Diferencia entre revisiones de «Jesús nacerá de María, comprometida con José, hijo de David»

De CEBES Perquín
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(Sin diferencias)

Revisión del 15:27 15 feb 2023

Fecha: 18-12-2022.

Ciclo Litúrgico:  Ciclo A - 4º Domingo del Tiempo de Adviento.

+Evangelio según san Mateo (1, 18-24).

Éste fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque Él salvará a su Pueblo de todos sus pecados”. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: “La Virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emanuel”, que traducido significa: “Dios con nosotros”. Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.

Homilía

Pocos días antes de la Navidad, la liturgia nos presenta a la sagrada familia: José, María y Jesús. En el relato bíblico, la que protagoniza, toda aquella historia acerca de la encarnación es, sin duda, María. José queda un tanto al margen. Sin embargo, José, confía en María y confía en Dios y asume con una responsabilidad ejemplar el papel que le corresponde. Concluye el evangelio diciendo,” cuando José se despertó, hizo lo que había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer”.

José era un hombre honrado, dice José María Castillo, incapaz de hacer daño o quitarle la fama a nadie y siempre obediente a lo que Dios le mandaba. Y añade, José debe haber sido un hombre muy distinto del “San José” que nos pintan en las estampas, como un ancianito con sus barbas blancas y una flor en una mano. Más bien, debe haber sido un hombre justo, amante de la justicia, de la liberación, diríamos hoy.

Por otro lado, María la protagonista de todo el acontecimiento, siguiendo el pensamiento del mismo autor, fue una mujer muy creyente que aceptó los designios de Dios, aunque seguramente no siempre los entendía. Además, vivía intensamente la gratitud y la piedad hacia el Señor. Creía en Dios. Pero en un Dios que derriba de su trono a los poderosos, que levanta a la gente de condición humilde y que llena de bienes a los que pasaban hambre y que despide a los ricos con las manos vacías. O sea, la madre de Jesús no creía en el mismo Dios en el que creen los ricos y los poderosos. Su fe estaba puesta en el Dios de la gente humilde y pobre.

Habiendo tenido esta clase de padres, podemos entender perfectamente bien que Jesús nunca fue un nacionalista violento pero revolucionario en sus ideas y su manera de vivir, sí lo fue. Y es que lo había aprendido en su casa.

El evangelio de hoy se centra sobre todo en los nombres que llevará el niño que está por nacer. Se llamará Jesús. Y José se lo pondrá como nombre. Mateo (el evangelista) le asigna, además, citando el profeta Isaías, otro nombre, es decir, Emmanuel. Entre los hebreos no se ponía al recién nacido un nombre cualquiera, de forma arbitraria, pues el nombre como en casi todas las culturas antiguas, indica el ser de la persona, su verdadera identidad, lo que se espera de ella. El nombre de este niño que todavía no ha nacido es “Jesús” que significa Dios salva. Se llamará así porque salvará a su pueblo de los pecados.

En el año 70, año en que Mt. escribió su evangelio, Vespasiano, designado como nuevo emperador mientras estaba sofocando la rebelión judía, marcha hacia Roma, donde es recibido y aclamado con dos nombres: Salvador y benefactor. El evangelista quiere dejar las cosas claras. El Salvador que necesita el mundo no es Vespasiano sino Jesús.

Y comenta José Antonio Pagola:” La salvación no nos llegará de ningún emperador, ni de ninguna victoria de un pueblo sobre otro. La humanidad necesita ser salvado del mal, de las injusticias y de la violencia; necesita ser perdonada y reorientada hacia una vida más digna del ser humano. Esta es la salvación que se nos ofrece en Jesús.

El otro nombre “Emmanuel” significa Dios con nosotros. El profundo sentido de este nombre podemos ir captando, a través de la historia de Padre Damián. Se ofreció al Obispo para ir a Molokai para convivir y hacer su trabajo pastoral con un grupo de leprosos, que a esa isla fueron exilados para evitar más contagios. Habían quedado sin acompañamiento alguno.

P Damián organizó esta pequeña población, animándoles a vivir en comunidad. Con ellos construyó una ermita y un lugar específico para la atención a los enfermos. Todo su afán era ayudarles para, a pesar de todo, hacer que su vida fuera más digna, tal como corresponde a unos seres humanos. Al despertar una mañana descubrió señales de la lepra en su cuerpo.

De inmediato se fue a la ermita. Convocó a toda la comunidad para anunciarles lo que para él y después también para toda la comunidad fue una buena noticia. “He descubierto en mi cuerpo, decía, las señales de la lepra. Me llena de satisfacción pues, ya no tendré que decir, ustedes los leprosos sino nosotros los leprosos. Soy igual a ustedes, soy uno de ustedes. Esto es precisamente el mensaje de Navidad. Dios se hace uno de nosotros, para compartir nuestras luchas y nuestras esperanzas. Él es Emmanuel, es decir, Dios con nosotros.

A ese “Dios con nosotros”lo necesitamos. Hace un tiempo se hablaba de la muerte de Dios, ahora se oye hablar de la muerte del hombre. Años atrás se hablaba de la desaparición de Dios, hoy se anuncia la desaparición del hombre. ¿No será que la muerte de Dios arrastra consigo de manera inevitable la muerte del hombre, y continua Pagola diciendo: “expulsado Dios de nuestras vidas, encerrados en un mundo creado por nosotros mismos y que no refleja sino nuestras propias contradicciones y miserias, ¿quién nos puede decir quiénes somos y que es lo que realmente queremos?

¿No necesitamos que Dios nazca de nuevo entre nosotros, que brote con luz nueva en nuestras conciencias, que se abra camino en medio de nuestros conflictos y contradicciones? Para encontrarnos con ese Dios, no hay que ir muy lejos. Basta acercarnos silenciosamente a nosotros mismos. Basta ahondar en nuestros interrogantes y anhelos más profundos.

Este es el mensaje de la Navidad. Dios está cerca de ti, donde tú estás, con tal de que te abra a su Misterio. El Dios inaccesible se ha hecho humano y su cercanía misteriosa nos envuelve. En cada uno de nosotros puede nacer Dios. Estamos listos para lo que viene: el nacimiento de Dios en cada uno y cada una de nosotros.