Amarás al Señor, tu Dios. Amarás a tu prójimo
Fecha: Domingo 31 de octubre de 2021.
Ciclo Litúrgico: Ciclo B – 31° Domingo del Tiempo Ordinario
Evangelio Según San Marcos (12, 28-34)
En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
«¿Qué mandamiento es el primero de todos?».
Respondió Jesús:
«El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos».
El escriba replicó:
«Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:
«No estás lejos del reino de Dios».
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Homilía
A Jesús le han hecho muchas preguntas. La que acabamos de escuchar, no es una más sino una pregunta clave, pues, pregunta por lo más importante, lo que es fundamental para acertar en la vida.
El letrado que hace la pregunta no es un ignorante en cuanto a leyes, las conoce, las estudia y las interpreta. Pero quizás siente que uno no puede vivir atado y preocupado por tanta ley. Es importante enfocar la vida hacia lo más importante y no perderse en medio de tanta norma o requisito. Consulta a Jesús a quien muchos veían como un maestro que enseñaba a vivir de manera sabia.
¿Cuál es el mandamiento más importante? Esa es la pregunta. Para responder las preguntas que le hacían, normalmente Jesús toma su tiempo.
En este caso responde de inmediato. Lo tiene muy claro.
“Hay que amar a Dios con todo su corazón, con toda su fuerza, y con toda su mente. Y añade: Hay que amar al prójimo como a sí mismo”.
Jesús reduce las 613 leyes a únicamente dos. Un planteamiento un tanto atrevido pues, para los maestros de la ley en general, toda ley era importante y tenía que ser cumplida cabalmente,
Otro detalle también un tanto atrevido y sorprendente es el hecho que Jesús pone a un mismo nivel el amor al prójimo, y el amor a Dios. Para Jesús, no se puede amar a Dios, desatendiendo al prójimo.
O como lo dice José Antonio Pagola: ‘No hay un ámbito sagrado en el que podamos estar a solas con Dios ignorando a los demás. No es posible adorar a Dios en el fondo del alma y vivir olvidando a los que sufren. El amor que excluye al prójimo se reduce a mentira. Si no amamos al prójimo, no amamos al Padre de todos”.
La exhortación de esta breve conversación entre Jesús y el letrado es evidente: no se preocupen por tanta ley, norma o requisito, vivan el amor con radicalidad y serán salvos.
Teniendo ese mensaje presente y por el hecho de que nos estamos acercando a los días de difuntos y difuntas, queremos a continuación decir una palabra sobre la muerte, sobre la suerte de los muertos y sobre el significado y la importancia del día de los difuntos, difuntas.
*- La muerte es parte de nuestra condición humana y por consiguiente inevitable.
Está presente al final como una cruda realidad y a lo largo de la vida como una permanente amenaza.
Todo lo que el ser humano ha venido construyendo a lo largo de la vida, con la muerte, se vuelve vano e inútil.
La muerte, como escándalo ha sido percibido por toda la humanidad. Lo ha expresado en innumerables documentos escritos pertenecientes a todas las culturas.
- La cultura moderna occidental se esfuerza por olvidarse de la muerte, haciéndonos creer que la vida es un progreso continuo sin fin. Sin embargo, tarde o temprano la muerte se hace presente en un ser querido o en nosotros mismos. No es posible negar la condición humana.
- Los evangelios han colocado la muerte en el centro de su mensaje. Han sido construidos a partir del anuncio de la muerte y la resurrección de Jesús. El gran hecho que marcó la vida de Jesús fue su muerte. Jesús al encarnarse se entregó a la muerte. El destino de todo ser humano es la muerte. Ser hombre es enfrentar la muerte. Lejos de huir de esta condición. Jesús la asumió desde el principio. Los evangelios demuestran la vida entera de Jesús marcada por la señal de su muerte.
De todo lo expuesto anteriormente sobre la muerte no podemos menos que concluir que no puede haber liberación humana si no haya una respuesta a la muerte.
Si no hubiera resurrección dice San Pablo, nuestra fe sería vana.
*- Para los seres humanos, en esto sigo el pensamiento de José Comblin, la vida es tarea, responsabilidad. La vida es antes que nada una voluntad personal, alimentada y desarrollada. Por eso mismo existen diversas calidades de vida. Algunos viven más intensamente que otros.
Ahora en la voluntad de vivir hay una fe en la vida, una fe en el futuro. Lo que hace vivir es la fe. Sin fe no se vive.
Aquí podemos hablar de una fe natural, una fe con la que hemos nacido todos y todas
- Como cristianos creemos en la pascua de Jesús, Jesús pasó de la muerte a la vida. La pascua de Jesús es también nuestra pascua. Igual como Jesús pasaremos de la muerte a la vida. Esto llamamos una fe religiosa. Esa fe viene a reforzar aquella fe natural.
José Antonio Pagola expresa: “Al final está Dios, el Dios revelado en Jesús. Un Dios que quiere la vida, la dignidad y la dicha plena del ser humano. Todo queda en sus manos. Él tiene la última palabra, Un día cesarán los llantos y el terror y reinará la paz y el amor.”
*Pasado mañana celebramos el día de los difuntos y difuntas. Esta fiesta remite a las prácticas indígenas.
- Los indígenas siempre tuvieron una serie de prácticas para manifestar su estrecha convivencia con los muertos. Lejos de olvidarlos o de querer ignorarlos los tienen muy presentes y hasta los tratan como si fueran seres vivos
Es erróneo, considerar esto como producto de una mente atrasada. Es de humanos. Ciertamente al no recordar, ni celebrar a los muertos y muertas nos estaríamos deshumanizando.
Nuestra manera de manifestar nuestra cercanía a los muertos está en plena sintonía con la práctica de los indígenas,
- Para el pueblo indígena e igualmente para nosotros y nosotras, el recordar y celebrar a los muertos no es un asunto individual, sino más bien un asunto colectivo. Vamos a ver las tumbas en familia, en comunidad. El día de los y las difuntos, mucha gente se concentra en el cementerio.
La muerte es tan impactante que uno solo no la puede enfrentar, necesitamos de los demás miembros de la familia y de la comunidad. En esto tampoco nos distinguimos de las prácticas de los indígenas.
Tratemos de integrarnos a la fiesta del dos de noviembre, manifestando nuestro aprecio a quienes estuvieron a nuestro lado y ahora descansan en la presencia bondadosa de Dios.
Padre Rogelio Ponseele