Diferencia entre revisiones de «La escuela de formación de agentes de pastoral del norte de Morazán»
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La EFAP continuó durante 04 o 06 meses más, en enero de 1995, el equipo de facilitación perfilo´ la modalidad de parejas diferentes por fin de semana, de modo que pudiera darse cierta alternancia en las voces y perspectivas con que la EFAP se iba consolidando. Entre estas personas facilitadoras concurrieron: Rui Manuel Grácio das Neves (dominico portugués, filósofo y teólogo), Nelson Perla (laico de Amatepec, San Salvador) y Alberto Wulffelé (dominico holandés, teólogo). | La EFAP continuó durante 04 o 06 meses más, en enero de 1995, el equipo de facilitación perfilo´ la modalidad de parejas diferentes por fin de semana, de modo que pudiera darse cierta alternancia en las voces y perspectivas con que la EFAP se iba consolidando. Entre estas personas facilitadoras concurrieron: Rui Manuel Grácio das Neves (dominico portugués, filósofo y teólogo), Nelson Perla (laico de Amatepec, San Salvador) y Alberto Wulffelé (dominico holandés, teólogo). | ||
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Revisión actual del 03:43 11 ago 2021
Apuntes de los procesos
LARRY JOSÉ MADRIGAL
Cuando escuchamos de la iniciativa de recopilar, sistematizar, digitalizar y actualizar las memorias sobre los procesos formativos realizados durante muchos años en el Norte de Morazán, de inmediato sintonizamos con la idea. Parte de nuestra misión, de la genética organizacional con que hemos crecido, tiene que ver con la recuperación y vitalización de la memoria sobreviviente, especialmente en territorios significativos para los grupos fundacionales.
Recuperar la memoria para nuestro equipo no es sólo un asunto de procedimientos técnicos para la conservación de documentos, objetos incluso de registros de todo tipo que vienen de sobrevivientes de conflictos, masacres o contextos dolorosos de la historia nacional. Se trata de hacer vida la memoria, actualizándose contemporáneamente, tomando buen registro del tejido con que los años han ido coloreando los acontecimientos (no por ello menos verdaderos) y propiciando los significados actuales que permiten valorarla como una fuente intergeneracional de resiliencia.
En nuestros archivos hay muchos materiales que hemos custodiado desde finales de la década de los noventa en el siglo pasado, no sin algunos percances dolorosos que van desde terremotos hasta Inundaciones y plagas de insectos, sin descontar una que otra mano voluntariosa que haciendo limpieza, se deshizo de algunos documentos.
Los primeros contactos Después de los Acuerdos de Paz de 1992 y con los muchos mecanismos de reinserción y desarrollo local activados por la nueva situación que se generó a nivel nacional, los territorios que habían estado en control de los ejércitos revolucionarios, principalmente con más población organizada, se identificó la necesidad de abordar la formación de agentes de pastoral originarios de la zona, conocedores de la situación que dio origen al conflicto y portadores de acciones futuras que recrearan los ideales. Un equipo pastoral proveniente de las coordinaciones de las CEBES en Zacamil asumió labores de seguimiento a los esfuerzos en tiempos de guerra realizados por varios agentes de pastoral de los que para mí destacaba el padre Rogelio Ponseele. Perfilaba una escuela de formación donde los ideales de las CEBES estuvieran presentes de maneras concretas, actuales y efectivas, contextualizadas en la realidad campesina, de conflicto y frontera, de marginación de la zona al norte del Río Torola.
Todo comenzó con una visita de Carmen Elena y Mayra Gómez, durante mi estancia en la casa familiar en la Zacamil, donde vivía con mi madre, luego de mis estudios en Costa Rica. Yo vengo de las Comunidades Eclesiales de Base de la Zacamil, donde crecí y me formé en la fe y la vida. Carmen Elena fue una de las tutoras fundamentales que tuve, en lo que entonces llamábamos la comisión de relaciones, coordinada por ella y formada por varias personas jóvenes y adultas de las comunidades. Carmen Elena nos formó con estupendos libros prestados de teología, biblia y sociología, asistencias “sin invitación” a clases de teología en la UCA y buenas tertulias sobre la situación política donde las preguntas y reflexiones atrevidas no estaban restringidas.
