Diferencia entre revisiones de «La escuela de formación de agentes de pastoral del norte de Morazán»
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Revisión del 20:16 10 ago 2021
Apuntes de los procesos LARRY JOSÉ MADRIGAL Cuando escuchamos de la iniciativa de recopilar, sistematizar, digitalizar y actualizar las memorias sobre los procesos formativos realizados durante muchos años en el Norte de Morazán, de inmediato sintonizamos con la idea. Parte de nuestra misión, de la genética organizacional con que hemos crecido, tiene que ver con la recuperación y vitalización de la memoria sobreviviente, especialmente en territorios significativos para los grupos fundacionales.
Recuperar la memoria para nuestro equipo no es sólo un asunto de procedimientos técnicos para la conservación de documentos, objetos incluso de registros de todo tipo que vienen de sobrevivientes de conflictos, masacres o contextos dolorosos de la historia nacional. Se trata de hacer vida la memoria, actualizándose contemporáneamente, tomando buen registro del tejido con que los años han ido coloreando los acontecimientos (no por ello menos verdaderos) y propiciando los significados actuales que permiten valorarla como una fuente intergeneracional de resiliencia.
En nuestros archivos hay muchos materiales que hemos custodiado desde finales de la década de los noventa en el siglo pasado, no sin algunos percances dolorosos que van desde terremotos hasta Inundaciones y plagas de insectos, sin descontar una que otra mano voluntariosa que haciendo limpieza, se deshizo de algunos documentos.
Los primeros contactos Después de los Acuerdos de Paz de 1992 y con los muchos mecanismos de reinserción y desarrollo local activados por la nueva situación que se generó a nivel nacional, los territorios que habían estado en control de los ejércitos revolucionarios, principalmente con más población organizada, se identificó la necesidad de abordar la formación de agentes de pastoral originarios de la zona, conocedores de la situación que dio origen al conflicto y portadores de acciones futuras que recrearan los ideales. Un equipo pastoral proveniente de las coordinaciones de las CEBES en Zacamil asumió labores de seguimiento a los esfuerzos en tiempos de guerra realizados por varios agentes de pastoral de los que para mí destacaba el padre Rogelio Ponseele. Perfilaba una escuela de formación donde los ideales de las CEBES estuvieran presentes de maneras concretas, actuales y efectivas, contextualizadas en la realidad campesina, de conflicto y frontera, de marginación de la zona al norte del Río Torola.
Todo comenzó con una visita de Carmen Elena y Mayra Gómez, durante mi estancia en la casa familiar en la Zacamil, donde vivía con mi madre, luego de mis estudios en Costa Rica. Yo vengo de las Comunidades Eclesiales de Base de la Zacamil, donde crecí y me formé en la fe y la vida. Carmen Elena fue una de las tutoras fundamentales que tuve, en lo que entonces llamábamos la comisión de relaciones, coordinada por ella y formada por varias personas jóvenes y adultas de las comunidades. Carmen Elena nos formó con estupendos libros prestados de teología, biblia y sociología, asistencias “sin invitación” a clases de teología en la UCA y buenas tertulias sobre la situación política donde las preguntas y reflexiones atrevidas no estaban restringidas.
Creo que ese dato biográfico es importante para la decisión que tomé después de la visita en la que me contaron lo que estaban planeando en Morazán. Sabían que yo acababa de regresar de mis estudios y puntualizan: “queremos alguien que ha bebido de la espiritualidad de las comunidades y sepa transmitirla, no gente que sólo sabe mucho”. Todavía recuerdo los sentires que se activaron dentro de mí: gran expectativa por lo significativo para la historia de la Zacamil que representaba el Norte de Morazán, cierta ansiedad por conocer a personajes legendarios como Rogelio, motivación por el desafío logístico y metodológico que aquello auguraba...
