Arrendará la viña a otros labradores

De CEBES Perquín

Fecha: Domingo 04 de octubre de 2020.

Ciclo Litúrgico: Ciclo A - 27° Domingo del Tiempo Ordinario

Evangelio Según San Mateo (21. 33-43)

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

«Escuchad otra parábola: “Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cayó en ella un lagar, construyó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos. Llegado el tiempo de los frutos, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro y a otro lo apedrearon.

Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo diciéndose: ‘Tendrán respeto a mi hijo’.

Pero los labradores, al ver al hijo se dijeron: ‘Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia’.

Y agarrándolo, lo sacaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?».

Le contestan:

«Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo».

Y Jesús les dice:

«No habéis leído nunca en la Escritura:

“La piedra que desecharon los arquitectos

es ahora la piedra angular.

Es el Señor quien lo ha hecho,

ha sido un milagro patente”

Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos».

Homilía

Demos frutos y frutos abundantes

La parábola hace una síntesis de la historia del pueblo de Israel: llamado a ser signo del reino, no supo cumplir cabalmente lo encomendado.

La iglesia viene a sustituir al pueblo de Israel. ¿Será capaz de cumplir o de nuevo defraudará las expectativas de Dios?

El dar frutos y frutos buenos es también un deber de todo seguidor de Jesús.

El grito de alerta de Jesús sigue vigente: El reino de Dios se dará a un pueblo que dará frutos.

Una frustración, desde hace muchos años atrás.

Desde hace muchos siglos atrás, Dios privilegió y eligió al pueblo de Israel para que fuera signo del reino, llevando a la humanidad entera por caminos de vida y de justicia.

Ya el profeta Isaías expresa la frustración de Dios, a través de un cántico, el cántico de la viña, capítulo cinco. Veamos tres versículos.

v.2: “El (Dios) esperaba que produjera uvas, pero solo le dio racimos amargos”.

v.4: ¿Qué otra cosa pude hacer a mi viña que no se lo hice? ¿Por qué esperando que diera uvas, solo ha dado racimos amargos?

v.7: “La viña de Yahvé es el pueblo de Israel, y los hombres de Judá, su cepa escogida. El esperaba rectitud, y va creciendo el mal; esperaba justicia, y solo se oye el grito de los oprimidos".

Jesús, dirigiéndose a los sacerdotes y ancianos, con la parábola de los viñadores asesinos, retoma el mismo tema.

Un propietario plantó una viña. Hizo todo lo que le hacía falta: la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa de guarda, la arrendó a unos labradores y hasta entonces se marchó.

Cuando llega el tiempo de la vendimia, envía a sus servidores y hasta su propio hijo, para recoger los frutos que le correspondían. Los labradores malos eliminan a todos, con el fin de adueñarse de la viña y de los frutos.

En la conversación que Jesús, al final, tiene con los que le escuchan, queda claro que el dueño no tiene otra alternativa, que sustituir los labradores malos, por otros, que si le darán los frutos que le corresponden.

La parábola es una breve síntesis de lo que ha sido la historia del pueblo de Israel. Ha fallado, en especial los dirigentes; no han dado los frutos que de él esperaba Dios. A Dios no le quedará otra alternativa que sustituirlos  por  quienes si darán los frutos esperados.

El relevo.

Desde los primeros años de la era cristiana, surgió la idea de que Dios ahora había elegido a “la iglesia” que estaba formando y consolidándose, para ser signo del reino y llevar a la humanidad entera por caminos de vida y justicia.

Sentirse elegido produce, muchas veces orgullo. Podría caer la iglesia, especialmente los dirigentes, en el mismo error del pueblo de Israel, adueñándose de todo y pensar que nada tiene que cambiar o corregirse. Con otras palabras, ahogar la voz de los profetas, lo que ha sido el error de Israel, podría ser también el error de nuestra iglesia. No estamos exentos a defraudar una vez más las expectativas de Dios.

¿Cuál es la iglesia que debemos soñar y que podría estar en sintonía con las aspiraciones de Dios? Debe ser:

- Una iglesia cuyo lenguaje no sea desde el poder o la ley, o la norma o la doctrina sino un lenguaje que comparta el inmenso amor que Dios tiene a sus hijos e hijas.

- Una iglesia que dé vida y que siempre sea cercana y de manera especial a los pobres, los últimos y los excluidos.

- Una iglesia cuyos pastores sintonicen con los problemas reales de la feligresía y sepan orientar con sabiduría y afecto.

- Una iglesia ajena a toda jactancia y prepotencia, abierta al diálogo con otras confesiones cristianas, otras religiones y con el mundo entero, dispuesta a buscar juntos y juntas las mejores soluciones a los grandes problemas que padece nuestro planeta.

- Una iglesia profética que generosamente contribuya al anuncio y la realización en el mundo, de un reino de solidaridad, mutuo servicio, justicia para los más desfavorecidos, perdón.

Hoy, el grito de alerta de Jesús, sigue vigente: el reino de Dios se dará a un pueblo que produzca sus frutos.

La parábola y nosotros y nosotras.

El evangelio es una llamada directa a una evaluación serena y sincera del fruto que cada uno y cada una estamos dando, bien sea en la vida individual, o como miembros de una familia o comunidad o también como integrantes de cualquier trabajo u organización social, religiosa, política o cultural.

Dios nos ha dado todo: la vida, la creación, unos dones… y todo esto debe producir frutos. Esto es lo que Dios espera.

Para dar frutos reales, verdaderos y buenos, hay que superar la nostalgia, la avidez y la ansiedad. La nostalgia detiene la marcha de la vida al dejarnos anclados en el pasado, la avidez reduce el presente a meros intereses individualistas, mezquinos y egoístas y la ansiedad proyecta un futuro según mis pequeñas aspiraciones personales, que me cierran el camino hacia una vida diferente y plena.

Demos frutos y frutos buenos y abundantes.

Padre Rogelio Ponseele