Creo que ese dato biográfico es importante para la decisión que tomé después de la visita en la que me contaron lo que estaban planeando en Morazán. Sabían que yo acababa de regresar de mis estudios y puntualizan: “queremos alguien que ha bebido de la espiritualidad de las comunidades y sepa transmitirla, no gente que sólo sabe mucho”. Todavía recuerdo los sentires que se activaron dentro de mí: gran expectativa por lo significativo para la historia de la Zacamil que representaba el Norte de Morazán, cierta ansiedad por conocer a personajes legendarios como Rogelio, motivación por el desafío logístico y metodológico que aquello auguraba...
Entonces quedamos de acompañar un fin de semana (los segundos) al mes, en Perquín, Morazán, en la sede de CEBES, la casa pastoral donde vivía el padre Rogelio. Una llamada telefónica me instruyó sobre la logística de llegada, en aquellos días toda una aventura, pues no existía un servicio regular de autobuses. Para llegar había que abordar un autobús desde San Miguel a Francisco Gotera y de ahí hasta Osicala, donde había que esperar pacientemente el paso de algún camión de maderero o de materiales, y con suerte tal vez un vehículo de la cooperación internacional o privado, que se animara a dar raid. El recién estrenado puente sobre el Río Torola y la “calle negra” hacia Meanguera y Jocoaitique, eran todo un símbolo de lo que se esperaba como desarrollo en los primeros años de la posguerra. Por alguna razón, pasar el Río Torola era como pasar una frontera invisible, de territorios anónimos a un lugar conocido y seguro... “si te agarra la noche y no lográs encontrar transporte, ya pasando el río Torola, decís que venís para Perquín donde el padre Rogelio y casi cualquier persona te puede dar posada”, me dijo Carmen Elena.
De día salón de clases, de noche dormitorio común. La última vez que estuvimos en el Norte de Morazán, había sido en 1990, en compañía de unos compañeros dominicos y habíamos llegado hasta la Comunidad Segundo Montes, presentada entonces como “polo de desarrollo económico alternativo”. No fue posible subir hasta Perquín porque las comunicaciones no permitieron las comunicaciones, pero ya entonces tuvimos noticias complementarias a las que llegaban a la CEB Zacamil sobre los diferentes esfuerzos pastorales de acompañamiento a la población y las fuerzas guerrilleras. Llegué a Perquín dos días antes, para ubicarme en contexto, ponerme al día con mis referentes del equipo pastoral y conversar algunos detalles sobre la formación. Ascen y Carmen Elena ya me estaban esperando y el sábado, ya iniciada la formación, apareció el padre Rogelio que venía de Torola.
Ese primer fin de semana, ya estaban listas y convocadas un grupo de 40 personas entre jóvenes y adultas que fueron llegando el viernes. Fueron llegando a su ritmo, ese tiempo lento y sabio de quienes viven en el campo y disponen de los recursos justos para llegar hasta lugares alejados de sus territorios. Se les recibía en una amplia galera que servía como salón de reuniones, en la casa de CEBES, lugar donde vivía el equipo pastoral. Por entonces todavía se contaba con la casa de arriba, en una especie de anexo que daba más amplitud para la cocina y las labores de limpieza. Al llegar, colocaban sus cositas en el corredor y se disponían a pasar por la cocina para un generoso plato de comida.
Las jornadas se habían planeado para comenzar desde el viernes con una sesión cortita de tarde-noche, pues los ritmos rurales de la mayoría parecían indicar un descanso pronto.
En la primera jornada del día viernes, se hizo énfasis en la presentación y ubicación, pero todo el taller fue sobre todo para recoger insumos de realidad que pudieran servir para llenar el proceso de los seis meses.
Teníamos participantes de Torola, San Fernando, Perquín, Arambala y Jocoaitique como de pertenencia de la Ciudad Segundo Montes, con 4 sectores (Hatos 1 y 2, San Luis, Quebrachos). Según mis propios registros, la persona de mayor edad en el grupo declaró tener 64 años y la menor, 11 años, quien en realidad venía como ayuda a su madre, para tomar apuntes. Posteriormente este detalle de participación tomaría gran relevancia por su simbolismo, su funcionalidad y su impacto posterior en la vida de ambos (madre e hijo).
Llegamos a la primera sesión enfocándonos en el tema “Introducción a la Biblia”. Nos habían propuesto seguir el guion de un librito del Equipo Maíz, pero dado que yo estaba terminando mi formación bíblico-teológica en San José de Costa Rica, decidí diseñar una ruta propia, en la que la prioridad era escuchar las motivaciones, necesidades y experiencias a la base de la escuela de formación de agentes de pastoral.