Entonces quedamos de acompañar un fin de semana (los segundos) al mes, en Perquín, Morazán, en la sede de CEBES, la casa pastoral donde vivía el padre Rogelio. Una llamada telefónica me instruyó sobre la logística de llegada, en aquellos días toda una aventura, pues no existía un servicio regular de autobuses. Para llegar había que abordar un autobús desde San Miguel a Francisco Gotera y de ahí hasta Osicala, donde había que esperar pacientemente el paso de algún camión de maderero o de materiales, y con suerte tal vez un vehículo de la cooperación internacional o privado, que se animara a dar raid. El recién estrenado puente sobre el Río Torola y la “calle negra” hacia Meanguera y Jocoaitique, eran todo un símbolo de lo que se esperaba como desarrollo en los primeros años de la posguerra. Por alguna razón, pasar el Río Torola era como pasar una frontera invisible, de territorios anónimos a un lugar conocido y seguro... “si te agarra la noche y no lográs encontrar transporte, ya pasando el río Torola, decís que venís para Perquín donde el padre Rogelio y casi cualquier persona te puede dar posada”, me dijo Carmen Elena.
De día salón de clases, de noche dormitorio común. La última vez que estuvimos en el Norte de Morazán, había sido en 1990, en compañía de unos compañeros dominicos y habíamos llegado hasta la Comunidad Segundo Montes, presentada entonces como “polo de desarrollo económico alternativo”. No fue posible subir hasta Perquín porque las comunicaciones no permitieron las comunicaciones, pero ya entonces tuvimos noticias complementarias a las que llegaban a la CEB Zacamil sobre los diferentes esfuerzos pastorales de acompañamiento a la población y las fuerzas guerrilleras. Llegué a Perquín dos días antes, para ubicarme en contexto, ponerme al día con mis referentes del equipo pastoral y conversar algunos detalles sobre la formación. Ascen y Carmen Elena ya me estaban esperando y el sábado, ya iniciada la formación, apareció el padre Rogelio que venía de Torola.
Ese primer fin de semana, ya estaban listas y convocadas un grupo de 40 personas entre jóvenes y adultas que fueron llegando el viernes. Fueron llegando a su ritmo, ese tiempo lento y sabio de quienes viven en el campo y disponen de los recursos justos para llegar hasta lugares alejados de sus territorios. Se les recibía en una amplia galera que servía como salón de reuniones, en la casa de CEBES, lugar donde vivía el equipo pastoral. Por entonces todavía se contaba con la casa de arriba, en una especie de anexo que daba más amplitud para la cocina y las labores de limpieza. Al llegar, colocaban sus cositas en el corredor y se disponían a pasar por la cocina para un generoso plato de comida.
Las jornadas se habían planeado para comenzar desde el viernes con una sesión cortita de tarde-noche, pues los ritmos rurales de la mayoría parecían indicar un descanso pronto.
En la primera jornada del día viernes, se hizo énfasis en la presentación y ubicación, pero todo el taller fue sobre todo para recoger insumos de realidad que pudieran servir para llenar el proceso de los seis meses.
Teníamos participantes de Torola, San Fernando, Perquín, Arambala y Jocoaitique como de pertenencia de la Ciudad Segundo Montes, con 4 sectores (Hatos 1 y 2, San Luis, Quebrachos). Según mis propios registros, la persona de mayor edad en el grupo declaró tener 64 años y la menor, 11 años, quien en realidad venía como ayuda a su madre, para tomar apuntes. Posteriormente este detalle de participación tomar´ıa gran relevancia por su simbolismo, su funcionalidad y su impacto posterior en la vida de ambos (madre e hijo).
Llegamos a la primera sesión enfocándonos en el tema “Introducción a la Biblia”. Nos habían propuesto seguir el guión de un librito del Equipo Maíz, pero dado que yo estaba terminando mi formación bíblico-teológica en San Jos´e de Costa Rica, decidí diseñar una ruta propia, en la que la prioridad era escuchar las motivaciones, necesidades y experiencias a la base de la escuela de formación de agentes de pastoral.
De las primeras cosas que fueron quedando evidentes: La marginación y olvido de las múltiples administraciones gubernamentales y posteriormente las condiciones de una guerra popu- lar prolongada, habían hecho mella en las infraestructuras civiles, bastante deterioradas, lo que significa que había que contar con retrasos por falta de transporte público, estado de las carreteras, comunicación diferida (pocos teléfonos en la zona) y durante el invierno, con algunos derrumbes y cortes de caminos.
