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El mismo cronista, fray Juan de Torquemada, recogió de labios de los indios lencas la leyenda de Comizahual, mujer blanca como castellana y poseedora del arte mágico, de quien se consideraban deudores de su civilización los indios Lencas de los confines de El Salvador y Honduras.
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Según está leyenda, doscientos años antes de la conquista hispánica a principios del siglo XIV, había llegado a Cerquín una señora, llamada COMIZAHUAL,que significa “Tigre que vuela”, porque era muy sabia y estos indios estiman mucho al tigre, y asi le aplicaron este nombre. Llegó esta heroína civilizadora a un lugar denominado Cealcoquín, cuyos moradores adoraban ídolos con caras de pumas, portando una gran piedra, con tres puntas y en cada una de ellas esculpidos tres rostros deformes. Decían los aborígenes que a Comizahual “la llevó ahí el Aire, y que en virtud de la piedra vencía en las batallas”. La heroína y semidiosa fundó un vasto imperio y tuvo, según unas versiones tres hijos, aun cuando otras afirmaban que “no conoció varón”, pero que tuvo tres hermanos, a quienes, cuando se sintió ya vieja, repartió las Tierras y dio buenos consejos para el tratamiento de sus vasallos”. Mandó, en seguida,a hacer una cama de casa, “Y vino un gran Relámpago, con Truenos y viron un lindisímo pájaro volando que porque nunca más apareció la señora, creían que ella era el pájaro y se iba al cielo. Desde aquel suceso, hasta la llegada de los españoles, los aborígenes solemnizaban ese día con fiestas o mitotes. Comizahual, que según la leyenda “hacía muchos encantos”, fundó en Cerquín una religión particular, y en memoria de sus enseñanzas y prácticas religiosas los indios lencas adoraban al Gran Padre(Itanipuca) y a la Gran Madre (Ilanguipuca), a quienes pedían salud.