De las primeras cosas que fueron quedando evidentes:
- La marginación y olvido de las múltiples administraciones gubernamentales y posteriormente las condiciones de una guerra popular prolongada, habían hecho mella en las infraestructuras civiles, bastante deterioradas, lo que significa que había que contar con retrasos por falta de transporte público, estado de las carreteras, comunicación diferida (pocos teléfonos en la zona) y durante el invierno, con algunos derrumbes y cortes de caminos.
- Traumas psicosociales. 12 años de conflicto armado, pero los años previos de represión gubernamental de la sociedad civil organizada, han dejado huella en la mayoría de participantes, con manifestaciones de traumas (dependencia de medicamentos, sueños recurrentes, estrés, inseguridad personal para afrontar situaciones nuevas, desconfianza, etc.). Podía detectarse una transmisión intergeneracional del trauma en las personas más jóvenes.
- Analfabetismo práctico. Aunque durante el conflicto se había hecho esfuerzos significativos por alfabetizar a grandes grupos de población en el Norte de Morazán, los efectos de un abandono práctico de la lecto-escritura por las duras condiciones de sobrevivencia, muchas personas participantes tenían dificultades para interactuar con párrafos largos, lecturas breves o folletos y a menudo incluso para leer algunas frases. 03 personas del grupo declaraban no saber leer y escribir.
- Cultura lenca presente pero poco reconocida. Tanto en las costumbres y manifestaciones religiosas, como en muchos otros aspectos de la vida cotidiana, se podía detectar que los guiones culturales tenían peculiaridades con respecto a lo que podría considerarse ”población campesina”. Con algunas excepciones, la mayoría no reconocía específicamente estas peculiaridades y se referían a ellas como asuntos de clase en el contexto de la marginación y posterior enfrentamiento armado. Algunas personas que venían de Ciudad Segundo Montes tenían su origen familiar en Cacaopera, Guatajiagua o Sensembra y mencionaron explícitamente en la primera sesión sus orígenes diversos. Un caso parecido con algunos participantes de El Progreso, Torola.
- Etiquetas tradicionales. En el grupo se podía notar que existían etiquetas convertidas en prejuicios entre los participantes. Los que logramos consignar referían a: “Perquín es el pueblo de los riquillos que tienen café”, “Torola siempre ha sido más atrasado porque allá hay más indio”, “en la Segundo Montes son algo rudos para el trabajo porque vienen de los refugios en Colomoncagua”. “Morir en casa grande, es morir mejor, y aquí todos somos de casas chi- quitas”. “Nos gusta venir a Perquín, porque uno se divierte viendo casas grandes”.
- Diferencias generacionales. Las generaciones de participantes más jóvenes podían notarse no solamente en su estética de vestir, uso de palabras diferentes (urbanas o en inglés), sino también en cierta actitud crítica frente a lo vivido en los recientes años de guerra, la apertura a temáticas emergentes y su deseo de participación en juegos o técnicas más lúdicas. Las personas de las generaciones mayores podían notarse por su actitud en general reservada, educada y en la manera más tradicional de vestir, hablar y tratar a las personas del equipo pastoral y foráneas, incluyendo opiniones muy bien definidas sobre la situación socioeconómica actual.
El haber consignado estas particularidades fue tremendamente importante, porque durante la primera sesión del proceso formativo, se consolidó la idea de invitar a un equipo de facilitadores que pudiera ayudar con la facilitación de los diversos temas. Ya en las reuniones y contactos previos, había recomendado al naciente equipo del Centro de Formación Milpa Libre, en San Salvador, con el que estaba articulando esfuerzos formativos en varios puntos del país y a quienes fue enviada una petición formal de apoyo en julio de 1994.
En esa carta se mencionaba como temas prioritarios: 1. Introducción a la Biblia. 2. Historia de la Salvación. 3. Profetismo, profundizando en Monseñor Romero. 4. Práctica pastoral en Morazán.
El primer taller se desarrolló entre fuertes tormentas de la tarde y noche, alguna que otra filtración de agua que nos hizo mover las sillas, escasez de biblias y abundancia de material de papelería, con lo cual resolvimos bastante bien algunos ejercicios.
