Diferencia entre revisiones de «Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado»

De CEBES Perquín
(Creación de página)
(Sin diferencias)

Revisión del 17:13 27 abr 2022

Fecha: Domingo 01 de mayo de 2022

Ciclo Litúrgico: Ciclo C – 3° Domingo de Pascua

Evangelio según san Juan: 21, 1-14

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:

Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.

Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar».

Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo».

Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.

Jesús les dice: «Muchachos, ¿tenéis pescado?».

El los contestaron: «No».

Él les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis».

La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro: «Es el Señor».

Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces.

Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.

Jesús les dice: «Traed de los peces que acabáis de coger».

Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.

Jesús les dice: «Vamos, almorzad».

Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.

Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.


Homilía

Los y las discípulos atraviesan un momento muy difícil después de los trágicos sucesos de Gólgota. Lo único cierto era que Jesús había muerto. Ya no estaba aquel con quien convivieron y a quién aprendieron tanto: Jesús el amigo cercano a cada uno, cada una, con un proyecto bien definido y con toda la claridad respecto a cómo ir realizándolo. Se sienten solos, huérfanos, sin ánimos, ni ideas de cómo seguir adelante.

Con este estado de ánimo tan bajo, lo único que les ocurre es volver a sus hogares y retomar los trabajos de antes y olvidarse lo más pronto posible de estos tres años perdidos junto a Jesús.

Me hace pensar en los compañeros y compañeras que después de una década de lucha tenían que volver a sus hogares y a las tareas de antes para subsistir. Tuvieron que, así se decía, reinsertarse en la sociedad. Deben recordar este momento como encontrarse ante una tarea gigantesca, extremadamente difícil de cumplir. No es lo mismo hacer la guerra que moverse en medio de instituciones y papeles. Sin embargo, poco a poco, y unos con más éxitos que otros, supieron ir conquistando un lugar digno dentro de la sociedad.

De acuerdo al evangelio un grupo de discípulos, Pedro, Tomás, Natanael, Santiago y Juan y otros dos se encuentran a la orilla del lago de Galilea. Volver a la vida de antes. Esta era la decisión que habían tomado.

Pedro decide ir a pescar. Los demás se unen a él. Su esfuerzo fue de balde. Batallaron toda la noche, pero no pescaron nada.

En la madrugada un personaje desconocido les grita desde la orilla y les anima a seguir haciendo el esfuerzo. De acuerdo a las indicaciones de este personaje echan las redes a la derecha de la barca. Resulta que entonces tuvieron una pesca extraordinaria, ni fuerzas suficientes tuvieron para recoger la red, tan llena de peces.

A partir de este momento el episodio va tomando un rumbo inesperado. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: “es el Señor”. A no más oír esto Pedro se tiró al agua y nadando buscó acercarse a Jesús lo más pronto posible. Los otros discípulos se dirigían a la orilla en la barca, arrastrando la abundante pesca. El encuentro se concretó a través de un desayuno: Jesús tomó el pan y lo repartió y lo mismo hizo con los pescados.

Nadie preguntaba, pero todos sabían que era El Señor, ahora resucitado.

Algunos comentarios:

- Pese al profundo desánimo y la frustración, después de los sucesos de Golgota, los discípulos no quedaron de brazos cruzados. La mejor decisión les parecía volver a la vida de antes. Ya los vemos dando los primeros pasos.

Cuando los peces escasean, cuando los resultados no llegan, cuando nuestros planes se derrumban no es el momento de detenerse y esperar a que algo suceda sino de experimentar algo nuevo, algo diferente que nos permitirá seguir haciendo nuestra vida. Dios estará con nosotros y Él nos dará el coraje necesario.

- Todo cambió en el ánimo de los discípulos cuando descubrieron en aquel personaje desconocido que se había hecho presente a la orilla del lago a Jesús el Señor.

A lo largo de tres años se habían identificado con él, con su proyecto, su mensaje, su opción por los pobres y su vida coherente. Habían entendido que su interés principal no era el templo, o el establecimiento de una serie de normas litúrgicas, o la imposición de unas cuantas leyes a sus seguidores, ni puso el interés en elaborar y enseñar una doctrina, su interés prioritario y casi exclusivo era liberar a sus semejantes y especialmente a los más pobres, a fin de que todos y todas pudieran conquistar frente a las clases dominantes un lugar digno dentro de la sociedad.

Es también con este Jesús, el Jesús de los discípulos, el Jesús del evangelio que debemos identificarnos nosotros y nosotras. O como hemos dicho reiteradamente: es este Jesús debe ser nuestro principal referente, el único que debe mandar en nuestra vida, el único a quien debemos obedecer.

- El que encuentran los discípulos en la orilla y con quien comparten el desayuno es Jesús, el Señor, y además El resucitado, El que triunfó sobre la muerte. Su desánimo y frustración pierde razón de ser. Pues, no ha muerto, está vivo.

  • Para los discípulos es esto lo que les motiva a volver a Jerusalén y unirse a los demás para juntos y juntas darle continuidad al proyecto.

La lucha sigue. Bajo el impulso de ellos y ellas nacen las pequeñas comunidades eclesiales de base que anuncian y concretizan el Reino.

  • Para Jesús, el haber resucitado, es la prueba que Dios, su Padre no ha estado ausente, y que frente a los verdugos afirma la legitimidad de su proyecto.

Jesús se siente aprobado por su Padre en todo lo que hizo en fidelidad a él.

  • Y para todos nosotros, la resurrección, es el fundamento de nuestra esperanza última o como dice José Antonio Pagola:” Los seres humanos nos sentimos con frecuencia, pescadores que se fatigan trabajando de noche, y sin pescar nada. Es fácil sentir la tentación de que la vida es una pasión inútil”.

Se nos olvida que a todos nos espera ese Cristo que vive resucitado en la orilla de la vida eterna.