Diferencia entre revisiones de «Tu eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos»

De CEBES Perquín
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Revisión actual del 18:56 29 mar 2022

Fecha: Domingo 23 de agosto de 2020.

Ciclo Litúrgico: Ciclo A - 21° Domingo del Tiempo Ordinario

Evangelio Según San Mateo (16. 13-20)

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?».

Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».

Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».

Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo».

Jesús le respondió: «¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.

Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.

Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».

Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.

Resumen:

El evangelio se refiere a un sondeo que va haciendo Jesús entre sus discípulos, sobre, qué se piensa acerca de él.

Hace dos preguntas:

* ¿Quién dice la gente que soy yo? ¿Quién dicen ustedes que soy yo? Las respuestas definen a Jesús como profeta (la gente) y como Mesías, el enviado de Dios (Pedro, en nombre de los discípulos).

Mateo introduce al evangelio, a continuación, una pequeña catequesis sobre la iglesia que se está formando.

Es importante que nosotros también, nos hacemos la pregunta: ¿Quién es Jesús para nosotros y nosotras? Tratamos de dar una respuesta no doctrinal, sino vivencial.

Homilía

¿Quién dicen ustedes que soy yo?

Lo que sucede en la región de Felipo.

Evidentemente Jesús dedica bastante tiempo a la formación de sus primeros seguidores. Pues son ellos y ellas que darán continuidad a la obra.

En esta ocasión entabla un diálogo con el grupo, o, mejor dicho, pretende hacer un sondeo sobre las opiniones que hay acerca de su persona. Les hace dos preguntas.

La primera:” ¿quién dice la gente que soy yo?

Los y las discípulos no vacilan en responder. Suelen saber bastante bien, como opina la gente en general. En síntesis, a juicio de ellos y ellas, la gente lo confunde con algún profeta (Juan Bautista, Elías, Jeremías u otro profeta). A nosotros y nosotras que oímos esto nos parece una respuesta muy acertada. Desde Monseñor Romero sabemos muy bien lo que es un profeta. Si a Jesús lo confunden con un profeta, muy bien. Una vez más se ratifica lo que una y otra vez decía un amigo sacerdote: “el pueblo es sabio”.

La segunda pregunta: ¿Y quién dicen ustedes que soy yo?

Es elocuente el silencio que sigue a la pregunta. Los discípulos, discípulas saben muy bien como opina la gente. Pero respecto a lo que ellos mismos y ellas mismas opinan, esto no suelen tenerlo tan claro y temen comprometerse con alguna opinión no tan exacta. En estas circunstancias, el único que se atreve responder y en nombre de todos es Pedro. Dice: “Tu eres el Mesías, el hijo del Dios vivo”.

Con su respuesta saca diez, aplicando a Jesús, una idea, que está muy presente en la cultura judía, desde hace siglos: la venida de un mesías, enviado por Dios, para salvar o redimir al pueblo.

Jesús le felicita y advierte a los discípulos a que no dijeran a nadie que él era el Mesías. Es una prudencia pastoral. No es el momento todavía para revelar esto al pueblo.

Hasta aquí lo que pueda haber sucedido en la región de Felipo.

La catequesis de San Mateo.

Mateo tiene como una preocupación prioritaria aquella iglesia que en el año ’80, cuando   escribe su evangelio, se estaba formando. De ahí el interés que tiene de insistir en ciertos aspectos que tienen que ver con la iglesia en formación. Estos aspectos juntos constituyen una catequesis. Y que mejor para que sea aceptada por los miembros de la iglesia poner en boca de Jesús lo que la catequesis pretende enseñar. Veamos esa catequesis y como Mateo hace ratificar a  Jesús, cada una de las enseñanzas.

1 El líder de la iglesia es Pedro.

Jesús, al que todavía se llamaba Simón, lo llama Pedro, es decir piedra; y dice que sobre esta piedra edificaré su iglesia.

2.La iglesia cuenta con la permanente protección de Dios.

Jesús dice: el poder del infierno (del mal) no la derrotará.

3.No duden que la iglesia tiene autoridad espiritual.

Jesús les dará las llaves (símbolo de autoridad)

4. Tampoco duden de la veracidad de lo que predica.

Jesús dice Lo que ates quedará atado y lo que desates quedará desatado.

Así queda la catequesis de Mateo, ratificada por las palabras que él ponía en boca de Jesús.

Es evidente que Jesús no tenía en aquel momento como preparación prioritaria, a la iglesia. Todos sabemos que Jesús más bien se preocupaba por  anunciar y hacer presente el reino que él identificaba con el sueño de Dios, respecto a la humanidad entera.

Por consiguiente, las afirmaciones de Jesús en la segunda parte del evangelio responden a las inquietudes del evangelista Mateo.

¿Y qué decimos nosotros, que es Jesús?

Al querer dar una respuesta a esta pregunta podríamos acoplarnos a lo que la iglesia nos enseña a través de sus dogmas y sus doctrinas. De poco o nada nos servirá.

Tomemos en serio las observaciones que, al respecto, hace José Antonio Pagola:

“Cuando nosotros hoy escuchamos esta pregunta tendemos a pronunciar las fórmulas que ha ido acuñando el cristianismo a lo largo de los siglos: Jesús es el hijo de Dios hecho hombre, El Salvador del mundo, el redentor de la humanidad, ¿basta pronunciar estas palabras para convertirnos en seguidores de Jesús…

Lo adoramos como Dios, pero no es el centro de nuestra vida.

Lo confesamos como Señor, pero vivimos de espaldas a su proyecto.

Lo llamamos Maestro por no vivimos motivados por lo que motivaba su vida.

Vivimos como miembros de una religión, pero no somos discípulos de Jesús.”

Hagamos un esfuerzo para darle una respuesta más vivencial desde nuestra situación concreta: una sociedad entera afectada por la presencia destructiva de un virus, con todo lo que esto trae de tristeza y dolor.

1. Jesús es aquel que nos remite a Dios como Padre pero no paternalista: no nos sustituye, quitándonos, en todo, nuestra propia responsabilidad, pero que sí, no dejará de darnos lo que todo buen Padre le da a su hijo, luz, ánimo, fortaleza y consuelo.

2. Nos enseña con su vida y su mensaje a no dejarnos atrapar por el miedo, sino, pese a todo mantener la confianza en nosotros mismos, en quiénes nos rodean, en la vida y en la presencia bondadosa de Dios, que no nos va a defraudar.

3. Con su compasión y su práctica permanente a favor de los más sufridos, él es aquel que nos anima, más que nunca en estos tiempos, hacia una práctica solidaria con todos nuestros hermanos y hermanas muy afectados por la situación que vivimos hoy.

4. Con su vida, pasión, muerte y resurrección nos enseña que toda muerte es vencible. En este sentido, él es aquel que nos ofrece la esperanza definitiva. Esto lo traducía Monseñor Romero diciendo: nosotros y nosotras no nos encaminamos hacia el fracaso sino hacia la victoria, no nos encaminamos hacia la muerte sino hacia la vida.

Si veamos a Jesús de esta manera y busquemos en él la inspiración y la motivación que hoy ocupamos podremos encarar la situación actual con mucho sentido y profundidad.

Padre Rogelio Ponseele