Para nuestra sorpresa, un pequeño gran detalle que fue evidente hasta la primera noche es que el salón de clases tenía que convertirse en dormitorio común por las noches. Había que movilizar las bancas, mesas, pizarra y maletines para sacar unos colchones que Ascen tenía bien ordenados en una bodeguita. El preparar el salón era todo un operativo logístico considerando lo grande del grupo. Solamente los más cercanos iban a sus casas. Esta flexibilidad movida por las necesidades fue otra característica que fue desarrollándose con el tiempo en la escuela de formación.
Las jornadas quedaron organizadas así.
viernes
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5.00 p.m. (o antes) — Llegada y cena.
6.00 p.m. — Introducción y ubicación.
7.30 p.m. — Preparación del salón para descanso y actividades opcionales.
Sábados
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7.00 a.m. —Desayuno y labores de limpieza general.
8.00 a.m. —Inicio de actividades formativas.
10.00 a.m. —Receso para café.
12.00 p.m. — Almuerzo y descanso.
1.30 p.m. — Reinicio de actividades.
3.30 p.m. — Receso para café.
6.00 p.m. — Cena.
7.00 p.m. — Descanso o actividades opcionales.
Domingo
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7.00 a.m. — Desayuno y labores de limpieza general.
8.00 a.m. —Inicio de actividades formativas.
10.00 a.m. — Receso para café.
12.00 p.m. —Despedida, tarea para la siguiente sesión, avisos y almuerzo.
Organización de los primeros pasos Cuando el Centro Milpa libre aceptó la invitación de facilitar la escuela, se dedicó tiempo de calidad para diseñar a partir de los primeros contactos que Larry José había tenido y considerando la trayectoria de CEB con la que había sido concebida la escuela y las condiciones observadas en el territorio.
El Centro Milpa Libre nace en 1994 como una experiencia piloto de personas de varios trasfondos sociales y religiosos ligadas a los esfuerzos de la sociedad civil en los diálogos de paz y fuerzas progresistas, lideradas por los dominicos de San Salvador. La idea que articulaba este centro fue definida como “un esfuerzo para propiciar el firme crecimiento de la paz y la Justicia y la participación ciudadana para el diálogo, el debate de alternativas para el bienestar social”. De este modo, la confluencia con los intereses formativos planteados en la escuela de formación de agentes de pastoral fue rápida y gozosa.
Hoja de ruta para los talleres mensuales Considerada positivamente la solicitud del equipo pastoral del norte de Morazán, la hoja de ruta para la preparación de las sesiones que habían sido pactadas quedó delineada del siguiente modo: 1. Investigación de los temas con lecturas relevantes (“de lo viejo y lo nuevo”), echando mano de algunos insumos (apuntes a mano, papeles mecanografiados y folletos elaborados por Pedro Declerq en los tiempos de las CEBES en Zacamil, antes de la salida de los padres belgas y de insumos ofrecidos por Pedro durante la década de los 80 a la comisión de formación de CEBES, de la que Larry José había formado parte. 2. Discusión en el comité coordinador de los contenidos, líneas pedagógicas, ideas metodológicas, etc. para acordar ideas fuerza. 3. Articulación de una ruta metodológica con jornadas en tres días, horarios, materiales y responsables. 4. Retroalimentación con el comité y equipo pastoral (cuando era posible).
Durante el desarrollo de los talleres, siempre había incidencias de todo tipo que marcaban cambios y adaptaciones a la ruta acordada. Algunas de esas incidencias (como se indicó arriba): inclemencias climáticas (que en alguna ocasión impedían escucharnos al interior del salón de reuniones o lo inundaban), carencia de algunos materiales de papelería u objetos de interés pedagógico o la reacción del grupo, a veces por sobre extensión de un tema que parecía interesante y generaba discusión y otras por la prolongación del tiempo de abordaje debido a tecnicismos, dificultades lingüísticas o textos considerados densos y difíciles.
El equipo facilitador y las estrategias pedagógicas El equipo animador de Milpa Libre delegó, a partir del tercer taller, a 01 persona más que pudiera apoyar en la facilitación y registro de memoria a Larry Madrigal (quien había iniciado a través de la trayectoria de CEBES con Carmen Elena), esta persona fue Pedro Martínez (Altos del Cerro, Soyapango y estudiante de derecho en la UCA).