Traumas psicosociales. 12 años de conflicto armado, pero los años previos de represión gubernamental de la sociedad civil organizada, han dejado huella en la mayoría de participantes, con manifestaciones de traumas (dependencia de medicamentos, sueños recurrentes, estrés, inseguridad personal para afrontar situaciones nuevas, desconfianza, etc.). Podía detectarse una transmisión intergeneracional del trauma en las personas más jóvenes.
Analfabetismo práctico. Aunque durante el conflicto se hab´ıa he- cho esfuerzos significativos por alfabetizar a grandes grupos de población en el Norte de Morazán, los efectos de un abandono práctico de la lecto-escritura por las duras condiciones de sobrevivencia, muchas personas participantes tenían dificultades para in- teractuar con párrafos largos, lecturas breves o folletos y a menudo incluso para leer algunas frases. 03 personas del grupo declaraban no saber leer y escribir.
Cultura lenca presente pero poco reconocida. Tanto en las costumbres y manifestaciones religiosas, como en muchos otros aspectos de la vida cotidiana, se podía detectar que los guiones culturales tenían peculiaridades con respecto a lo que podría considerarse ”población campesina”. Con algunas excepciones, la mayoría no reconocía específicamente estas peculiaridades y se referían a ellas como asuntos de clase en el contexto de la marginación y posterior enfrentamiento armado. Algunas personas que venían de Ciudad Segundo Montes tenían su origen familiar en Cacaopera, Guatajiagua o Sensembra y mencionaron explícitamente en la primera sesión sus orígenes diversos. Un caso parecido con algunos participantes de El Progreso, Torola.
Etiquetas tradicionales. En el grupo se podía notar que existían etiquetas convertidas en prejuicios entre los participantes. Los que logramos consignar referían a: “Perquín es el pueblo de los riquillos que tienen café”, “Torola siempre ha sido más atrasado porque allá hay más indio”, “en la Segundo Montes son algo rudos para el trabajo porque vienen de los refugios en Colomoncagua”. “Morir en casa grande, es morir mejor, y aqu´ı todos somos de casas chi- quitas”. “Nos gusta venir a Perqu´ın, porque uno se divierte viendo casas grandes”.
Diferencias generacionales. Las generaciones de participantes m´as jo´venes pod´ıan notarse no solamente en su est´etica de vestir, uso de palabras diferentes (urbanas o en ingl´es), sino tambi´en en cierta actitud cr´ıtica frente a lo vivido en los recientes an˜os de guerra, la apertura a tem´aticas emergentes y su deseo de participaci´on en
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juegos o t´ecnicas m´as lu´dicas. Las personas de las generaciones mayores pod´ıan notarse por su actitud en general reservada, edu- cada y en la manera m´as tradicional de vestir, hablar y tratar a las personas del equipo pastoral y for´aneas, incluyendo opiniones muy bien definidas sobre la situaci´on socioecono´mica actual. El haber consignado estas particularidades fue tremendamente importan- te, porque durante la primera sesi´on del proceso formativo, se consolid´o la idea de invitar a un equipo de facilitadores que pudiera ayudar con la facilitacio´n de los diversos temas. Ya en las reuniones y contactos previos, hab´ıa recomendado al naciente equipo del Centro de Formaci´on Milpa Libre, en San Salvador, con el que estaba articulando esfuerzos formativos en varios puntos del pa´ıs y a quienes fue enviada una petici´on formal de apoyo en julio de 1994.
En esa carta se mencionaba como temas prioritarios: 1. Introducci´on a la Biblia. 2. Historia de la Salvaci´on. 3. Profetismo, profundizando en Monsen˜or Romero. 4. Pr´actica pastoral en Moraz´an. El primer taller se desarrollo´ entre fuertes tormentas de la tarde y noche, alguna que otra filtraci´on de agua que nos hizo mover las sillas, escasez de biblias y abundancia de material de papeler´ıa, con lo cual resolvimos bastante bien algunos ejercicios.
