Diferencia entre revisiones de «Amarás al Señor, tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo»
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Revisión del 17:09 29 mar 2022
Fecha: Domingo 25 de octubre de 2020.
Ciclo Litúrgico: Ciclo A - 30° Domingo del Tiempo Ordinario
Evangelio Según San Marcos (22. 34-40)
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en un lugar y uno de ellos, un doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
«Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?».
Él le dijo: «“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”.
Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas».
Resumen
Al pueblo elegido no solo le afligen los impuestos, sino también las muchas leyes. En torno a lo último va la pregunta de los fariseos y la respuesta de Jesús.
Con su respuesta Jesús recoge lo esencial, algo que se había perdido de vista; libera a los sencillos y a nosotros de una carga insoportable; deja claro de que se trata de un solo amor que debemos a Dios y a nuestro prójimo.
El evangelio no solo libera, sino que también urge una práctica basada en el amor, frente a un individualismo que está ganando terreno en el mundo actual. Además de los impuestos, al pueblo le afligían las muchas leyes.
Miguel Cabada (educador popular) en uno de sus libritos acerca de la biblia dice:” ¿Sabe cuántas leyes había? !613 leyes! Todo estaba controlado por las leyes: lavarse las manos, no comer carne de cuche, no trabajar el día sábado (en sábado no se podía escribir más de dos letras), ayunar, pagar el diezmo, ofrecer sacrificios, no tocar muertos y un montón de leyes más… la ley del amor era una ley más, entre todas. Para el pueblo sencillo y pobre era imposible memorizar y cumplir este montón de leyes. Por eso los poderosos y especialmente los fariseos despreciaban al pueblo.
¿Y siempre fue así? No, la religión de los israelitas nació en la alianza de Dios con su pueblo en el Sinaí. La fiesta principal era la pascua en la que recordaban y celebraban el paso de Dios, liberándoles de la opresión de Egipto. Esta religión que nació de una experiencia liberadora, con el paso del tiempo se fue arruinando: construyeron el templo, surgieron los sacerdotes y a la ley del Sinaí fueron añadiendo un sin finde leyes. Las leyes eran como una pita para mantener atado y quieto al pueblo. Eran una carga insoportable.”
Homilía
Jesús y los fariseos.
Una vez más los fariseos se le acercan a Jesús. Para ponerlo a prueba le hacen una pregunta que tiene que ver con las leyes. Es una pregunta de su competencia. Los fariseos estudiaban las leyes y por consiguiente las conocían y además quien le hace la pregunta, según el evangelio, es un maestro de la Ley. Tocando lo de las leyes estaban tocando lo que era lo más sagrado para los judíos. A su juicio, la ley era como la presencia de Dios, la expresión máxima de la voluntad de Dios, tocar la ley era como tocar al mismo Dios.
Lo que les ocurre preguntar a Jesús es lo siguiente: Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley? Suele ser una pregunta fácil, pero no, a concepción de los fariseos el cumplimiento de la ley y de todas las leyes era importante en aras de conseguir la vida eterna.
Curiosamente, a cambio de otras preguntas que ya le habían hecho, Jesús no tuvo que pensar nada, de inmediato daba la respuesta:
“Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el gran mandamiento, el primero. Pero hay otro muy parecido: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Toda la ley y los profetas se fundamentan en estos dos mandamientos.”(Mt.22,37-40)
Una respuesta que recupera lo esencial; para los sencillos y nosotros un mensaje liberador y hace del ser humano el sacramento de Dios.
La respuesta no es extraña. En el fondo Jesús ,con ella, recupera lo esencial, lo que se ha perdido de vista. ¿Cuál es el mandamiento principal?, ¿Dónde está el núcleo de todo? La respuesta de Jesús recoge, como la de Hill él y otros maestros judíos, la fe básica de Israel: “Amarás al Señor tu Dios y amarás a tu prójimo.
La respuesta, igualmente, transmite un mensaje liberador. A los sencillos de su pueblo y a todos nosotros, nos dice: no se preocupen por tanta ley, por tanta norma, por tanto, requisito, vivan el amor con radicalidad, y serán salvos. Evidentemente, para los sencillos de su pueblo e igual para nosotros, un mensaje liberador.
La respuesta, sin duda, habla de un solo amor. Nadie ama directamente u ofende directamente a Dios. Le amamos o le ofendemos en nuestro hermano. El ser humano es el sacramento de Dios, la necesaria mediación y el único camino para llegar a él. Es amando al hermano como podemos amar a Dios.
El evangelio no solo libera, sino que nos urge una práctica basada en el amor.
Para cada vez un mayor número de personas, el ideal de la vida es “sentirse bien”: mejorar la calidad de vida, e vitar lo que nos puede molestar y asegurar nuestro pequeño bienestar material, psicológico y afectivo. No es bueno meterse en la vida ajena. Naturalmente hay que respetar a todos y no perjudicar a nadie. Incluso viene bien algo de religión hasta donde me ayuda a sentirme bien.
Al final resulta una vida, centrada en uno mismo, que carece de amor.
Concluyo con unas palabras textuales de J.A.Pagola: “El amor a Dios es inseparable del amor a los hermanos. No es posible el amor real a Dios sin escuchar el sufrimiento de sus hijos e hijas. ¿Qué religión sería aquella en la que el hambre de los desnutridos o el exceso de los satisfechos no planteara pregunta, ni inquietud alguna a los creyentes? No están descaminados quienes resumen la religión de Jesús como pasión por Dios y compasión por la humanidad.”
Padre Rogelio Ponseele