Se consideró tres hilos fundamentales que deberían articular toda la pro- puesta metodológica de la escuela:
Fuerte acción pedagógica en lo lúdico y simbólico. Esto era potenciar el aprender jugando, con juegos cooperativos que representaran la realidad que queríamos construir, es decir, no competitiva, no discriminatoria, con juegos cooperativos más que con las llamadas “dinámicas” entendidas como simples pausas recreativas en largas horas de estudio o charla. También la utilización de símbolos, tomados de la vida cotidiana, de la fe, de los recuerdos del pasado reciente, en los cuales pudiéramos interactuar con mensajes y relatos para actualizarlos. Aprendiendo desde otros lenguajes alternativos a lo escrito y formal. Memoria intergeneracional. esto significaba trabajar la memoria a la manera de las CEBES, no sólo como relato de experiencias vividas por otros (normalmente mayores), sino como narraciones de las cuales puede tomarse un aprendizaje actual para la vida, considerando la presencia en el grupo de varias generaciones bien visibles y participantes, donde la palabra de todas y todos es importante aunque a veces esa palabra tenga que ser escuchada varias veces para aprehenderla. En este sentido la Biblia abordada como memoria de un pueblo y el pueblo leyendo la Biblia con memoria de su propia vida.
Flexibilidad a partir de los recursos locales. Utilizando al máximo lo que estaba disponible al nivel local, con un mínimo de cosas, materiales u otros objetos traídos desde fuera de la zona. esto incluyó una reflexión muy fuerte sobre “la maleta” de ideas de quienes llegábamos desde San Salvador (urbanos, jóvenes, sin las experiencias límite de la guerra en territorios de combate). También incluyó el uso creativo de las condiciones que iban presentándose, desde las climáticas, hasta las político-sociales, pasando por todo tipo de retrasos logísticos o carencias de material.
Durante una primera etapa de 06 meses, la EFAP se desarrolló mes a mes con múltiples aprendizajes para el equipo facilitador. La asistencia por lo general fue muy buena, con muy pocas deserciones y pocas ausencias. Poco a poco, con cada tema, con cada abrir y cerrar de las páginas de la biblia, fuimos tejiendo una identidad orgullosa de sus raíces, consciente de sus límites y deseosa de futuros. Fue quedando en evidencia que en algunos temas teníamos que trabajar más algunos .asuntos previos” (p.e. en Introducción a la Biblia, había que saber cómo encontrar los textos en capítulos y versículos, pasando por las abreviaturas de los libros, o en Historia de la Salvación, echar mano de mapas mundo o globos terráqueos para una comprensión de las dimensiones de los contenidos) hasta implementar unidades temáticas totalmente nuevas e imprevistas (como en práctica pastoral echar mano de juegos cooperativos como herramientas de análisis grupal, de propuesta lúdica para el entrenamiento en liderazgo) y que las actividades extra-aula tenían dimensiones muy fundamentales (p.e. visita casa por casa a cada una de las personas participantes permitió conocer algunas condiciones verificadas en los talleres mensuales).
La retroalimentación con el equipo pastoral era crucial. No eran solo los espacios formales de evaluación, expresados en reuniones entre equipo facilitador y equipo pastoral o en los informes mensuales. Fue una preciosa interacción cotidiana a la hora de la cena, en la cocina nueva, al calor de las tortillas elaboradas por Fidelia, los tés de Carmen Elena o las cenas de Ascen, tanto como en las mañanas, cuando Rogelio amanecía escuchando la radio de onda corta y escribiendo en la máquina de escribir y prontos para el café para verificar algunas informaciones que la gente estaba comentando en la jornada anterior.
Muy pronto, fue patente la necesidad de extender el tiempo de formación, por los temas formales que quedaban pendientes, como por la realidad propia de las personas que participaban a sus propios ritmos. La extensión continuará utilizando las modalidades, tiempos y temáticas, combinadas con algunas innovaciones según el momento de los grupos.
El taller es una escuela de vida Durante las sucesivas ediciones de la escuela de formación, la estrategia lúdica simbólica generó nuevas técnicas o adaptaciones que fueron puliéndose, siempre con el enfoque de que todo lo que ocurría dentro del tiempo de taller (de noche o de día) era parte del aprendizaje como agentes de pastoral. No se trataba de discursos formales y reacciones de asentimiento del grupo en el salón de reuniones, sino de aplicar una mirada crítica a la interacción personal, las responsabilidades grupales y la propuesta metodológica que vivíamos. En la memoria, algunas muy recordadas.