Para nuestra sorpresa, un pequen˜o gran detalle que fue evidente has- ta la primera noche es que el salo´n de clases ten´ıa que convertirse en dormitorio comu´n por las noches. Hab´ıa que movilizar las bancas, me- sas, pizarra y maletines para sacar unos colchones que Ascen ten´ıa bien ordenados en una bodeguita. El preparar el salo´n era todo un operativo log´ıstico considerando lo grande del grupo. Solamente los m´as cercanos iban a sus casas. Esta flexibilidad movida por las necesidades fue otra caracter´ıstica que fue desarroll´andose con el tiempo en la escuela de for- macio´n. Las jornadas quedaron organizadas as´ı. Viernes 5.00 p.m. (o antes) — Llegada y cena. 6.00 p.m. — Introducci´on y ubicacio´n. 7.30 p.m. — Preparaci´on del salo´n para descanso y actividades opciona- les.
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S´abados 7.00 a.m. —Desayuno y labores de limpieza general. 8.00 a.m. —Inicio de actividades formativas. 10.00 a.m. —Receso para caf´e. 12.00 p.m. — Almuerzo y descanso. 1.30 p.m. — Reinicio de actividades. 3.30 p.m. — Receso para caf´e. 6.00 p.m. — Cena. 7.00 p.m. — Descanso o actividades opcionales. Domingo 7.00 a.m. — Desayuno y labores de limpieza general. 8.00 a.m. —Inicio de actividades formativas. 10.00 a.m. — Receso para caf´e. 12.00 p.m. —Despedida, tarea para la siguiente sesi´on, avisos y almuerzo.
Organizacio´n de los primeros pasos Cuando el Centro Milpa libre acepto´ la invitacio´n de facilitar la escuela, se dedic´o tiempo de calidad para disen˜ar a partir de los primeros con- tactos que Larry Jos´e hab´ıa tenido y considerando la trayectoria de CEB con la que hab´ıa sido concebida la escuela y las condiciones observadas en el territorio.
El Centro Milpa Libre nace en 1994 como una experiencia piloto de personas de varios trasfondos sociales y religiosos ligadas a los esfuerzos de la sociedad civil en los di´alogos de paz y fuerzas progresistas, lideradas por los dominicos de San Salvador. La idea que articulaba este centro fue definida como “un esfuerzo para propiciar el firme crecimiento de la paz y la Justicia y la participaci´on ciudadana para el di´alogo, el debate de alternativas para el bienestar social”. De este modo, la confluencia con los intereses formativos planteados en la escuela de formaci´on de agentes de pastoral fue r´apida y gozosa.
Hoja de ruta para los talleres mensuales Considerada positivamente la solicitud del equipo pastoral del norte de Moraz´an, la hoja de ruta para la preparaci´on de las sesiones que hab´ıan sido pactadas quedo´ delineada del siguiente modo: 1. Investigaci´on de los temas con lecturas relevantes (“de lo viejo y lo nuevo”), echando mano de algunos insumos (apuntes a mano, papeles mecanografiados y folletos elaborados por Pedro Declerq en los tiempos de las CEBES en Zacamil, antes de la salida de los padres belgas y de insumos ofrecidos por Pedro durante la d´ecada
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de los 80 a la comisi´on de formaci´on de CEBES, de la que Larry Jos´e hab´ıa formado parte. 2. Discusi´on en el comit´e coordinador de los contenidos, l´ıneas pe- dag´ogicas, ideas metodol´ogicas, etc. para acordar ideas fuerza. 3. Articulaci´on de una ruta metodol´ogica con jornadas en tres d´ıas, horarios, materiales y responsables. 4. Retroalimentacio´n con el comit´e y equipo pastoral (cuando era posible). Durante el desarrollo de los talleres, siempre hab´ıa incidencias de todo tipo que marcaban cambios y adaptaciones a la ruta acordada. Algunas de esas incidencias (como se indic´o arriba): inclemencias clim´aticas (que en alguna ocasi´on imped´ıan escucharnos al interior del salo´n de reuniones o lo inundaban), carencia de algunos materiales de papeler´ıa u objetos de inter´es pedag´ogico o la reacci´on del grupo, a veces por sobre extensio´n de un tema que parec´ıa interesante y generaba discusio´n y otras por la prolongacio´n del tiempo de abordaje debido a tecnicismos, dificultades lingu¨´ısticas o textos considerados densos y dif´ıciles.
