duro dejar a tus hijos para irte al frente. Yo no olvido a mi hijo en el refugio, sobándome la cara y pidiéndome: “¡No te vayas mamá!” A una de mis hermanas se le murieron cinco hijos y a otra siete. Yo de todas formas no resiento lo que hice en la guerra, pero entiendo que las madres sufrieron mucho. Hoy todavía sigo trabajando en este negocio que tenemos aquí, que es comedor, y a veces nos va bien, cuando hay proyectos por aquí. Ya tenemos 4 años que tenemos este negocio, que es una cooperativa. También tenemos gallinas, vendemos huevo indio. Y aquí, en esta comunidad también nos hemos organizado para construir unos depósitos y tener agua las 24 horas.