Siguiendo el hilo de la piscucha - se trataba de una técnica grupal para el análisis secuencial de casos o el aprendizaje de métodos de lectura bíblica. Nació porque no teníamos bolos de lana para el ejercicio acordado. Encontramos hilo de coser, varios rollos de colores. Salimos a la calle y en recorrido por varias de ellas, fuimos tirando el rollo a través de ´arboles, obstáculos, casas y postes, enredando cada cierto tramo un papelito con una pregunta clave o un pequeño texto escrito a mano con un contenido a reflexionar. Organizados grupos de lectura, cada uno identificaba el inicio y durante una hora o más, salían a seguir el hilo de la piscucha, sentándose al aire libre ahí donde encontraban un papelito. Al terminar, el grupo regresaba al salón de reuniones (normalmente a la hora del cafecito) para un plenario donde contaban lo reflexionado y lo vivido por el grupo.
Algunas reacciones de personas de diferentes generaciones que hemos logrado conservar de nuestra bitácora de taller:
La pesca cooperativa - habíamos visto esta técnica en un libro muy famoso de los años 80, sobre técnicas de educación popular (Ed. Alforja, San José de Costa Rica) que durante años utilizamos en las CEBES de Zacamil. La técnica original era competitiva y se llamaba “en río revuelto, ganancia de pescadores”, plantea elaborar pescaditos de cartulina en los cuales se escribía ideas o aportes que los participantes obtienen con una caña de pescar elaboradas con varitas de madera. Pero no podíamos viajar con tantas varitas como cañas de pescar y decidimos hacerlas al llegar a Perquín. Llegamos bajo un vendaval que impedía salir a buscar y al día siguiente, cuando iniciamos, pedimos a cada participante buscar una ramita de pino y utilizamos hojas de almendra como pescaditos. Rebautizamos la técnica porque no nos gustaba lo de poner a competir al grupo, mejor cooperar para encontrar colectivamente el sentido del problema y mientras unas personas sacaban “pescados” de la “laguna” (dibujada al centro), otras iban ordenando la pesca en algún sentido que les parecía según su análisis. Al terminar, todo el grupo aportaba el orden que consideraba más adecuado.
Algunas reacciones de la bitácora de taller:
Las instalaciones - “somos parte del tejido” - en las comunidades hemos aprendido que la vida tiene una dimensión ritual y simbólica muy importante, no es cuestión solo de rezar y que cada quien haga su relación con Dios, sino de reflexionar el sentido profundo de la fe en las situaciones que nos toca vivir y alimentarnos de esa espiritualidad. En todos los talleres teníamos momentos, al inicio, por la noche del sábado o al final, donde colocábamos una “instalación” (pusimos este nombre para no llamarlo altar, sobre todo para no chocar con la connotación sagrada de la fe más tradicional) con objetos significativos encontrados en el lugar o buscados entre lo disponible en la casa pastoral y luego ante los cuales preguntábamos su significado. Radios, cantaritos, artesanías de las que elaboraba el grupo de jóvenes de Carmen Elena, productos alimenticios de la cocina, plantitas, libros y biblias, etc. todos fueron desfilando mes a mes.
En una ocasión, llegado el momento de hablar de práctica pastoral, queríamos hacer alusión a un tejido que todas y todos vamos haciendo con nuestro trabajo, una gran labor que depende del trabajo pequeño de cada uno. No encontramos yute, alfombras o una manta tejida y tu- vimos que improvisar; observamos que en el salón había una elaboración mural con pedacitos de tejido, cosidos uno con otro, que una comunidad hermana del extranjero había enviado como regalo. En la imagen se notaba un Jesús resucitado y decidimos utilizarla. La pusimos al medio y colocamos una cajita de alfileres.
La reflexión consistió en observar de lejos y de cerca la artesanía y platicar sobre su elaboración ¿de qué materiales estaba hecha? ¿Cómo fue haciéndose este tejido y cuánto tardaron quienes lo hicieron? ¿Qué nos dice sobre nuestro aporte como agentes de pastoral? Después de una larga ronda de participaciones, se invitó a que cada quién se identificara con un pedacito de tela de los muchos que formaban la artesanía, colocar allí un alfiler y decir al grupo el significado que le daba.
