Diferencia entre revisiones de «Si alguno quiere venir en pos de mí que se niegue a sí mismo»

De CEBES Perquín
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Revisión actual del 19:35 29 mar 2022

Fecha: Domingo 30 de agosto de 2020.

Ciclo Litúrgico: Ciclo A - 22° Domingo del Tiempo Ordinario

Evangelio Según San Mateo (16. 21-27)

En aquel tiempo, comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte».

Jesús se volvió y dijo a Pedro: «¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú piensas como los hombres, no como Dios».

Entonces dijo a los discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga.

Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará.

¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla?

Porque el Hijo del hombre vendrá, con la gloria de su Padre, entre sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta.

Resumen

Hay dolor que es inherente a nuestra condición humana. Jesús debe haber vivido esto en carne propia. El dolor de Jesús ha sido un dolor solidario: no se centra en su propio dolor más bien está atento al dolor de los y las demás.

Jesús anuncia su pasión, muerte y resurrección. Mensaje que impacta y asusta a Pedro y sus discípulos y discípulas. Jesús siente la necesidad de seguir insistiendo: el que pretenda salvar su vida, la perderá y el que la pierda, la salvará.

No se trata de despreciar la vida. Habrá que cuidarla a fin de que podamos disponer de todas nuestras facultades para seguir y perseverar  en el camino que Dios nos indica.

Como cristianos debemos saber asumir todo sufrimiento dentro de una perspectiva de esperanza.                          

Homilía

Todo sufrimiento se debe asumir, dentro de una perspectiva de esperanza

Cargar con la cruz.

La cruz símbolo del sufrimiento, inherente a nuestra condición humana.

El dolor y el sufrimiento abundan en nuestras vidas: el dolor físico que va debilitando nuestro cuerpo; el sufrimiento moral, difícil de superar; la muerte de un ser querido que nos llena de tristeza; una amistad mantenida durante muchos años que se ha roto produce mucho dolor; el miedo que se nos invade ante tantas amenazas; y una depresión que nos asalta sin saber por qué y para qué.

Hay sufrimiento, a veces intenso, pero pronto pasará o un sufrimiento que cargamos a lo largo de nuestra vida y que poco a poco nos va destruyendo.

Y Jesús, que debe haber vivido muchas de estas miserias humanas en carne propia, no solo al final sino a lo largo de su vida, ¿cómo fue su actitud? José Antonio Pagola responde:

“No hace de su sufrimiento el centro en torno al cual han de girar los demás. Al contrario, el suyo es un dolor solidario, abierto a los demás. No adopta tampoco una actitud victimista. No vive compadeciéndose de sí mismo, sino escuchando los padecimientos de los demás. No se queja de su situación, ni se lamenta. Está atento ,más bien, a las quejas y lágrimas de quienes lo rodean.

No se agobia con fantasmas de posibles sufrimientos futuros. Vive cada momento acogiendo y regalando la vida que recibe del Padre. Su sabia consigna dice así: “No se agobien por el mañana, porque el mañana traerá sus propios agobios”. Mt.6,34

La cruz que le tocó cargar, a Jesús.

Jesús cree que ha llegado el momento de compartir con los discípulos y discípulas lo que el presiente que va a suceder e interpreta como el camino que Dios le va indicando. Decía: “que él tenía que ir a Jerusalén y padecer ahí mucho, por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día”.

Para los discípulos y discípulas no era buena noticia. Si esto le iba a suceder a Jesús, entonces, ¿qué iba a pasar con ellos y ellas? No ignoraban el conflicto entre Jesús y los líderes religiosos, pero no creían que iba a llegar a tal extremo. Soñaban con un final victorioso, favorable para Jesús y también para ellos y ellas. Se quedaron callados. Solo Pedro reacciona, visiblemente afectado por lo que Jesús acaba de decir: a Jesús se lo lleva aparte, y se pone a increparlo, diciéndole, “no le permita Dios, Señor, eso no puede pasarte.”