El equipo facilitador y las estrategias pedag´ogicas El equipo animador de Milpa Libre deleg´o, a partir del tercer taller, a 01 persona m´as que pudiera apoyar en la facilitacio´n y registro de memo- ria a Larry Madrigal (quien hab´ıa iniciado a trav´es de la trayectoria de CEBES con Carmen Elena), esta persona fue Pedro Mart´ınez (Altos del Cerro, Soyapango y estudiante de derecho en la UCA).
Se considero´ tres hilos fundamentales que deber´ıan articular toda la pro- puesta metodol´ogica de la escuela:
Fuerte acci´on pedag´ogica en lo lu´dico y simb´olico. Esto era poten- ciar el aprender jugando, con juegos cooperativos que representa- ran la realidad que quer´ıamos construir, es decir, no competitiva, no discriminatoria, con juegos cooperativos m´as que con las lla- madas “din´amicas” entendidas como simples pausas recreativas en largas horas de estudio o charla. Tambi´en la utilizacio´n de s´ımbo- los, tomados de la vida cotidiana, de la fe, de los recuerdos del pasado reciente, en los cuales pudi´eramos interactuar con mensa- jes y relatos para actualizarlos. Aprendiendo desde otros lenguajes alternativos a lo escrito y formal. Memoria intergeneracional. esto significaba trabajar la memoria a
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la manera de las CEBES, no so´lo como relato de experiencias vivi- das por otros (normalmente mayores), sino como narraciones de las cuales puede tomarse un aprendizaje actual para la vida, conside- rando la presencia en el grupo de varias generaciones bien visibles y participantes, donde la palabra de todas y todos es importante aunque a veces esa palabra tenga que ser escuchada varias veces para aprehenderla. En este sentido la Biblia abordada como me- moria de un pueblo y el pueblo leyendo la Biblia con memoria de su propia vida. Flexibilidad a partir de los recursos locales. Utilizando al m´aximo lo que estaba disponible al nivel local, con un m´ınimo de cosas, materiales u otros objetos tra´ıdos desde fuera de la zona. esto incluy´o una reflexi´on muy fuerte sobre “la maleta” de ideas de quienes lleg´abamos desde San Salvador (urbanos, jo´venes, sin las experiencias l´ımite de la guerra en territorios de combate). Tambi´en incluy´o el uso creativo de las condiciones que iban present´andose, desde las clim´aticas, hasta las pol´ıtico-sociales, pasando por todo tipo de retrasos log´ısticos o carencias de material. Durante una primera etapa de 06 meses, la EFAP se desarrollo´ mes a mes con mu´ltiples aprendizajes para el equipo facilitador. La asistencia por lo general fue muy buena, con muy pocas deserciones y pocas ausencias. Poco a poco, con cada tema, con cada abrir y cerrar de las p´aginas de la biblia, fuimos tejiendo una identidad orgullosa de sus ra´ıces, conscien- te de sus l´ımites y deseosa de futuros. Fue quedando en evidencia que en algunos temas ten´ıamos que trabajar m´as algunos .asuntos previos” (p.e. en Introducci´on a la Biblia, hab´ıa que saber c´omo encontrar los tex- tos en cap´ıtulos y vers´ıculos, pasando por las abreviaturas de los libros, o en Historia de la Salvaci´on, echar mano de mapas mundo o globos terr´aqueos para una comprensi´on de las dimensiones de los contenidos) hasta implementar unidades tem´aticas totalmente nuevas e imprevistas (como en pr´actica pastoral echar mano de juegos cooperativos como he- rramientas de an´alisis grupal, de propuesta lu´dica para el entrenamiento en liderazgo) y que las actividades extra-aula ten´ıan dimensiones muy fundamentales (p.e. visita casa por casa a cada una de las personas par- ticipantes permitio´ conocer algunas condiciones verificadas en los talleres mensuales).
