Diferencia entre revisiones de «La Buena Nueva de Jesucristo, Hijo de Dios»

De CEBES Perquín
(Creación de página)
(Sin diferencias)

Revisión del 19:24 14 mar 2022

Fecha: Domingo 06 de diciembre de 2020.

Ciclo Litúrgico: Ciclo B - 2° domingo del Tiempo de Adviento

Evangelio Según San Marcos (1, 1-8)

Este es el comienzo de la Buena Nueva de Jesucristo (Hijo de Dios). En el libro del profeta Isaías estaba escrito: «Mira, te voy a enviar a mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Escuchen ese grito en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos.» Es así como Juan el Bautista empezó a bautizar en el desierto. Allí predicaba bautismo y conversión, para alcanzar el perdón de los pecados. Toda la provincia de Judea y el pueblo de Jerusalén acudían a Juan para confesar sus pecados y ser bautizados por él en el río Jordán. Además de la piel que le ceñía la cintura, Juan no llevaba más que un manto hecho de pelo de camello. Su comida eran langostas y miel silvestre. Juan proclamaba este mensaje: «Detrás de mí viene uno con más poder que yo. Yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias, aunque fuera arrodillándome ante él.» Yo los he bautizado con agua, pero él los bautizará en el Espíritu Santo.»

Homilía

Marcos coloca en el primer versículo el título de su evangelio: “La Buena Nueva de Jesucristo, Hijo de Dios”.

A continuación, de manera abrupta, hace referencia a Juan Bautista, el precursor, anunciado por el profeta Isaías. A Juan le toca crear condiciones óptimas para la venida de Jesús, el Mesías.

¿Y cómo lo hace? Desarrollando todo un trabajo, en la cercanía del río Jordán, llamando a la conversión y bautizando. Su objetivo es evidente: contribuir a que haya hombres y mujeres capaces de acoger al que está por venir. Es conmovedor ver cuánta gente se acerca para atender su llamado a la conversión y hacerse bautizar: toda la provincia de Judea y el pueblo de Jerusalén acudían a Juan para confesar sus pecados y ser bautizados por él en el río Jordán (v.5).

Se presenta como un hombre totalmente entregado a su misión. Su vestuario y su comida no es para él, una prioridad. Se viste con un manto de pelo de camello y come langostas y miel silvestre.

Y aunque algunos de los que acudían a él le confunden con el mesías, él, con gran madurez, se ubica en el lugar que le corresponde y desde ahí da su aporte. No compite con nadie y mucho menos con el mesías que está por venir. No deja lugar a duda, él bautiza con agua, quien  vendrá lo hará en el Espíritu Santo.

En esta presentación del precursor, hay un par de cosas que quisiéramos destacar aún más.

1. Mucha gente acude a él.

El tema de la conversión no es un tema para unos pocos sino para todos. Todos necesitamos momentos de conversión. Con el transcurrir del tiempo, nuestra vida cristiana se vuelve rutina, nos vamos acomodando a lo que, en nuestro medio, es lo más común y hasta nos volvemos negligentes en cosas que siempre hemos considerado importantes. Un momento de conversión nos puede ayudar para darle, un nuevo impulso a nuestra vida cristiana. Todos los momentos son buenos, oportunos para buscar un cambio de vida. El año litúrgico, para eso, privilegia dos momentos: La cuaresma y el adviento. Si hoy, la iglesia ha puesto en nuestro camino hacia La Navidad a Juan Bautista es precisamente para insistir en la conversión. Adviento es un tiempo privilegiado para entrar a un proceso de conversión a fin de que Dios pueda nacer en y entre nosotros, haciéndonos aptos para realizar y ser parte del reino de Dios.

2. Llama la atención en la figura de Juan Bautista, su modo de vestirse y su modo de alimentarse. A esto no daba más importancia que lo estrictamente necesario. Fue un  hombre austero,100% dedicado a su misión.

El ambiente en que vivimos nos ofrece mucha distracción. Muy fácilmente podemos caer en una vida superficial. Es importante definir los grandes objetivos hacia los que queremos encauzar nuestra vida y nunca jamás perderlos de vista. Esto supone renovar y rectificar si necesario, una y otra vez, las opciones que hemos tomado en nuestra vida.