Algunas reacciones que quedaron registradas en la bitácora de taller: “Estas cositas las puede hacer una mujer, porque casi siempre las mujeres que tienen más paciencia para hacer estas cosas que son largas y compendiosas, pero es tardado. Yo veo que esto está mejor porque la hicieron entre varias manos porque se nota que en unos lados está bien cosidita y recogida la puntada, pero en otros lados se ve algo machetoncita”.
“Mire que esto se hace de pedazos de tela que quizá botan o de chirajos de pantalón o blusa, pero al que le van buscando modo, le van buscando la gracia para que queden los colores que son. Yo hago jarcia y ya sé que estas cositas uno las ve terminadas, pero ajá, quien no sabe, sólo compra y pide rebaja, pero no sabe cuánto trabajo lleva. Así pienso yo, que nos fueron buscando el padre Rogelio, la gracia de cada uno para irnos cosiendo en esta escuela. Nos ven bien contentos, pero no ven todo lo que hemos comido, lo que ha costado estar viniendo y de ser chirajitos, hoy somos una gran manta”.
“Yo creo que los agentes de pastoral vamos dando un pedacito para que las cosas estén mejor, pero no se puede dar todo porque uno tiene varias obligaciones, pero el pedacito es importante y poco a poco vamos formando un Jesús más grande que no es de tela, sino que somos nosotros mismos como comunidad. Yo quizá de orilla soy en esa manta, porque me siento como que soy del ruedo, no de los de colores que están en medio, pero como ya dijeron, sin ruedo se deshace ese perraje”.
“Yo siento que ustedes son el hilo con que nos van cosiendo a los pedacitos, porque la verdad que solo de retazos no se puede hacer esta obra bien bonita, quizás uno no tiene letras para destacar en algunas cosas, pero pasmados no somos, con que nos empujen y nos vayan platicando, después parecemos pericos contándole a la gente”.
Algunas incidencias “extra-salón”
Como se ha mencionado, una característica muy notoria de la EFAP fue la incorporación de las tareas de la vida cotidiana como parte del aprendizaje y vivencia de la formación como agentes de pastoral. No era poco decir, porque en cada sesión ocurrían cosas divertidas y tristes, sagradas y profanas, de día y de noche. Algunos incidentes fueron memorables por su profundidad y por la sorpresa que significó para algunos (especialmente jóvenes) abordar en sentido de comunidad estas cosas.
La vigencia de los acuerdos grupales - una recurrente situación era la prontitud del sueño para algunos, casi siempre mayores, que preferían arreglar la sala de reuniones bien temprano para poder descansar y el desvelo a altas horas de la noche para los más jóvenes. Al amanecer, una situación similar: quienes madrugaban mucho antes de amanecer para iniciar labores, incluso ir a bañarse a “Los Mangos”, mientras que otras esperaban un poquito más. En una de las noches, ante la bulla desatada dentro y fuera del salón de reuniones, Carmen Elena apareció para pedir orden y descanso general, ocasionando el enojo de los jóvenes protagonistas del bullarango. Como los facilitadores dormíamos en la salida de la casa, a la par del cuarto del padre Rogelio, no escuchamos mucho de todo aquello, pero a la mañana siguiente, una galería de caras largas nos recibió en la sesión. Abordamos la situación preguntando a todos los sectores por sus vivencias y sentires la noche anterior. Algunos decían que los habían regañado por nada y otros que faltaba más disciplina. Descubrimos que una participante estaba con fiebre desde la tarde anterior y no pudo conciliar el sueño por levantarse a cerrar el portón que dejaban abierto cada vez que salían a la calle. Dos jóvenes de la Segundo Montes eran los entusiastas organizadores de la excursión madrugadora a las 2.30 a.m., hacia a Los Mangos, “para no gastar tiempo esperando que se desocupe el baño”; algunos de los mayores no dijeron nada pese a no conciliar el sueño porque pensaron que les habían dado permiso. Una chica de Perquín dijo que ella por eso dormía en su casa, “para no tener que aguantar esos relajos”. Todo lo anterior fue una poderosa oportunidad para reflexionar sobre los grandes discursos ofrecidos durante el día en los plenarios de la escuela y la vida cotidiana, común y corriente, a la vista de todos, pero no siempre publica, con que vamos haciendo la vida y los liderazgos. Para quienes tenían un lugar alternativo donde dormir, el relajo no afectaba, pero para quienes tenían que compartir espacio común una noche toledana podía acabar con la atención durante el día de buena parte del grupo. Aprendimos entre todos que no bastan las buenas voluntades o los discursos, que las diferencias hay que abordarlas con sentido directo y con enfoque de grupo, que los derechos no son leyes, que los criterios que acordamos nos vinculan y hay que hacer esfuerzos para que tengan vigencia. La vigencia de los acuerdos comunes no era solo papel para el día, eran criterios de convivencia que funcionaban para garantizar el bienestar de todos y todas.