Esta vez, con su respuesta no saca diez, y hasta Jesús lo llama satanás, es decir, el tentador, que a él le quiere apartar del camino que Dios le ha indicado.

Pedro y los y las demás del grupo, a partir de este momento, comienzan a darse cuenta que, mi modo, tendrán que acompañar a Jesús aún en este camino difícil, en este camino de cruz.

La paradoja del cristianismo.

A continuación, Jesús se dirige a todos y todas sus discípulos. Siente que el mensaje no ha llegado. Hay que insistir aún  más. Resalta el núcleo de su mensaje con tres frases que dan vuelta al pensamiento común.

“El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”.

“Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará”

“¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si malogra su vida?

Con estas frases tan paradójicas Jesús nos está invitando a vivir como él: agarrarse ciegamente a la vida puede llevar a perderla; arriesgarla de manera generosa y valiente lleva a salvarla.

Solo desde la práctica de Jesús podemos entender el mensaje.

Despreciar o cuidar la vida.

A partir de algunos textos, como él que acabamos de reflexionar, se ha venido metiendo en nuestro pensamiento cristiano de que, a Dios, lo que le agrada, más que cuidar la vida es despreciarla. Esto no es un pensamiento saludable y para nada responde a lo que, de verdad, le complace a Dios. Es fácil refutar esta idea.

La vida es el don más precioso que Dios nos ha dado y responsabilizarse de ella es cuidarla lo más que podamos. Todos y todas Lo entendemos perfectamente bien, ante la amenaza del virus, estamos invitados y hasta podemos decir obligados a tomar, todas las medidas para evitar el contagio.

Puede, tal vez, ayudarnos, distinguir entre lo que significa mimar y lo que significa cuidar. Los padres que miman a sus hijos e hijas van formando personas que toda la vida pensarán que son el centro de todo y que los demás deben estar a su servicio. Mimando no se les da a los hijos e hijas una buena educación

A los papás les toca cuidar a los hijos e hijas:

*Ayudarles a que tengan todo lo necesario para crecer y desarrollarse;

*Garantizarles una buena educación, a base de auténticos valores;

*Acompañarles y estimularles a fin de que sean capaces de encontrar el buen camino;

*Animarles a contribuir a un mundo más humano y cuando, al enfrentar las dificultades inherentes a este camino, asumen la cruz.

*Y no apartarse nunca de su lado, ayudándoles a que perseveren en ese camino, antes de retroceder o acomodarse.

Se entiende que cuidar es diferente a mimar. El evangelio nos dice que sí hay que cuidar la vida no mimarla. Cuidar la vida a fin de que podamos disponer de todas nuestras facultades para recorrer y perseverar en el camino que Dios nos va indicando.

A modo de conclusión

Retomemos, una vez más, esta pregunta: ¿cómo cargar la cruz, símbolo de todo sufrimiento que nos viene encima como humanos, y de todo sufrimiento producto del seguimiento a Jesús.

1. No se debe buscar el sufrimiento, pero tampoco querer evadirlo, a toda costa. Está claro que Jesús no busca el sufrimiento, pero donde se presenta lo asume.

2. No hay que ver el sufrimiento como algo fatal, como una cruz que se arrastra porque no hay de otra. No olvidemos que Jesús luchó, toda la vida, contra el sufrimiento. Su objetivo era contribuir a la felicidad de todos sus hermanos y hermanas.

3. Y, por último, como cristianos, nos corresponde, como Jesús, asumir la cruz, dentro de una perspectiva de esperanza. Me parece iluminador lo que dice el teólogo José María Castillo:

“Si hoy podemos apelar todavía a la esperanza, es porque sigue habiendo hombres y mujeres que no se resignan, ni se callan ante el sufrimiento que aplasta a millones de seres humanos. Y estamos seguros de que, mientras que haya rebeldía ante el dolor del mundo, habrá esperanza. No solo que este mundo pueda mejorar, sino además de que, más allá de la historia, la vida vencerá a la muerte para siempre. Porque la muerte de Jesús no fue la última palabra. La palabra definitiva es La Vida”.

Padre Rogelio Ponseele