Diferencia entre revisiones de «Así está escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día»
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Revisión actual del 15:56 21 mar 2022
Fecha: Domingo 18 de abril de 2021.
Ciclo Litúrgico: Ciclo B – 3° Domingo de Pascua
Evangelio Según San Lucas (24, 35-48)
En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros».
Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Y él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo».
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «Tenéis ahí algo de comer?».
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo: «Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí».
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y les dijo: «Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».
Homilía
Seguimos celebrando el triunfo de Jesús sobre la muerte.
El evangelio nos cuenta otra aparición de Jesús ante los discípulos y discípulas. Al colocarse en medio de ellos y ellas, él les ofrece la paz, pero su sorpresiva presencia produce miedo, duda, desconcierto y una alegría que no entiende que algo tan grande les pueda haber sucedido. Pensaron que veían un fantasma. Jesús se esfuerza por aclarar el asunto.
Soy un hombre, dice, de carne y huesos. Aquel que, junto a ustedes, recorrió los pueblos de Palestina anunciando la buena nueva del Reino.
Y en seguida, se pone a comer lo que los y las discípulos le ofrecieron: un pedazo de pescado asado, con una porción de miel. Como diciéndoles: soy Aquel que tantas veces he compartido con ustedes los alimentos, incluyendo aquella vez cuando celebramos, por última vez, las fiestas pascuales.
Y además les muestra sus heridas y su costado. No duda, les dice: soy el mismo que fue capturado, condenado y murió en la cruz, amando hasta el extremo.
El que está presente, esto es el mensaje de Jesús, en medio de los y las discípulas, no es un fantasma, es el Jesús de Nazaret, el que vivió, murió y resucitó, y que estará presente siempre entre nosotros hasta el fin de la historia. (Mt.28,20)
Para ir borrando toda duda, Jesús hace referencia a la sagrada escritura. Tal como dijo cuando estaba con ellos y ellas: que tenía que cumplirse todo lo que está escrito en la ley de Moisés, en los profetas y en los Salmos referente a él.
El mal, tan destructivo y tan presente en nuestro mundo nos dificulta creer tanto en la bondad de Dios como en la presencia cercana y bondadosa del Jesús resucitado.
¿Cómo pueda existir un Dios bueno del que haya brotado un mundo en el que el mal tiene tanto poder?
¿Cómo creer en la presencia activa y bondadosa de Jesús entre nosotros, cuando vemos como el mal tan fácilmente invade a tantos corazones humanos?
No cabe duda, el mal se presenta como una traba en el camino de la fe. Pero no solo existe el mal, también existe el bien.
Un científico que se profesaba no creyente pero no obstante inquieto hasta su muerte, hacía en alguna ocasión esta honrada confesión: el problema no es que haya mal, al contrario, lo que me extraña es el bien…”la presencia del mal no me sorprende, pero estos pequeños relámpagos de bondad, estos rasgos de ternura son para mí un gran problema.”
A partir de esto José Antonio Pagola saca la siguiente conclusión:
“El que solo es sensible al mal y no sabe gustar la alegría del bien que se encierra en la vida, difícilmente será creyente. Solo el quien es capaz de captar la generosidad, la ternura, la amistad, la belleza, la creatividad y el bien puede intuir, el misterio del bien, y abrirse confiadamente al creador de la Vida.”
Que la bondad que vemos en nosotros(as) y alrededor de nosotros(as) nos anime a creer en esa presencia activa y bondadosa del Jesús resucitado y que su ejemplo nos motive a optar siempre por el bien y por lo que a él le agrade.
Finalmente, Jesús concluye su discurso, con motivo de su aparición, haciendo referencia a lo que, a partir de este momento, debe suceder.
Debe proclamarse, en su nombre, el arrepentimiento y el perdón de los pecados y a todos y todas se les debe invitar a que se conviertan. Con otras palabras, se debe ir formando un pueblo nuevo dispuesto a contribuir a la realización del plan de Dios, anunciado por Jesús, y que apunta a un mundo hermanado.
Para los discípulos y discípulas, nada se ha dado a perder. El líder está y estará presente siempre; los esfuerzos, realizados durante los tres años de arduo trabajo, junto a Jesús, para anunciar y hacer presente el reino, siguen vigentes. Es hora de retomar y si posible, con mayor empeño, la misión asumida en aquel momento. Nada se ha perdido, todo está por ganar.
Ese sentir de los y las discípulos debemos compartirlo también nosotros y nosotras: nada se ha perdido, todo está por ganar: el líder está y el proyecto sigue haciéndose a lo largo de la historia. Un día obtendrá su plena realización.
Soñé, decía Martín Luther King, de que un día esta nación se levantaría y viviría de acuerdo con el verdadero significado de su credo, el cual sostiene de forma incontrovertible que todos los seres humanos fueron creados iguales.
Soñé que un día pequeños niños negros y pequeñas niñas negras estrecharían sus manos con las de niños y niñas blancas como hermanos y hermanas.
Y cuando esto suceda, uniremos nuestras manos y cantaremos: iguales al fin, ¡iguales!
Resurrección es: presencia activa y bondadosa de Jesús, ánimo que se renueva, optimismo y alegría, posibilidad de realizar el proyecto a plenitud, es creer que nada se ha perdido y que todo está por ganar.
Padre Rogelio Ponseele
Referencia