El secretario que se graduó como agente de pastoral
Como se ha mencionado, las condiciones de marginación y limitaciones antes y durante el conflicto armado tenían un impacto bien grande en las habilidades de lectoescritura de la mayoría, particularmente en mujeres adultas, madres, de las zonas rurales más alejadas. Por eso, una de las primeras, Perfecta (Agua Zarca, Torola), apareció el primer día de la escuela, bien acompañada por uno de sus hijos al que presentó como su “secretario” para que le anotara todas las letras y después se las leyera en la casa. Aceptada la situación por el equipo pastoral, el secretario se fue convirtiendo no sólo en un escribiente de letras, sino en un verdadero protagonista del proceso, pese a su corta edad y a lo complejo de los temas, que además eran abordados de maneras participativas, poco aptas para el dictado o la copia desde una pizarra. Cuando llego la sesión final, nos dimos cuenta que era uno de lo que mejor guardaba la memoria de los contenidos, de los que más participan y respondía, ayudando a su madre y a otras de la escuela. Cuando enumeramos el listado de quienes se graduaban, no podíamos dejar fuera al secretario y así obtuvimos un joven agente de pastoral. En una edición posterior, se repiten la situación con otra participante, siendo esta vez su nieta la encargada de custodiar las letras. Esto nos hizo reflexionar mucho -y afectar para modificar- las metodologías que muchas veces eran presentadas como asuntos adultos, sin considerar demasiado que las diferentes generaciones aprendían de la convivencia, del trato cotidiano, del participar ya en aquello que queríamos en el futuro para nuestra comunidad.
La niña que vendía fruta
El contexto de posguerra afectaba todo el desarrollo de la escuela. Desde las noticias nacionales o las nuevas obras que día confía iban llegando para la zona, hasta la instalación del tendido eléctrico o el reclamo de los antiguos dueños de las casas abandonadas, todo parecía seguir funcionando en términos de “nosotros y los otros”.
En una de las primeras sesiones, apareció en el portón de la casa una niña que vendía fruta, casi siempre mangos con alguashte y chile. Al principio esta niña no lograba articular palabra más allá del precio de cada bolsita y se quedaba escuchando agazapada e invisible en la jardinera de fuera, esperando a que saliéramos al receso de mañana o de tarde. Alguien cuestiono´ si no estaría haciendo de “oreja” con otras intenciones. El caso llegó a la consulta con el equipo pastoral, quienes entre risas nos dijeron “debe ser una niña de las de aquí del pueblo o de Casablanca”, “yo la he visto vendiendo por ahí en el parque”, “me voy a fijar para ver quién es y le voy a comprar, para sacarle plática si no la conozco”. Más tranquilo el grupo, la niña de la fruta se fue haciendo parte fundamental de las rutinas metodológicas, escuchando los temas, acompañando a los grupos en sus reflexiones por las calles y finalmente, tomando una taza de café con pan a la hora de los recesos. De pronto un día durante el plenario, habló desde fuera del salón, no para decir el precio, sino para dar opinión: “mejor salgan luego a buscar las pistas porque les va agarrar la tormenta y ahí van a venir corriendo”. Comprendimos que los del margen, los invisibles, los que son mudos en apariencia en realidad han sido marginalizados, invisibilizados y silenciados y a que a veces cuando ya no sentíamos empoderados como sujetos dejábamos de ver a quienes todavía no iniciaban sus procesos o los confundíamos sin reconocerlos como nuestros aliados.
La EFAP continuó durante 04 o 06 meses más, en enero de 1995, el equipo de facilitación perfilo´ la modalidad de parejas diferentes por fin de semana, de modo que pudiera darse cierta alternancia en las voces y perspectivas con que la EFAP se iba consolidando. Entre estas personas facilitadoras concurrieron: Rui Manuel Grácio das Neves (dominico portugués, filósofo y teólogo), Nelson Perla (laico de Amatepec, San Salvador) y Alberto Wulffelé (dominico holandés, teólogo).