3. Juan bautista nos da una gran lección de madurez. Se coloca en el lugar donde Dios lo ha puesto y desde ahí da su aporte. No quiere protagonizar ningún esfuerzo, no quiere competir con nadie, ni mucho menos con el mesías. Dice: “Detrás de mi viene uno con más poder que yo… no soy digno de desatar la correa de sus sandalias.”

Si algo atrasa la realización de los proyectos sociales, eclesiales y de todo tipo, es aquel afán de competir o de protagonizar. Hagamos, más bien, de la mejor manera, lo que nos corresponde y así estaremos dando un buen aporte para avanzar en la ejecución de nuestros nobles propósitos

4. Yo los he bautizado con agua, pero él los bautizará en el Espíritu Santo. Habrá que entenderlo como dos etapas.

Con Juan Bautista estamos en la primera etapa. La gente que acude a él, escucha y acoge su llamado a la conversión y se hace bautizar por él, en las aguas del Jordán. Con esto demuestra su buena voluntad para no poner obstáculo alguno a que el mesías pueda entrar tanto a la historia colectiva como a la historia personal. Un primer paso, sumamente importante.          

Después llegamos a la segunda etapa. Se ha convivido con Jesús, se ha escuchado sus mensajes, se ha visto como amaba y como atendía a la gente, especialmente a los más sufridos… etc.

Todo esto a título personal o dándose cuenta a través de los testimonios de unos y de otros. Entonces se hacen bautizar en el Espíritu, Aquel que movió a Jesús a lo largo de su vida. El bautismo fue el momento en que se dejaron empapar y transformar por el Espíritu de Jesús.

El bautismo que nosotros practicamos debería ser esto. Debería, digo yo, porque no se observa siempre el Espíritu de Jesús actuando en nuestros bautizados. Faltara que hacer un gran trabajo para que nuestro bautismo pueda recuperar su sentido original.

Ahora, ¿Qué nos diría Juan el Bautista a nosotros y nosotras, haciéndonos un llamado actualizado a la conversión? En este caso insistiría, pienso yo, en tres cosas que, dada la pandemia. no dejan de afectarnos.

1. La pandemia nos remite a la familia, a la casa. Estar el mayor tiempo posible en casa sería la mejor manera de evitar contagio y proteger a los demás miembros de nuestra familia. Aunque esto es cierto no podemos caer en el error de instalarnos en la familia y comenzar a vivir de espaldas a la comunidad.

Como cristianos no podemos desconectarnos de la comunidad. Debemos seguir pendientes de todo lo que sucede en nuestro alrededor y hasta donde es posible, mantenernos solidarios con los que más sufren. Esto no quita la oportunidad que ahora tenemos, por las mismas circunstancias, de estar más tiempo con la familia. Oportunidad que debemos aprovechar al máximo, aunque sin desatender a la comunidad. Encerrarnos del todo en nuestra familia, aún en estas circunstancias, sería un error.

2. La pandemia ha producido un cambio en la manera como debemos comunicarnos. Pasamos de lo presencial a lo digital. Esto es, me parece, muy notorio en la educación y no deja de plantear un serio problema que podría afectar a las nuevas generaciones. Es evidente que debe haber una estrecha colaboración entre el personal docente, los alumnos y los padres de familia para encontrar entre todos el mejor camino.

Lo más dañino sería asumir una actitud cerrada ante lo digital (lo nuevo), que, en las circunstancias actuales, se nos impone como única alternativa.

El cristiano no puede caer en esa resistencia ante lo nuevo. Abrirnos a lo nuevo es necesario para poder seguir incidiendo positivamente en la historia. A esa tarea no podemos renunciar. Ponernos al día, al menos lo más que podamos, es una obligación cristiana.

3. Otra cosa que debemos evitar o corregir es, a causa de las circunstancias, caer en una especie de aburrimiento y de mal humor. El hecho que debemos estar, mucho tiempo, en casa y que no podemos seguir haciendo lo que siempre hemos hecho, esto pueda producir aburrimiento o mal humor.

Sin duda esto nos afecta a nosotros mismos y a la vez a toda la gente que nos rodea. Aprendamos a no lamentar las cosas que ya no podemos hacer y a entusiasmarnos ante aquellas cosas que si podemos hacer.

El buen humor, aún en las circunstancias actuales, debe ser una característica de todo cristiano o cristiana.

Haciendo caso a estas tres observaciones estaríamos respondiendo a la exigencia del Adviento, la de intensificar nuestra vida cristiana.  

Padre Rogelio Ponseele