Curo a muchos enfermos de diversos males.
Fecha: Domingo 07 de febrero de 2021.
Ciclo Litúrgico: Ciclo B – 5° Domingo del Tiempo Ordinario
Evangelio Según San Marcos (1, 29-39)
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a la casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediatamente le hablaron de ella. Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.
Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca y, al encontrarlo, le dijeron:
«Todo el mundo te busca».
Él les responde:
«Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido».
Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.
Homilía
El evangelio registra lo que fueron las ocupaciones de Jesús, al día, durante su campaña evangelizadora en Galilea.
Al salir de la sinagoga se dirigió con Santiago y Juan a la casita de Pedro y Andrés. A no más llegar curó a la suegra de Pedro que estaba en cama con fiebre. Antes del atardecer se puso a curar a enfermos con dolencias de toda clase. Los vecinos del pueblo, con sus enfermos, se habían congregado frente a la casita. Posteriormente descansó. Pero muy de mañana se levantó y se fue a un lugar solitario. Ahí se puso a orar. A los discípulos que le habían buscado para seguir curando enfermos en el mismo lugar les dijo: “mejor vámonos a los pueblos vecinos para predicar también allí”.
Poniendo lo que dice el evangelio, en orden lógico, podemos señalar como las actividades que realizaba Jesús, las tres siguientes:
1. Dedicaba tiempo a la oración;
2. Predicaba, anunciando el reino (muchas veces para esto aprovechaba las sesiones en las sinagogas);
3. Curaba a toda clase de enfermos.
A pesar del arduo trabajo realizado en el atardecer del día anterior, muy de madrugada Jesús se levantó para buscar un lugar adecuado y orar.
Espontáneamente uno se pregunta: ¿en qué consistía la oración de Jesús?
Jesús tenía dos intenciones: 1. Estar a solas en presencia de Dios, tomando conciencia de que el proyecto que estaba realizando no era de él, ni de los discípulos, ni de nadie, sino de Dios. No quiso caer en el error que es muy común entre los seres humanos, de apropiarse él mismo del proyecto para su propio beneficio o someterlo a los intereses de otros. El único dueño de su proyecto era Dios. Para siempre tenerlo presente necesitaba estos momentos de estar a solas con Dios. 2. Tenía igualmente la intención, de ocupar este rato para ponerse en sintonía con Dios y con su voluntad.
Esto ha sido la oración de Jesús, esto debe ser nuestra oración: colocarse en presencia de Dios y ponernos en sintonía con su voluntad. Otras formas de oración tendrán su lugar y su razón, pero la oración de Jesús, sin duda alguna, presenta la esencia de lo que es o debe ser toda auténtica oración.
Hay varios testimonios que señalan a Monseñor Romero como hombre de oración. A veces, antes de hablar se escapaba para orar. Oraba como Jesús oraba. Lo que hablaba era fruto de su permanente oración, como aquel domingo cuando dijo: “si un hombre por la necesidad de la sociedad es elegido para ministro, para presidente de la república, para arzobispo, es servidor del pueblo de Dios! ¡No hay que olvidarlo! La actitud que hay que tomar en estos cargos no, es decir: “Yo mando aquí, se hace despóticamente lo que yo quiero”. No eres más que un hombre ministro de Dios. Y tienes que estar pendiente de la mano del Señor para servir al pueblo según la voluntad de Dios y no según tu capricho.
Gran parte del resto del día dedicaba a la prédica, al anuncio del reino de Dios.
Hasta estas alturas se observa en alguna gente cristiana el escrúpulo de identificar el reino con la transformación de la sociedad. Tienden a ubicar el reino en el más allá o muy al interior, es decir, en el corazón de toda persona.
M. Romero tocó este tema, frente a los profesores de la universidad de Lovaina. Distingue y une la dimensión trascendental del reino (su realización definitiva en el más allá) con la dimensión histórica (su realización dentro de los límites de nuestra historia). Dice…. “En nombre de Jesús queremos y trabajamos naturalmente para una vida en plenitud que no se agota en la satisfacción de las necesidades materiales, ni se reduce al ámbito socio político. Sabemos muy bien que La plenitud de vida solo se alcanza en el reino definitivo del Padre y que esa plenitud se realiza históricamente en el honrado servicio a este reino y en la entrega total al Padre.
(Y a continuación se refiere a la dimensión histórica del reino valiéndose de un lenguaje contundente) Dice… Vemos con igual claridad que en nombre de Jesús, sería una pura ilusión, una ironía y, en el fondo, la más profunda blasfemia, olvidar e ignorar los niveles primarios de la vida, la vida que comienza con el pan, el techo y el trabajo”.
A partir de lo que dice M. Romero no podemos tener ningún escrúpulo de señalar el reino ahí donde se crece y se consolida la vida. Ningún escrúpulo para entender el reino (al menos en su dimensión histórica) como la transformación de la sociedad a partir de los valores del evangelio. Aún cuando esto nos involucre en el ámbito socio-político.
Al anuncio de este reino, Jesús dedicó gran parte de su vida.
El resto del día dedica a la curación de toda clase de enfermos. Es igualmente importante. Son los gestos que respaldan o que dan credibilidad a su palabra.
Jesús entra a la casita. La suegra de Pedro está postrada en cama. Tiene fiebre. Jesús se acerca a ella, la coge de la mano y la levanta en un gesto de cercanía y apoyo que le transmite nueva fuerza. Jesús es para los cristianos la mano que Dios tiende a todo ser humano necesitado de fuerza, apoyo, compañía y protección. (J.A.Pagola)
Caben aquí dos comentarios que no podemos obviar.
Pedro tenía suegra y por lo tanto, estaría casado. Esto es un dato del evangelio…Los discípulos no eran hombres desencarnados de una historia personal. Tenían un oficio, una familia, una casa, una psicología bien distinta unos de otros.
El celibato con aquél vinculo obligatorio al sacerdocio es una imposición en fecha muy posterior.
La suegra se levanta y se incorpora. Dice el evangelio literalmente: se le quitó la fiebre y se puso a atenderlos. Era una mujer ya anciana.
En los tiempos de Jesús había menos ancianos que hoy en día. La vida del hombre era más corta porque se tenían muy pocos conocimientos médicos. La mayoría de los hombres y mujeres moría muy joven según lo que actualmente se entiende. Los y las ancianos eran muy queridos y su presencia inspiraba respeto en la familia. Eran también los responsables de transmitir la historia familiar y las tradiciones culturales… Jesús se acerca a la anciana en la actitud en la que debemos acercarnos siempre a los ancianos y ancianas. Haciéndoles sentir que todavía son útiles dándoles esperanza para enfrentar sus dolencias con ánimo y preparándoles para la hora de la muerte con serenidad y confianza en Dios. Este milagro de Jesús es signo del amor de Dios por las personas ancianas a las que la sociedad actual, a veces rechaza y margina por inútiles.
No se limita a curar a la suegra de Pedro. Más tarde, los vecinos con sus enfermos se congregan frente a la casita. Jesús le dedica el tiempo necesario… sanó a muchos enfermos con dolencias de toda clase.
No nos fijemos únicamente en lo espectacular de cada una de estas curaciones. Veámoslas, más bien, como signos de aquel reino que Jesús va anunciando y que, ahora, a través de estas curaciones se va haciendo realidad.
Jesús sabía acoger con cariño a los enfermos, despertar su confianza en Dios, perdonar su pecado, aliviar su dolor y sanar su enfermedad.
Su actuación ante el sufrimiento humano siempre será para los cristianos el ejemplo a seguir en el trato a los enfermos.
Padre Rogelio Ponseele
Referencia