La retroalimentacio´n con el equipo pastoral era crucial. No eran solo los espacios formales de evaluaci´on, expresados en reuniones entre equi- po facilitador y equipo pastoral o en los informes mensuales. Fue una preciosa interacci´on cotidiana a la hora de la cena, en la cocina nueva, al
calor de las tortillas elaboradas por Fidelia, los t´es de Carmen Elena o las cenas de Ascen, tanto como en las man˜anas, cuando Rogelio amanec´ıa escuchando la radio de onda corta y escribiendo en la m´aquina de escribir y prontos para el caf´e para verificar algunas informaciones que la gente estaba comentando en la jornada anterior.
Muy pronto, fue patente la necesidad de extender el tiempo de for- macio´n, por los temas formales que quedaban pendientes, como por la realidad propia de las personas que participaban a sus propios ritmos. La extensio´n continuar´a utilizando las modalidades, tiempos y tem´aticas, combinadas con algunas innovaciones segu´n el momento de los grupos.
El taller es una escuela de vida Durante las sucesivas ediciones de la escuela de formaci´on, la estrate- gia lu´dica simb´olica genero´ nuevas t´ecnicas o adaptaciones que fueron puli´endose, siempre con el enfoque de que todo lo que ocurr´ıa dentro del tiempo de taller (de noche o de d´ıa) era parte del aprendizaje como agentes de pastoral. No se trataba de discursos formales y reacciones de asentimiento del grupo en el salo´n de reuniones, sino de aplicar una mirada cr´ıtica a la interaccio´n personal, las responsabilidades grupales y la propuesta metodol´ogica que viv´ıamos. En la memoria, algunas muy recordadas.
Siguiendo el hilo de la piscucha - se trataba de una t´ecnica grupal para el an´alisis secuencial de casos o el aprendizaje de m´etodos de lectura b´ıblica. Nacio´ porque no ten´ıamos bolos de lana para el ejercicio acor- dado. Encontramos hilo de coser, varios rollos de colores. Salimos a la calle y en recorrido por varias de ellas, fuimos tirando el rollo a trav´es de ´arboles, obst´aculos, casas y postes, enredando cada cierto tramo un papelito con una pregunta clave o un pequen˜o texto escrito a mano con un contenido a reflexionar. Organizados grupos de lectura, cada uno identificaba el inicio y durante una hora o m´as, sal´ıan a seguir el hilo de la piscucha, sent´andose al aire libre ah´ı donde encontraban un papelito. Al terminar, el grupo regresaba al salo´n de reuniones (normalmente a la hora del cafecito) para un plenario donde contaban lo reflexionado y lo vivido por el grupo.
Algunas reacciones de personas de diferentes generaciones que hemos logrado conservar de nuestra bit´acora de taller:
Era impresionante oír sus relatos. No solo de El Mozote, porque se acercaron también los familiares y testigos de las principales masacres de ocurridas en la guerra en aquella zona: Junquillo, Agua Blanca, El Tule, Cerro Pando, Guacamaya, la Villa y Talchiga.
Aquellas listas sirvieron de base para la investigación que posteriormente llevó a cabo Tutela Legal de una forma más científica y rigurosa y, a su vez, en base a la de Tutela, más tarde aún, de la Comisión de la Verdad.
Dar la voz al pueblo sobre su verdad en un hecho tan importante como fue lo ocurrido en El Mozote. Luchar con toda el alma para que esa verdad fuera conocida y juzgada era, para mí, algo lleno de sentido humano, reconciliador, cristiano, pastoral, sacerdotal y jesuítico.
La fecha del comienzo de la presentación de los testimonios y denuncias en Gotera fue el 28 de octubre de 1990. Rufina me narro´ los detalles de aquella presentación (...) Inmediatamente nos pusimos a organizar un acto público con motivo del noveno aniversario de la masacre(...)
No. La lucha por juicio de El Mozote y por otras masacres y asesinatos de la guerra salvadoreña no ha terminado. Como no ha terminado la luchas de muchas madres y familiares de desaparecidos o asesinados en América Latina u otros lugares del mundo.
Debemos seguir luchando sin venganza ni complejos de superioridad, pero con la humilde terquedad de quien ha optado en su vida por la justicia, y por los desposeídos (...) reconciliar es, como dijo alguien, hacer brotar vida de las heridas y hacer sentir el dolor de otros, sea quienes sean, por sus víctimas como el dolor por las mías propias”.