Diferencia entre revisiones de «Se arrepintió y fue»

De CEBES Perquín
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'''Ciclo Litúrgico:''' Ciclo A - 26° Domingo del Tiempo Ordinario
 
'''Ciclo Litúrgico:''' Ciclo A - 26° Domingo del Tiempo Ordinario
  
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En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
 
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

Revisión actual del 17:34 29 mar 2022

Fecha: Domingo 27 de septiembre de 2020.

Ciclo Litúrgico: Ciclo A - 26° Domingo del Tiempo Ordinario

Evangelio Según San Mateo (21. 28-32)

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

«¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. Él le contestó: “No quiero». Pero después se arrepintió y fue.

Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor”. Pero no fue.

¿Quién de los dos cumplió la voluntad de su padre?».

Contestaron: «El primero».

Jesús les dijo: «En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas van por delante d vosotros en el reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis».

Resumen

Las palabras no siempre son creíbles. La palabra más creíble es la de Monseñor Romero, siempre apegada a la verdad.

La crítica a los dirigentes del pueblo es aguda: sus palabras se apoyan más en el poder que en el amor. Los últimos (publicanos y prostitutas) tomarán la delantera.

Procuremos ser cristianos auténticos. Nuestro sí a Dios debe involucrar toda nuestra vida: la pareja, la familia, las relaciones sociales, nuestros proyectos e intereses.

Homilía

Los últimos tomarán la delantera

Palabras y Obras

Una parábola, breve y sencilla, aparentemente poco digna para un gran profeta como Jesús, nos deja, no obstante, un gran mensaje.

Antes que nada, nos advierte que las palabras no siempre son creíbles (dice sí a su padre, pero no va a trabajar a la viña). Las palabras, a veces sirven para mentir, ocultar, tergiversar o manipular la verdad. Por consiguiente, no debemos tragar, así no más, todo lo que se nos dice, más bien, debemos ser críticos, a fin de descubrir lo que en ellas, hay de verdad y hay de mentira.

La palabra que ha sido y sigue siendo la más creíble, es la palabra de nuestro Santo Monseñor Romero. Una palabra siempre apegada a la verdad. En dos años de predicaciones semanales, nadie pudo señalarle alguna mentira. Son emocionantes y hasta conmovedoras las palabras que Él mismo dijo sobre el deber que tiene la iglesia de decir la verdad.

"Quiere decir que la iglesia, animada por el Espíritu de Dios lleva la capacidad de la verdad. Llevar la capacidad de la verdad, es sufrir el tormento interior que sufrían los profetas. Porque es mucho más fácil predicar la mentira, callar la verdad, acomodarse a las situaciones para no perder ventaja, para tener siempre amistades halagadoras, para tener poder. Qué tentación más horrible la de la iglesia. Y, sin embargo, ella que ha recibido el Espíritu de la verdad, tiene que estar dispuesta a no traicionar la verdad. Y si es necesario perder todos los privilegios, los perderá, pero siempre dirá la verdad. Y si la calumnian sabrá Ella que la calumnian por decir la verdad. Esta es la misión que Cristo confió a la iglesia en la misma noche de la resurrección”

Nosotros debemos procurar, a ejemplo de M. Romero, a ser amantes de la verdad, defensores de la verdad y coherentes con esta verdad, debemos hablar y actuar. Una palabra cobra credibilidad cuando está respaldada por una práctica coherente. En este sentido es más importante lo que hacemos que lo que decimos.” ¿Quién de los dos hizo lo que quería el Padre? Contestaron: el primero”. Más decisivo, que lo que uno dice, es lo que uno hace.

Los publicanos y las prostitutas les llevan la delantera.

La fuerza de la parábola está en lo que lleva dentro, una fuerte crítica a los dirigentes, los profesionales de la religión y una valoración, para muchos muy sorprendentes, de quienes están siendo marginados, despreciados y excluidos por la sociedad.

La crítica hacia los dirigentes se centra en algunos aspectos que, a nosotros, nosotras no nos son extraños.

- Hablan y actúan haciendo valer la autoridad que tienen, más que movidos por el amor. Creen saberlo todo de Dios, predican en su nombre la ley, el orden y la moral; acusan, amenazan y condenan en nombre de Dios. Terminan haciendo la vida de las personas más dura y penosa de lo que ya es.

- Cuidan el templo, la ley y su puesto. Un reino de justicia, de vida y de bondad, tal como Jesús lo predicó no les interesa, y hasta ven en él, una amenaza.

- Hicieron del culto un negocio. Muy elocuente ,en este sentido ,el gesto de Jesús, cuando saca a los mercaderes del templo.

- Insisten en el poder de Dios, en el cual participan ellos como sus representantes. No simpatizan con el nuevo nombre que Jesús le ha dado, llamándole Padre, Abba.

¿Y cómo se explica esta valoración tan positiva, que hace Jesús, de gentes como los publicanos y las prostitutas? Algunas razones coinciden con nuestra propia experiencia hoy en día.

- Sin duda, tiene que ver con su preferencia innata, por los últimos.

- Admira su sencillez, frente a la jactancia o la prepotencia, de los sacerdotes y escribas.

- Tal vez, descubrió en ellos un corazón más abierto a Dios más necesitado de su perdón.

- Cuando Jesús le ofrece la amistad de Dios, escuchan su llamada y dan pasos hacia la conversión.

Para Jesús no hay duda, el publicano zaqueo y la prostituta que ha regado con lágrimas sus pies, y tantos otros, van por delante en el camino del reino de Dios.

Apariencia o Autenticidad.

No pocos, cuando nos preguntan, nos llamamos cristianos. Alguna vez, día de fiesta, semana santa visitamos el templo. Demostramos una doble personalidad, según nos arrodillemos para orar a Dios o nos entreguemos a muestras ocupaciones diarias. Bautizamos a nuestros hijos e hijas e incluso nos casamos por la iglesia. Por lo demás, no nos diferenciamos en nada de la gente común en cuanto a nuestra manera de opinar y de proceder en la vida diaria.

De esta manera solo nos hemos quedado, como se suele decir, a mitad camino. Pues, el sí a Dios debe involucrar toda nuestra vida: la pareja, la familia, las relaciones sociales, nuestros proyectos e intereses. Hasta entonces somos cristianos auténticos.  

Padre Rogelio Ponseele